¿Qué sucede con los pecados cometidos después de ser sellados para vida eterna?

¿Qué sucedería si quienes han recibido la seguridad de su vocación y elección pecaran gravemente? Supongamos que se descarriaran y siguieran el camino de la iniquidad o que lucharan contra la verdad y se rebelaran contra Dios. ¿Qué les sucedería?

Por Bruce R. McConkie
Doctrinal New Testament Commentary, 3

Es evidente que todos los hombres pecan, antes y después del bautismo, y también antes y después de hacer firme o segura su vocación y elección. Ha habido solamente un hombre sin pecado: El Señor Jesús, que era el propio Hijo de Dios.

Así, en la revelación que anuncia el establecimiento de la Iglesia restaurada en esta época, el Señor dice: "Pero existe la posibilidad de que el hombre caiga de la gracia y se aleje del Dios viviente; por lo tanto, cuídese la iglesia y ore siempre, no sea que caiga en tentación; sí, y cuídense aun los que son santificados" (D. y C. 20:32-34).

Los profetas y Apóstoles desde Adán y Enoc en adelante, y todos los hombres, ya sea que hayan sido purificados y santificados del pecado o no, siguen sujetos al pecado y, de hecho, pecan. Así sucede aun después de haber tenido las visiones de la eternidad y de haber sido sellados por aquel Santo Espíritu de la Promesa que ha asegurado su vocación y elección. Dado que a estos escogidos se les ha asegurado la promesa de la vida eterna, y dado que "nada impuro puede entrar" en el "reino" del Padre (3 Nefi 27:19), "ni morar en su presencia" (Moisés 6:57), ¿Qué sucede con los pecados cometidos después de ser sellados para vida eterna?

Es obvio que todavía tienen vigencia las leyes del arrepentimiento y cuanto mayor luz tenga la persona, tanto más busca el don del arrepentimiento, y más se esfuerza por liberarse del pecado tantas veces como desobedezca la voluntad divina y se sujete al Maestro del Pecado, que es Lucifer. Es lógico suponer que los pecados de los que temen a Dios y de los justos son perdonados continuamente porque se arrepienten y buscan al Señor de nuevo cada día y a cada hora.

Y, de hecho, la bendición de tener asegurada la propia vocación y elección es en sí motivo alentador para evitar el pecado y una defensa contra futuras caídas. Por ese largo camino de obediencia y pruebas que les permitió alcanzar tan grande bendición, los santificados han marcado un camino y elaborado un modelo de vida que evita el pecado y fomenta la rectitud. Así, el Señor dijo:"...os nombro a Hyrum Smith para ser vuestro patriarca, para poseer las bendiciones de sellar en mi iglesia, sí, el Santo Espíritu de la promesa, mediante el cual sois sellados para el día de la redención, a fin de que no lleguéis a caer, no obstante la hora de tentación que pueda sobreveniros"(D. y C. 124:124).

Mas suponed que tales personas se vuelvan desleales y las abandone el espíritu del arrepentimiento — lo cual es una eventualidad que se presenta rara vez—, ¿qué sucedería entonces? La respuesta es —y las revelaciones y enseñanzas del profeta José Smith así lo indican—: que entonces deben pagar el castigo de sus propios pecados, porque la sangre de Cristo no los limpiará. O si cometen homicidio o adulterio, pierden la herencia prometida porque esos pecados quedan fuera de las promesas dadas en el sellamiento. Y si cometen el pecado imperdonable, llegan a ser hijos de perdición.

Como ya hemos visto, el hacer firme nuestra vocación y elección proviene del matrimonio celestial y se deriva de este. La vida eterna no existe ni puede existir para el hombre solo o la mujer sola, porque en su naturaleza misma consiste de la continuación de la unidad familiar en la eternidad. Por eso, la revelación referente al matrimonio habla tanto del matrimonio celestial (en el que se dan promesas condicionales de la vida eterna) como de hacer firme nuestra vocación y elección (donde se da la promesa incondicional de la vida eterna) en la misma declaración-- en cuya declaración también se dice que quienes cometan pecados (con la excepción del ‘homicidio en el que vierten sangre inocente’) después de haber sido sellados para vida eterna aún alcanzaran la exaltación. Este es el lenguaje: "Entonces" - es decir, después de hacer firme su vocación y elección- "se escribirá en el Libro de la Vida del Cordero que no cometerán homicidio para derramar sangre inocente; y si cumplen mi convenio y no cometen homicidio, vertiendo sangre inocente, les será cumplido en todo cuanto mi siervo haya declarado sobre ellos, por el tiempo y por toda la eternidad; y estará en pleno vigor cuando ya no estén en el mundo; y los ángeles y los dioses que están allí les dejarán pasar a su exaltación y gloria en todas las cosas, según lo que haya sido sellado sobre su cabeza, y esta gloria será una plenitud y continuación de las simientes por siempre jamás. Entonces serán dioses" porque tienen la vida eterna. (D. y C. 132: 19-20.)

Luego la revelación habla de la obediencia de la cual nace la vida eterna, y aún habla tanto del matrimonio celestial y de hacer firme la vocación y elección diciendo: "De cierto, de cierto te digo, que si un hombre contrae matrimonio con una mujer conforme a mi palabra, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa, de acuerdo con mi precepto"- es decir, si están casados y además tienen segura su vocación y elección -" y él o ella comete algún pecado o transgresión del nuevo y sempiterno convenio, cualquiera que sea, y toda clase de blasfemias, y si no cometen homicidio en el que viertan sangre inocente, todavía saldrán en la primera resurrección y entrarán en su exaltación; pero serán destruidos en la carne y entregados a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención, dice Dios el Señor.". (D. y C. 132: 26)

Este asunto de ser destruidos en la carne y entregados a los bofetones de Satanás hasta el día de la redención es la doctrina de la expiación por sangre, bajo el cual quienes participen aquí no son limpiados por la sangre de Cristo, sino que deben pagar la pena por sus propios pecados . Este principio sólo puede operar en un tiempo, como la de Moisés, cuando no hay separación entre la Iglesia y el Estado y, cuando la Iglesia tiene el poder de tomar la vida. De las condiciones en nuestros días, y en cuanto a cómo esta ley se aplica a nosotros, el presidente Joseph Fielding Smith dice: "No podemos destruir a los hombres en la carne, porque no tenemos control sobre sus vidas y no poseemos el poder de dictar sentencias que incluyan la pena de muerte. Este decreto estaba en vigor en los días en que existía una teocracia sobre la tierra. Lo que el Señor hará en lugar de esto, puesto que no podemos destruir en la carne, no puedo decirlo, pero deberá ser algo más o menos similar".(Doctrina de Salvación, 2:97).

En cuanto al derramamiento de sangre inocente, en el sentido de esta revelación, el Señor dice: "La blasfemia contra el Espíritu Santo, que no será perdonada en el mundo ni fuera del mundo, consiste en cometer homicidio en el que se vierta sangre inocente, y en asentir a mi muerte después de haber recibido mi nuevo y sempiterno convenio, dice el Señor Dios; y el que no obedezca esta ley, de ninguna manera podrá entrar en mi gloria, sino que será condenado, dice el Señor". (. D. y C. 132: 27) Es decir, la sangre inocente es la de Cristo; ya los que cometen blasfemia contra el Espíritu Santo, que es el pecado imperdonable (Mateo 12: 31-32), de ese modo "crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y le exponen a vituperio." (He. 6: 6) Ellos son, en otras palabras, las personas que hubieran crucificado Cristo, teniendo a la vez un perfecto conocimiento de que Él era el Hijo de Dios.

Siguiendo el patrón establecido por el Señor de hablar tanto del matrimonio celestial y de ser sellados para vida eterna en el mismo contexto, José Smith dijo: "Puse mi mano sobre la rodilla de William Clayton, y dije: Tu vida es oculta con Cristo en Dios, y así con muchos otros. Nada excepto el pecado imperdonable puede impedirte heredar la vida eterna porque has sido sellado por el poder del Sacerdocio a la vida eterna, habiendo dado los pasos necesarios para tal propósito. A menos que un hombre y su esposa entren en el convenio sempiterno y sean casados por la eternidad, mientras estén en este período de probación, por el poder y la autoridad del Santo Sacerdocio, cesarán de aumentar cuando ellos mueran; es decir, no van a tener hijos después de la resurrección. Pero quienes sean casados por el poder y la autoridad del sacerdocio en esta vida, y continúen sin cometer el pecado contra el Espíritu Santo, seguirán aumentando y tendrán hijos en la gloria celestial. El pecado imperdonable es derramar sangre inocente, o ser cómplice de la misma. Todos los demás pecados serán visitados con juicio en la carne y el espíritu será entregado a los bofetones de Satanás hasta el día del Señor Jesús "(Historia de la Iglesia, 5: 391-392).

Quizás esta cuestión de ser "visitados con juicio en la carne" - sea lo que sea en cada caso individual - es la forma de manejar las cosas del Señor cuando no es posible que una persona sea  "destruido en la carne." (D. y C. 132: 26.) En relación con esto, también - y teniendo en cuenta que el poder para sellar fue dado por medio de Elías a Pedro, Santiago y Juan en el Monte de la Transfiguración (Enseñanzas, 158), y nuevamente a José Smith y Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland (D. y C. 110: 13-16) - debemos tener en cuenta estas palabras del profeta: "Este espíritu de Elias el Profeta se manifestaba en los días de los apóstoles, cuando eran entregadas ciertas personas a los bofetones de Satanás, a fin de que pudiesen ser salvos en el día del Señor Jesús. Eran señalados, mediante el espíritu de Elias el Profeta, para la condenación del infierno, hasta que llegara el día del Señor o la revelación de Jesucristo". (Enseñanzas, 338.)

Con respecto al hecho de que el poder del sellamiento no puede sellar a un hombre con el fin de salvarlo de ser un hijo de perdición, si ese es el camino que él elige seguir, el profeta dice: "La doctrina sobre la que tanto han disputado los presbiterianos y metodistas, que si la persona que alcanza la gracia de Dios permanece para siempre en esa gracia, o puede caer de la gracia. Ambos están en error. El camino de la verdad se encuentra entre el uno y el otro, pues mientras el presbiteriano dice: 'Una vez que recibe uno la gracia, ya no puede caer'; el metodista dice: 'Puedes recibir la gracia divina hoy, caer de ella mañana, volver a recibirla al día siguiente, y así sucesivamente, cambiando continuamente.' Pero la doctrina de las Escrituras y el espíritu de Elias el Profeta indican que ambos están en error, y toma un camino que queda entre los dos; porque, de acuerdo con las Escrituras, si los hombres han recibido la buena palabra de Dios y conocido los poderes del mundo venidero, y luego caen, ya no es posible regenerarlos, pues han crucificado al Hijo de Dios nuevamente y lo han expuesto a vituperio. De modo que hay posibilidad de que uno caiga, sin poder ser regenerado nuevamente; y el poder de Elias el Profeta no da protección contra este pecado, porque es la condición que se estipula en los sellos y poderes del sacerdocio."(Enseñanzas, Pág. 338-339.) Por lo tanto, a pesar de que la vocación y la elección de un hombre haya sido asegurada, si él después comete la blasfemia contra el Espíritu Santo, se convierte en un hijo de perdición, porque cuando él fue sellado para vida eterna, estaba con una reserva. El sellado no era aplicable en el caso del pecado imperdonable.

En cuanto al hecho de que el poder del sellamiento no puede sellar a un hombre para vida eterna, si a partir de entonces él comete un homicidio y por lo tanto derrama sangre inocente (en este caso no la sangre de Cristo, pero si la sangre de una persona asesinada ilegalmente y con malicia), el Profeta dice: "El asesino, por ejemplo, uno que derrama sangre inocente, no puede recibir perdón. David solícitamente procuró el arrepentimiento de las manos de Dios con lágrimas, por el asesinato de Urías; pero no pudo lograrlo, sino por medio del infierno: le fué prometido que su alma no permanecería para siempre en el infierno. 

Aunque David fué rey, nunca tuvo el espíritu y poder de Elias el Profeta ni la plenitud del sacerdocio; y el sacerdocio que recibió, y el trono y reino de David, le serán quitados y dados a otro cuyo nombre será David, y que ha de ser levantado de su linaje en los últimos días". (Enseñanzas, 339.) Por lo tanto, a pesar de que un hombre haya hecho firme su vocación y elección, si luego él comete un asesinato, todas las promesas no tienen ningún efecto, y él va a un reino telestial (Ap 21: 8; D. y C. 76: 103), porque cuando fue sellado para vida eterna, estaba con una reserva. El sellado no era aplicable en el caso del asesinato.

Y sobre el hecho de que el poder del sellamiento no puede sellar a un hombre para vida eterna, si a partir de entonces, él comete adulterio, el profeta dice: "Si un hombre comete adulterio, no puede recibir el reino celestial de Dios. Incluso si se salva en reino alguno, no puede ser el reino celestial ". (Historia de la Iglesia, 6:81.) Por lo tanto, a pesar de que un hombre haya hecho firme su vocación y elección, si luego él comete adulterio, todas las promesas no tienen ningún efecto, y él va a un reino telestial, porque cuando él fue sellado para vida eterna, estaba con una reserva. El sellado no era aplicable en el caso de un adulterio posterior. En otros casos, por medio del arrepentimiento, hay perdón por este pecado el cual sólo es superado por el asesinato en la categoría de los pecados personales. (1 Cor 6: 9-11; 3 Ne 30; D y C 42: 24-26).

1 comentario:

MANUEL dijo...

Entiendo que aunque un hombre reciba una ordenanza salvadora,el pecado la invalida. Así de simple.
Ahora me pregunto. Cualquiera puede recibir esta ordenanza. La respuesta es cualquiera que sea muy obediente y como creo que Dios es sabio. Entonces será alguien muy seguro para el Señor de su obediencia

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