Lo que sabemos sobre la vida y los espíritus de los niños que no nacieron

Después de haber experimentado la pérdida de un ser querido, se puede encontrar mucha paz y consuelo dentro de la doctrina de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y sus escrituras asociadas. Si bien es una creencia común de los Santos de los Últimos Días que los bebés que no nacen vivos resucitarán y serán devueltos a sus padres para que los críen en otro momento, poco se ha dicho acerca de los que se perdieron por un aborto espontáneo, un embarazo ectópico, un muerte fetal o incluso un aborto. Espiritualmente, vemos las vidas de estos pequeños "a través de un lente, de manera oscura", y gran parte de cómo elegimos considerar a estos preciosos bebés que pasan tan rápido a través de nuestras vidas deben tomarse por fe. Sin embargo, aunque poco se ha dicho explícitamente sobre estos bebés y su destino eterno, existen verdades inexorables que se pueden aplicar a sus circunstancias únicas.

Dentro del evangelio, tenemos la bendición de tener las verdades y el conocimiento del plan de salvación para ayudarnos a través de los tiempos oscuros y difíciles. A menudo escuchamos a miembros de la Iglesia que han perdido a un ser querido decir: “Estoy tan agradecido por el conocimiento de que lo volveré a ver. Qué horrible sería pensar que no hay vida después de la muerte y que este tiempo en la tierra es la única oportunidad que tendremos para estar con él.” El evangelio y sus principios son, de hecho, la fortaleza a la que nos aferramos en tiempos de prueba y tragedia.

Sin embargo, aunque la sociedad en general no reconoce la pérdida de estos pequeños bebés, lo que es difícil para muchos padres es que muchas veces los miembros de la Iglesia tampoco consideran a esos bebés como “personas”. Y si no son “personas” en realidad, entonces se los consideraría inelegibles para la resurrección. Si esto fuera cierto, entonces este tiempo en la tierra sería el único momento que los padres tendrán con estos pequeños. Por lo tanto, esas vidas se perderían para siempre, y los preciosos beneficios y el consuelo del Evangelio y el plan de Dios son inaplicables para esos bebés y para sus padres en duelo.

Sin embargo el hombre, en su conocimiento limitado, ha hecho interpretaciones muy arbitrarias en cuanto a la voluntad de Dios. ¿De qué manera se ha decidido que un bebé que nace prematuramente pero respira antes de morir resucitará, cuando otro bebé, que tal vez haya llegado a sus 9 meses, pero que muere dentro del útero, no lo hará? Con algo de investigación sobre los principios que ya sabemos que son verdaderos, se puede encontrar mucho consuelo y muchos temores se pueden calmar sobre las vidas de estos bebés que pasan tan fugazmente por nuestras vidas pero que nos afectan tan profundamente.

Las Enseñanzas oficiales de la Iglesia

Se han hecho declaraciones con respecto a la pérdida de bebés solo sobre niños nacidos muertos. Sin embargo, algo se puede deducir sobre los bebés que no han llegado a su término. En el Manual General de instrucciones (1987), se expresa lo siguiente:
La pérdida de un hijo antes de su nacimiento es un evento que requiere apoyo emocional y espiritual para los padres en duelo. Los servicios conmemorativos o servicios alrededor de la tumba se pueden llevar a cabo apropiadamente de acuerdo con las necesidades y deseos de los padres. Aunque las ordenanzas del templo no se realizan para los niños nacidos muertos, no implica la pérdida de las bendiciones eternas o de la unidad familiar. Si lo desea, la familia puede registrar un nombre para un hijo fallecido en el registro del grupo familiar de genealogía seguido de la palabra nacido muerto entre paréntesis.1
Quizás la declaración más interesante con respecto a los niños nacidos muertos es de Bruce R. McConkie en su libro "Doctrina Mormona". El Elder McConkie afirma que los problemas con respecto a estos bebés son:
Estos son temas que no han sido revelados claramente hasta ahora como para guiar a los santos en esta dispensación. Sin duda que fueron aclarados totalmente en dispensaciones pasadas cuando se conocían y enseñaban más doctrinas de salvación de las que han sido reveladas a nosotros.

En ese documento magistral sobre el origen del hombre escrita por la Primera Presidencia de la Iglesia (Joseph F. Smith, John R. Winder y Anthon H. Lund) aparece el concepto  de que el espíritu eterno entra al cuerpo antes de un nacimiento normal, por lo tanto, los niños nacidos muertos resucitarán. Dice lo siguiente: "El cuerpo del hombre comienza como un pequeño germen o embrión que se convierte en un bebé, vivificado hasta cierto nivel por el espíritu cuyo tabernáculo es, y el niño, después de nacer, se desarrolla hasta llegar a ser hombre." (Man: Ms Origin and destiny, pág. 354.) Esta interpretación está en armonía con el conocimiento general que tenemos de la misericordia y la justicia de ése Ser Infinito en cuya divina administración, nada se pierde. Al parecer podemos aguardar con esperanza y anticipación la resurrección de los niños que nacen muertos.

El Presidente Brigham Young enseñó que "cuando una madre siente que su bebé vive, es que el espíritu ha entrado al cuerpo, previa a la existencia inmortal"; y el Presidente Joseph Fielding Smith dio su opinión que "estos pequeñitos recibirán la resurrección y entonces nos pertenecerán."2
Estas declaraciones pueden ser particularmente reconfortantes para las parejas que han perdido un bebé, incluso al principio del embarazo. Debido a la tecnología médica, sabemos que el bebé no nacido se mueve y patea muy temprano en el embarazo, mucho antes de que la mujer pueda sentirlo. Brigham Young indicó que los movimientos del bebé eran una manifestación de que el espíritu había entrado en el cuerpo del bebé. Si esto es así, entonces parecería que incluso los bebés más pequeños serían elegibles para la resurrección.

El aliento de la vida

La controversia que rodea a los bebés perdidos por muerte fetal, el aborto espontáneo, el embarazo ectópico, el aborto y su estado en la eternidad se centra por lo general en el hecho de que estos bebés nunca respiraron fuera del útero. Como se trató en el Capítulo 1 del libro "Gone Too Soon: The Life and Loss of Infants and Unborn Children", la ciencia ha demostrado que los bebés respiran dentro del útero desde muy temprano en el embarazo, pero que sus pulmones y otros órganos están muy poco desarrollados para sostenerlos fuera del cuerpo de la madre.

Gran parte de esta confusión en cuanto a lo que constituye el “aliento de vida” se puede atribuir a la creación de Adán, donde Dios “Formó... al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre alma viviente.” (Génesis 2:7; véase también Moisés 3:7). Como se indica en las Escrituras, Adán no era un “alma viviente” hasta que Dios puso “el aliento de la vida” en él; cobró vida en ese instante. Esto es diferente a un bebé que está vivo dentro del útero, creciendo y desarrollándose, durante varios meses.

Además, el Elder McConkie observó que “hay una distinción entre el espíritu y el aliento de la vida”.3 El relato de Abraham sobre la creación dice: “Y los Dioses formaron al hombre del polvo de la tierra, y tomaron su espíritu (esto es, el espíritu del hombre), y lo pusieron dentro de él; y soplaron en su nariz el aliento de vida, y el hombre fue alma viviente.” (Abr 5:7). Esta escritura claramente establece que el acto de poner el espíritu y dar el aliento de vida en Adán fueron dos acciones separadas. Por lo tanto, en el caso de los niños no nacidos, incluso si la respiración que se realiza dentro del útero no califica como el “aliento de vida”, el espíritu puede residir dentro del cuerpo antes del nacimiento, y el bebé sería considerado un candidato para la resurrección.

Y finalmente, en Doctrina y Convenios leemos, “Y el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre” (D. y C. 88:15). Si se puede suponer que un bebé en desarrollo que se mueve, patea y crece tiene un espíritu, y sabemos que tiene un cuerpo, entonces, de acuerdo con esta escritura, debe tener un alma. Y sería elegible para la resurrección.

La resurrección de cada cosa viviente

El Elder McConkie declara: “Nada es más absolutamente universal que la resurrección. Todo ser viviente resucitará.”4También es interesante notar cuán específicos son las Escrituras acerca de quién y qué será resucitado:
"Porque todas las cosas viejas pasarán, y todo será hecho nuevo, el cielo y la tierra, y toda la plenitud de ellos, tanto hombres como bestias, las aves del aire, y los peces del mar; y ni un cabello ni una mota se perderán, porque es la obra de mis manos." (D. y C. 29: 24–25)
No hay excepciones, no hay notas al pie de página ni colofones: todos resucitarán.

Las escrituras y los escritos de los líderes de la Iglesia detallan que todas las formas de vida resucitarán. El Elder McConkie declara: "Animales, aves, peces, plantas y toda forma de vida fueron primero en la preexistencia como entidades de espíritu distintivas, antes de ser creadas "naturalmente sobre la faz de la tierra." Todas las formas de vida ocupan una esfera asignada y juegan un papel eterno en el gran plan de creación, redención y salvación.”5Además, afirma que "Todas las formas de vida ocupan una esfera asignada y desempeñan un papel eterno en el gran plan de creación, redención y salvación".6 Así mismo, Pablo especificó la diferencia entre los tipos de carne: “No toda carne es la misma carne; mas una carne ciertamente es la de los hombres, y otra carne la de los animales, y otra la de los peces, y otra la de las aves.” (1 Corintios 15:39). Ten en cuenta que no se hace distinción entre carne nacida y no nacida.

Las Escrituras incluso especifican cuán preciosas son las creaciones de Dios para Él:"¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin saberlo vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos." (Mateo 10:29-31). Nuestro Padre Celestial debe tener un lugar para estos bebés tan especiales, que sin duda son más preciosos que los pajarillos y más dignos de contar que los cabellos de nuestra cabeza. Que estos bebés desaparezcan de algún modo en un “agujero negro” simplemente no está de acuerdo con las doctrinas de la Iglesia y las Escrituras, cuando incluso un pajarillo, un pez o una planta son preciosos para nuestro Padre Celestial y tendrán un lugar en Su reino.

La Restauración

El concepto de restauración va de la mano con la resurrección. Según Alma, "es necesario que todas las cosas sean restablecidas a su propio orden." (Alma 41:2). No está claro si esto significa que los bebés que se perdieron serán restaurados como bebés completamente desarrollados, o restaurados al cuerpo de sus madres para completar su desarrollo. Pero el consuelo se puede tomar en el hecho de que serán restaurados:
"El alma será restaurada al cuerpo, y el cuerpo al alma; sí, y todo miembro y coyuntura serán restablecidos a su cuerpo; sí, ni un cabello de la cabeza se perderá, sino que todo será restablecido a su propia y perfecta forma." (Alma 40:23)
Finalmente, el profeta José Smith explicó que todas las pérdidas serán finalmente restauradas: “Todo lo que uno pierda será restaurado en la Resurrección, siempre que se continúe siendo fiel. Lo he visto a través de la visión del Todopoderoso” (Historia de la Iglesia 5:362).

La luz de Cristo

Las Escrituras nos dicen que todas las cosas están llenas de la Luz de Cristo, que se explica mejor como la bondad innata que reside en cada uno de nosotros debido a nuestra herencia como hijos e hijas del Padre Celestial. Esta Luz nos ayuda a reconocer la verdad y nos permite tener una conciencia. En pocas palabras, es el “Cristo en todos nosotros”. Doctrina y Convenios explica la Luz de Cristo y su significado:
"[Jesucristo] quien ascendió a lo alto, como también descendió debajo de todo, por lo que comprendió todas las cosas, a fin de que estuviese en todas las cosas y a través de todas las cosas, la luz de la verdad, la cual verdad brilla. Esta es la luz de Cristo. Como también él está en el sol, y es la luz del sol, y el poder por el cual fue hecho. la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio, la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas. Y además, de cierto os digo, él ha dado una ley a todas las cosas, mediante la cual se mueven en sus tiempos y estaciones." (DyC 88:6-7, 12-13, 42)
Si nuestro Padre Celestial está "en todas las cosas y a través de todas las cosas" y "todas las cosas son por Él, y de Él”, entonces se deduce que estos bebés son especiales simplemente porque son Sus creaciones y son parte de Él. Quizás estos bebés simplemente están viviendo las vidas que les han sido dictadas debido a la "ley por la cual se gobiernan todas las cosas". Quizás estén viviendo en "sus tiempos y sus estaciones" según la voluntad de nuestro Padre Celestial.

Las Escrituras presentan un argumento convincente de que los bebés que se pierden resucitarán. Desde una perspectiva de las escrituras y doctrinal, son importantes simplemente porque han existido en esta tierra. Todas las cosas creadas por nuestro Padre Celestial tienen un estatus especial, y estos bebés muy queridos no deben ser una excepción.

Notas:

1. General Handbook of Instructions (Salt Lake City: The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, 1987), 6–10.
2. Bruce R. McConkie, “Stillborn Children” in Mormon Doctrine (Salt Lake City: Bookcraft, 1966), 768.
3. Ibid., “Breath of Life,” 105.
4. Ibid., “Resurrection,” 638.
5. Ibid., “Spirit Bodies,” 750.
6. Ibid., “Animals,” 38.

Fuente: Artículo originalmente escrito por Sherri Devashrayee Wittwer y publicado en ldsliving.com con el título “What We Know About the Lives and Spirits of Unborn Children”. Traducido al español por Dastin Cruz para mundosion.org

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