¿Cuando nuestros líderes hablan, se acabó el momento de pensar?

Este es un mito entre muchos miembros y líderes de la Iglesia y que a menudo reaparece ocasionalmente en sus discursos y declaraciones sin tener apoyo doctrinal. La idea planteada es que una vez que las Autoridades han emitido su opinión sobre un asunto determinado, ya no hay más discusión sobre el tema, y cualquiera que ejerza su derecho a expresarse en disconformidad será visto como desobediente, liberal y en ciertos casos hasta en apostasía personal. Tal posición entra en directo conflicto con el principio del libre albedrío y con la necesidad de obtener un testimonio personal por medio del Espíritu Santo sobre temas específicos.

El texto de apoyo de quienes apoyan este mito es un Mensaje para los Maestros Visitantes (programa previo al de Maestros Orientadores) aparecido en la Improvement Era en Junio de 1945 titulado “SOSTENIENDO A LAS AUTORIDADES GENERALES DE LA IGLESIA”. A continuación leamos el mensaje completo traducido al español.


Mensaje de los Maestros Visitantes, Junio 1945

“SOSTENIENDO A LAS AUTORIDADES GENERALES DE LA IGLESIA”

“Ningún Santo de los Ultimos Días es compelido a sostener a las Autoridades Generales de la Iglesia. Cuando se le da la oportunidad de votar las propuestas en cualquiera de las muchas conferencias que tienen lugar a lo largo de la Iglesia, puede indicar su voluntad de sostenerlos levantando su mano derecha: puede manifestar su oposición del mismo modo; o puede ignorar por completo la oportunidad. No hay elementos de fuerza o coerción en éste o ningún otro procedimiento en la Iglesia

De todos modos, hay un principio de honor involucrado en la elección del miembro. Cuando una persona eleva su mano para sostener a los líderes de la Iglesia como “profetas, videntes y reveladores”, equivale a hacer una promesa y convenio de seguir su guía y respetar su consejo como oráculos vivientes de Dios. Por tanto, cualquier acto o palabra subsiguiente que esté en desacuerdo con la voluntad del Señor tal como la enseñan los líderes de la Iglesia, coloca la sinceridad de esa persona bajo serias dudas. Uno difícilmente podrá reclamar absoluta integridad, si levanta su mano para sostener a las Autoridades de la Iglesia y luego actúa en oposición a su consejo.

Todo Santo de los Ultimos Días que denuncia o se opone, activamente o de otro modo, a cualquier plan o doctrina defendida por los “profetas, videntes y reveladores” de la Iglesia está cultivando el espíritu de apostasía. Uno no puede hablar mal de los ungidos del Señor y mantener el Espíritu Santo en su corazón.

Debe recordarse que Lucifer tiene un modo astuto de convencer a las almas desprevenidas de que las Autoridades Generales de la Iglesia pueden tanto estar en lo correcto como equivocarse. Este tipo de juego es el pasatiempo favorito de Satanás y lo ha practicado con las almas creyentes desde el tiempo de Adán. Alcanza una gran victoria cuando logra que los miembros de la Iglesia hablen contra sus líderes y “sigan sus propios pensamientos”. Se especializa en sugerir que nuestros líderes se encuentran en error mientras coloca enceguecedores rayos de apostasía sobre los ojos de aquellos a quienes convence de ese modo. ¡Qué astuto! Y pensar que algunos de nuestros miembros son engañados por su treta.

Las siguientes palabras del Profeta Joseph Smith deberían ser memorizadas por cada Santo de los Ultimos Días y repetidas con la frecuencia suficiente como para asegurar que nunca se olviden: ‘Os daré una de las llaves de los misterios del reino. Es un principio eterno que ha existido con Dios por todas las eternidades, que el hombre que se levanta para condenar a otro, criticando a los de la iglesia, diciendo que se han desviado, mientras que él es justo, sabed seguramente que ese  hombre va por el camino que conduce a la apostasía; y si no se arrepiente, vive Dios que apostatará.’ (Enseñanzas del Profeta José Smith, pag. 182)

Cuando nuestros líderes hablan, se acabó el momento de pensar. Cuando proponen un plan – es el plan de Dios. Cuando señalan el camino, no hay otro seguro. Cuando nos dan una dirección, debería marcar el fin de la controversia. Dios no trabaja de otro modo. Pensar diferente, sin un inmediato arrepentimiento, puede costarle a uno la fe, destruir su testimonio, y hacerlo un extraño frente al reino de Dios.” (Improvement Era, Junio de 1945, pag. 354)
Debido a esta publicación el Reverendo Cope escribió una carta al Presidente de la Iglesia, George A. Smith. Las copias de las cartas al Presidente de la Iglesia, George A. Smith, y la réplica del Presidente Smith se encuentran en la sección de Colecciones Especiales de la Biblioteca Marriott de la Universidad de Utah, en Salt Lake City así como en la Colección de J. Raymond Cope (bajo el nº 691) y en los George A. Smith Papers (manuscrito 36, Caja 63-8A), respectivamente. [J. Raymond Cope era un Ministro religioso Unitario graduado del Franklin College en 1927 y con un doctorado en filosofía obtenido en la Universidad Estatal de Ohio en 1936. Después de servir en Dayton, Ohio y Roslindale, Massachusetts, fue asignado a la First Unitarian Society de Salt Lake City, en 1942.]

Leamos a continuación las cartas entre el Reverendo Cope y el Presidente George Albert Smith

Carta del Reverendo J. Raymond Cope

First Unitarian Society
13th East  Sixth South Street
Salt Lake City 2, Utah
J. Raymond Cope, Ph.D., Ministro

Noviembre 16, 1945
Presidente George Albert Smith
Iglesia de Jesucristo de los S.U.D.
Oficina del Presidente,
Salt Lake City

Apreciado Presidente Smith:

Ha sido uno de los mayores privilegios de mi vida haber pasado los últimos cuatro años en Salt Lake City, y haber trabado relaciones personales con varios líderes de la Iglesia S.U.D. De ellos he aprendido muchísimo, y el espíritu de amistad que encuentro en nuestra relación ha sido una fuente de permanente deleite para mí. Es por motivo de haber hallado en usted y los otros líderes tanta caridad y simpatía que me he atrevido a escribirle esta carta.

Permítame primero asegurarle de mis buenas intenciones; que no existe el menor atisbo de hostilidad en mi actitud. Confío en que usted comprenda por qué le escribo, y que tenemos un interés común en el problema.

En junio pasado se me entregó un breve editorial religioso, preparado por alguno de sus líderes, titulado “Sosteniendo a las Autoridades Generales de la Iglesia”. El mensaje me sorprendió en gran manera, y con el paso de las semanas mi turbación se agudizó. Podría haberlo olvidado, si no fuese porque varios miembros de su Iglesia se han acercado para discutir el tema conmigo. El más reciente fue un prominente medico, quien, por causa de ese escrito, afirma, está perdiendo la fe en su religión. Se trata de un hombre corpulento, y quedé muy impresionado por su profunda sinceridad cuando se quebró y comenzó a llorar como un niño. Estoy convencido de que se encuentra atravesando una peligrosa experiencia.

Permítame citarle los pasajes que parecen ser los más cuestionados: “(Lucifer) Alcanza una gran victoria cuando logra que los miembros de la Iglesia hablen contra sus líderes y “sigan sus propios pensamientos”… “Cuando nuestros líderes hablan, se acabó el momento de pensar. Cuando proponen un plan – es el plan de Dios. Cuando señalan el camino, no hay otro seguro. Cuando nos dan una dirección, debería marcar el fin de la controversia”.

Ignoro quién ha sido el responsable de estas frases, pero ciertamente está provocando un gran daño a muchos que no tienen razón alguna para cuestionar la integridad de los líderes de la Iglesia. Muchos están sufriendo por esta causa. Mi respuesta a cada uno de los que se me han acercado ha sido: Por favor, no se preocupen, pues ésta no puede ser la posición de los verdaderos líderes. Y, por mi conocimiento de los tempranos escritos de vuestros líderes, debo asumir que esto no los representa.

Varios años atrás, cuando por vez primera tuve contacto con la Iglesia S.U.D., leí extensamente los textos, y hay muchos pasajes que podrían utilizarse para dar una mejor expresión de la visión y genialidad de vuestra fe. Cito sólo uno, aunque hay otros que le deben ser familiares.

De los Discursos de Brigham Young, seleccionados y corregidos por John A. Widtose, en el capítulo sobre “El Sacerdocio”:

Mi mayor miedo es que este pueblo tenga tanta confianza en sus líderes que no pregunten por sí mismos a Dios si es que están siendo conducidos por Él. Temo que establezcan un estado de ciega auto seguridad, confiando sus destinos eternos en las manos de sus líderes con una certeza imprudente que frustraría los propósitos de Dios para su salvación, y debilitarían la influencia que podrían dar a sus líderes si supiesen por sí mismos, mediante revelación de Jesús, que están siendo conducidos de manera correcta. Que cada hombre y mujer sepa, por los susurros personales del Espíritu de Dios, si sus líderes caminan en el sendero que dicta el Señor, o no” (Discourses of Brigham Young,sel. John A. Widtsoe [1941], 135).

Esta cita de Brigham Young es un pasaje maravilloso, y ha sido sobre la base de tal libertad que personas como yo hemos desarrollado un profundo sentimiento de cercanía con la Iglesia S.U.D. Está dentro de las más altas tradiciones de mi formación Unitaria el creer que los logros de mis colegas son un logro para todos nosotros. Es  motivo de pesar  cuando se descubre una roca interpuesta en el camino hacia una fe más profunda en cualquier alma.

Con la reafirmación de mis continuos buenos deseos y amistad.

Cordialmente suyo.

J. Raymond Cope


Carta del Presidente George Albert Smith

Iglesia de Jesucristo de los S.U.D.
Oficina del Presidente,
Salt Lake City, Utah
Diciembre 7, 1945

Dr. J. Raymond Cope
First Unitarian Society
13th East at 6th South Street
Salt Lake City, Utah

Querido Dr. Cope:

He leído con interés y profunda preocupación su carta del 16 de Noviembre, 1945, en la que usted realiza un especial comentario sobre “un breve editorial religioso preparado por alguno de sus líderes titulado ‘Sosteniendo a las Autoridades Generales de la Iglesia’”. Usted menciona haber leído el mensaje con sorpresa, y que, desde entonces ha estado preocupado por sus efectos sobre los miembros de la Iglesia.

Me resulta grato el espíritu de amistad que trasunta su carta, y le agradezco por haber tomado el tiempo para escribirme.

El folleto al que se refiere, y del cual cita en su carta, no fue “preparado” por “alguno de nuestros líderes”. Sin embargo, uno o más de ellos permitieron que las frases pasaran sin censurarse. Por esto, no pocos miembros de la Iglesia se han sentido lastimados en sus sentimientos,  y las Autoridades Generales se han visto avergonzadas.

Me complace asegurarle que su actitud es correcta al mencionar que el pasaje citado no expresa la verdadera posición de la Iglesia.  La sola implicación de que los miembros de la Iglesia no pueden tener pensamientos propios es dar una representación groseramente equivocada del verdadero ideal de la Iglesia, que es que cada individuo debe obtener por sí mismo un testimonio de la veracidad del Evangelio y, mediante la redención de Jesucristo, labrar su propia salvación, y es personalmente responsable frente a su Hacedor por sus actos individuales. El Señor mismo no intenta la menor coerción en sus esfuerzos y deseos de traer paz y salvación a sus hijos. Otorga los principios de vida y verdadero progreso, pero permite que cada persona elija o rechace libremente sus enseñanzas. Este plan es el que las Autoridades de la Iglesia intentan seguir.

El Profeta Joseph  Smith dijo: “Deseo libertad de pensamiento y de creer como me place”. Esta libertad él y sus sucesores en el liderismo de la Iglesia la han garantizado a cada miembro de la misma.

En cierta ocasión, respondiendo a la pregunta de un prominente visitante sobre cómo lograba gobernar a su gente, el Profeta contestó: “Yo les enseño principios correctos y ellos se gobiernan a sí mismos”.

Nuevamente, como se encuentra registrado en History of the Church (Volumen 5, pags. 498/99) Joseph Smith también dijo: “Si considerara que los hombres están en error, ¿me les echaré encima para derribarlos? No. Los elevaré, y en sus propios modos, si no puedo persuadirlos de que mis modos son mejores; y no intentaré compeler a nadie a creer en lo que yo creo, únicamente utilizando la fuerza del razonamiento, pues la verdad encontrará su propio camino”.

Cito estas pocas frases, entre muchas que podrían darse, meramente para confirmar su buena y correcta opinión de que la Iglesia otorga a cada persona su libre albedrío, y lo amonesta siempre a utilizar su razón y buen juicio con los que Dios lo ha bendecido.

En defensa de este principio los líderes de la Iglesia no sólo se unen a las congregaciones al cantarlo, sino que frecuentemente citan lo siguiente:

“Sabed que cada alma es libre

De escoger lo que será

Pues la verdad eterna existe:

Dios al cielo a nadie forzará.”

Nuevamente le agradezco por su manifiesta amistad y sus expresos deseos de cooperar en cualquier forma que ayude a establecer la buena voluntad y armonía entre las personas con las que conjuntamente trabajamos para traer hermandad y tolerancia.

Sinceramente suyo,
Geo. Albert Smith

Conclusión:

Es evidente la clara aceptación por parte del Presidente de la Iglesia de que este concepto debió haber sido censurado y que no representa la posición oficial de la Iglesia. Señala además que “no pocos miembros de la Iglesia se han sentido lastimados en sus sentimientos,  y las Autoridades Generales se han visto avergonzadas” por ello. Como vemos el concepto de que "Cuando nuestros líderes hablan, se acabó el momento de pensar" o " Cuando los líderes hablan, ya pensaron por nosotros"[algunos lo traducen así al español] no es correcto y el mito reaparece algunas décadas más tarde y muchos lo proclaman.



El presente artículo se basa en la publicación “Cuando nuestros líderes hablan se acabó el momento de pensar” de Mario R. Montani,

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