¿Qué debo hacer si pienso que recibí una revelación diferente a la de los apóstoles y profetas?

Por Gregory Smith
Traducción por Dastin Cruz

Una de las mayores fortalezas de—y, puede decirse, una de las características que definen a —la doctrina SUD como fe, es la creencia en la revelación continua, tanto por parte de los líderes como de los miembros. Los miembros entienden que la revelación que reciben es sólo para sus áreas de mayordomía y responsabilidad.

¿Qué deberíamos hacer, entonces, en el caso de creer sinceramente que recibimos una revelación que nos dice que el concilio más alto de los líderes de la iglesia está equivocado?

Aquí sugiero cinco principios importantes tomados de las palabras de apóstoles y profetas sobre tales situaciones, las cuales han bendecido mi vida.

1.- Como primer paso, debemos considerar seriamente si estamos equivocados o engañados

Élder Oaks enseñó que algunas cosas pueden descalificarnos de recibir revelación hasta que las corregimos:
“No podemos tener la compañía del Espíritu Santo—el medio de revelación individual—si estamos en transgresión o si estamos enojados con y en rebelión contra las autoridades elegidas por Dios”1.
Nótese que no hay una excepción que dice, “a menos que tengas razón y ellos estén equivocados”.

2.- Debemos orar para que nuestro corazón cambie si es necesario

Marion G. Romney, quien formó parte de la primera presidencia, tuvo una experiencia similar. Harold B. Lee la describió:
En el campo político donde hay tanta presión para que los hombres comprometan sus ideales y principios por conveniencia personal, los trabajadores del partido aprendieron a admirar la intensa lealtad de Marion G. Romney a su propia conciencia así como al consejo de los líderes de su iglesia, cuyos dictámenes sobre temas vitales que afectan el bienestar de la nación él aceptó como divinamente inspirados, a pesar de si lo pusieron en contraste agudo con los líderes de su propio partido político. En una ocasión, cuando los líderes de la iglesia, en un artículo de opinión muy directa, denunciaron las tendencias de la administración política que estaba en el poder, él me confió algo que podría ser bueno si todos los miembros leales de la Iglesia en la vida pública pudieran emular: “Cuando leí el artículo”, me dijo, “sabía lo que debía hacer, pero no era suficiente. Sabía que debía sentirme bien siguiendo el consejo de los líderes de la iglesia y que tenían razón. Tuve que arrodillarme una noche entera para poder lograrlo”. Presento en esa declaración la diferencia entre obediencia “inteligente” y “ciega”. Marion G. Romney, aunque nunca fue desleal a las autoridades encima de él, nunca podría ser acusado legítimamente de ser un “seguidor ciego”. (62-16, p. 742)2.
Por lo tanto, fue con una experiencia personal difícil que el Presidente Romney más tarde enseñó:
Algunos miembros asumen que uno puede estar en completa armonía con el espíritu del evangelio, disfrutar de una completa hermandad en la iglesia, y al mismo tiempo estar en desarmonía con los líderes de la iglesia y el consejo y la dirección que dan. Tal posición es completamente inconsistente. . . Quienes profesan aceptar el evangelio y al mismo tiempo critican y se rehúsan a seguir el consejo de los profetas están asumiendo una posición indefendible. Tal espíritu conduce a la apostasía.3.
El Presidente Romney también dijo:
Si queremos estar del lado de la verdad, debemos tener el Espíritu del Señor. Para obtener ese Espíritu, la oración es un prerrequisito indispensable. Orar mantendrá nuestra visión clara sobre este asunto de lealtad así como en todos los demás asuntos. Al decir “orar” no me refiero, sin embargo, a solo decir oraciones. Las oraciones pueden decirse de una manera superficial. El acceso al Espíritu de Dios, el cual es un poder que nos dirige, no puede obtenerse de esa manera. El mandamiento divino de orar no debe ser satisfecha de una manera casual ni en un esfuerzo de obtener la aprobación divina de un curso predeterminado. Una firme resolución de cumplir con la voluntad de Dios debe acompañar al pedir conocimiento para saber cuál es Su voluntad. Cuando uno se pone en la posición de que va a seguir la verdad donde sea que le lleve, aunque requiera revertir su posición anterior, puede, sin hipocresía, presentarse ante el Señor en oración. Entonces, cuando se ora con toda la energía del alma, tiene derecho y recibirá orientación. La mente y la voluntad del Señor se nos darán a conocer respecto al curso que debemos tomar.
Les aseguro, sin embargo, que el Espíritu del Señor nunca dirigirá a una persona a tomar una posición contraria al consejo de la Presidencia de Su iglesia, eso no puede suceder...4
Aquí hay un unto importante—el Presidente Romney describe la necesidad de estar dispuestos a cambiar. Esto es en verdad un acto de consagración, de poner algo que amamos y valoramos sobre el altar (nuestras convicciones políticas, nuestras convicciones morales, nuestras opiniones más profundas, nuestra comodidad social, o el hecho de que lo que se nos pide requiere reevaluar completamente nuestra visión del mundo).

Solo cuando lleguemos a estar verdaderamente dispuestos a hacer esto, podemos esperar la bendición. La fe precede al milagro.

3.- Debemos ser pacientes

Brigham Young contó sobre la primera vez que José Smith le enseñó algo que no creía y no podía creer. Sucedió cuando José le enseñó sobre los 3 grados de gloria en el cielo. Dijo Brigham:
No estaba preparado para decir que lo creía [los 3 grados de gloria], y tuve que esperar. ¿Qué hice? Se lo presenté al Señor en mis sentimientos, y dije “Esperaré hasta que el Espíritu de Dios me lo manifieste, a favor o en contra”. No juzgué el asunto, no argumenté en contra, ni en lo más mínimo. Nunca argumenté en lo más mínimo en contra algo que José presentó, pero si no podía verlo o entenderlo, se lo presentaba al Señor.5
Noten que Brigham no “sigue ciegamente” a José. Él no comienza creyendo en la doctrina simplemente porque José la predicó. Brigham insistió en que debía tener su propio testimonio antes de creer.

Sin embargo, Brigham tampoco se fue hacia el otro sentido. No se involucró a debatir, o en publicar un diario “alternativo” (¡hoy tales personas probablemente comenzarían un blog o lo escribirían en Facebook!) detallando todas las razones por las que no creían en lo que José estaba enseñando. Él ajustó su comportamiento exterior en concordancia con sus convenios, pero no abdicó su responsabilidad interna por su sincera duda e incertidumbre. Él esperó hasta recibir una revelación, pero no dejó que lo que no sabía destruyera lo que sí sabía.

Si no hubiera hecho esto, nunca habría recibido una revelación. La fe procede al milagro, y esto puede incluir a la fe para simplemente esperar.

El Presidente Packer advirtió:
Existen personas dentro de la Iglesia que se molestan cuando se verifican cambios con los cuales ellas no están de acuerdo, o cuando los cambios que ellas proponen no se llevan a cabo, y se basan en estas cosas para argumentar que los lideres no están inspirados.
Escriben y hablan para convencer a otras personas de que las doctrinas y las decisiones de las Autoridades Generales no son el producto de la inspiración.
Hay dos elementos que caracterizan a estas personas: están continuamente perturbadas por la palabra obediencia y siempre ponen la revelación en tela de juicio. Siempre ha sido así.6
4.- Si, después de todo esto, todavía creemos que los líderes de la iglesia están equivocados, todavía no estamos autorizados para predicar públicamente o instar un curso de acción o de enseñanza diferente.

El Presidente George Q. Cannon notó:
Podemos concebir que un hombre difiera honestamente en opinión de las autoridades de la iglesia y sin embargo no ser un apóstata; pero no podemos concebir que un hombre no sea un apóstata si publica estas diferencias de opinión y busca por medio de argumentos, sofistería, y peticiones engañosas para exigir a las personas que produzcan división y conflicto y que coloquen los actos y los consejos de las autoridades de la iglesia, de ser posible, en una luz equivocada, porque tal conducta es apostasía cuando entendemos el término. Dijimos además que mientras un hombre pude diferir honestamente en opinión de las autoridades por falta de comprensión, tenía que ser extremadamente cuidadoso de cómo actúa en relación a tales diferencias, o el adversario se aprovechará de él, y él pronto se llenaría del espíritu de apostasía, encontrándose luchando contra Dios y la autoridad que Él ha puesto aquí para gobernar a Su iglesia.7
5. - Se nos puede enseñar por revelación cosas que son verdaderas, y para nuestro bienestar, pero no es nuestro derecho el difundirlas públicamente, ni usarlas para abogar el cambio, etc.

Brigham Young: “Si alguno de ustedes recibiese una visión o revelación del Todopoderoso, una que el Señor le diera concerniente a sí mismo o a esta gente, pero que no debe declararla por no ser la persona designada para ello o porque todavía no debe darse a conocer a esa gente, deberá entonces guardar silencio y mantener dicha revelación sellada...y conservarla en secreto como en la tumba. El Señor no confía en aquellos que revelan lo que es secreto, porque no puede con seguridad revelarse a Sí mismo ante tales personas”.8

Joseph F. Smith: “Ni siquiera una revelación de Dios debe ser enseñada a su gente hasta que primero haya sido aprobada por la autoridad, aquel por medio de la cual el Señor da a conocer su voluntad para guiar a los santos. . . El Espíritu de revelación puede descansar sobre cualquiera, y enseñarle muchas cosas para su beneficio e instrucción general. Pero estas no son doctrinas de la iglesia, y, por más que sean verdaderas, no deben ser inculcadas [por ejemplo, enseñadas y distribuidas/publicadas] hasta que se dé el permiso apropiado.9

Joseph Fielding Smith: "Si un hombre viene entre los Santos de los Últimos Días, profesando haber recibido una visión o una revelación o un sueño extraordinario, y el Señor le ha dado tal cosa, debe guardarlo para sí mismo. . . . el Señor dará sus revelaciones en la forma apropiada, a aquel que está designado para recibir y dispensar la palabra de Dios a los miembros de la Iglesia.10

Por lo tanto, podemos decir que un deseo o voluntad de usar tal supuesta revelación para la promoción o enseñanza pública es evidencia adicional de que nuestra revelación no es de Dios. Aquellos con revelación verdadera estarán en paz, y tendrán confianza de que el Señor respetará las líneas de responsabilidad que Él ha establecido para Su Iglesia.

Conclusión

Simpatizo con los que luchan con tal situación. Pero, creo que nuestro deber es claro. Tal vez no hemos podido ser convencidos de que lo que se nos ha pedido es correcto. Tal vez necesitamos, como Brigham Young, simplemente esperar un poco más. Quizás todo lo que podemos hacer, por el momento, es sostener a los profetas y a apóstoles con nuestro silencio. ¿Es difícil? Ciertamente puede serlo. Pero, esto tampoco debería sorprendernos. Como nos advirtió Élder Nelson:
“Si tomamos en serio nuestro discipulado, Jesús eventualmente nos pedirá que hagamos las cosas que son más difíciles para nosotros”.11
Cuídense de los falsos profetas. Pero, cuídense de convertirse en falsos profetas. El Élder M. Russell Ballard enseñó en la Conferencia General de Octubre de 1999:
Cuando pensamos en los falsos profetas y en los falsos maestros tendemos a pensar en aquellos que apoyan de manera clara una doctrina falsa o que presumen tener autoridad para enseñar el Evangelio verdadero de Jesucristo de acuerdo con la propia interpretación de ellos. Con frecuencia suponemos que tales individuos están relacionados con pequeños grupos radicales que viven al margen de la sociedad. Sin embargo, repito: Hay falsos profetas y falsos maestros que son, o al menos dicen ser miembros de la Iglesia...
Por tanto, cuidémonos de los falsos profetas y de los falsos maestros, tanto hombres como mujeres, quienes se eligen a sí mismos para declarar las doctrinas de la Iglesia, y que buscan esparcir su falso evangelio y atraerse seguidores patrocinando simposios, libros y publicaciones cuyos contenidos desafían las doctrinas fundamentales de la Iglesia. Cuídense de los que hablan y escriben oponiéndose a los profetas verdaderos de Dios, que son activos en la conversión de otras personas pero que desatienden de manera imprudente el bienestar eterno de aquellos a quienes seducen. Al igual que Nehor y Korihor, del Libro de Mormón, ellos confían en la sofistería para engañar y atraerse a otras personas a sus criterios. “Se [constituyen] a sí mismos como una luz al mundo, con el fin de obtener lucro y alabanza del mundo; pero no buscan el bien de Sión” (2 Nefi 26:29).
Necesitamos desesperadamente a los profetas y apóstoles. No creo que los atesoramos lo suficiente. El filósofo político Leo Strauss tenía quizás más razón de lo que sabía cuando escribió: “Los verdaderos profetas, independientemente de que prediquen destrucción o salvación, predicen lo inesperado, lo humanamente impredecible. Lo que no se les ocurriría a los hombres [o mujeres], abandonados a sí mismos, a temer o a esperar.s”.13

Mientras más estudio y veo, más convencido estoy de que la batalla de nuestra generación es sobre los profetas—se tratará de si Dios ha hablado o no, y si aquellos con su autoridad y llaves existen o no. Soy un testigo de que existen. Y, a pesar de las debilidades que puedan tener, nosotros y este mundo estaríamos perdidos sin ellos. Alabado sea Dios porque hay apóstoles una vez más en la tierra, y un profeta en Israel.

Notas:

[1] Dallin H. Oaks, “Teaching and Learning by the Spirit,” Ensign (March 1997): 14.
[2] Harold B. Lee, Teachings of Harold B. Lee, edited by Clyde J. Williams, (Salt Lake City: Bookcraft, 1996), 84.
[3] Marion G. Romney, “Conference Report (April 1983): 21; also in “Unity,” Ensign (March 1983).
[4] Marion G. Romney, “Loyalty,” Conference Report (April 1942).
[5] Brigham Young, Journal of Discourses, 18:247 (23 July 1874).
[6] Boyd K. Packer, “Revelation in a Changing World,” Ensign (November 1989): 16.
[7] Deseret News editorial, George Q. Cannon, editor, impression of 3 November 1869; reprinted in George Q. Cannon, Gospel Truth (Salt Lake City: Deseret Book Co., 1974), 493.
[8] Brigham Young, Journal of Discourses 4:288 (15 March 1857); reprinted in Teachings of Presidents of the Church: Brigham Young, 41
[9] Joseph F. Smith Correspondence, Personal Letterbooks, 93–94, Film Reel 9, Ms. F271; cited in Dennis B. Horne (ed.), Determining Doctrine: A Reference Guide for Evaluation Doctrinal Truth (Roy, Utah: Eborn Books, 2005), 221–222. Also in Statements of the LDS First Presidency, compiled by Gary James Bergera (Signature, 2007), 121.  Bergera indicates it is a letter from JFS to Lillian Golsan, 16 July 1902.
[10] Joseph Fielding Smith, Conference Report (April 1938): 65–67; see also Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, comp. Bruce R. McConkie, 3 vols. (Salt Lake City: Bookcraft, 1954–56), 1:288.
[11] Neal A. Maxwell, A Time to Choose (Salt Lake City, Utah: Deseret Book, 1975), 46.
[12] M. Russell Ballard, “Beware of False Prophets and False Teachers,” Ensign (November 1999): 62, emphasis added.
[13] Studies in Platonic Political Philosophies; cited in Henry B. Eyring, “Faith, Authority, and Scholarship,” in On Becoming a Disciple–Scholar, edited by Henry B. Eying, (Bookcraft, Salt Lake, 1995), 64.

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