El Desarrollo del Concepto Mormón de la Gracia

Por Blake T. Ostler
Traducción Libre: DPCS

LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS pueden sorprenderse al descubrir que José Smith no rechazó la importancia de la gracia. De hecho, él desarrolló una visión profunda y novedosa para resolver muchos de los problemas presentados por la dicotomía gracia y libertad en el pensamiento cristiano clásico. Por otra parte, el concepto de la gracia de José fue consistente a través de toda su vida, a pesar de que sufrió un importante cambio de categorías desde pensamientos Paulinos a Joánicos. La noción la gracia presentada en el Libro de  Mormón es esencialmente la misma que José Smith enseñó en la era de Nauvoo. Sin embargo algunas tempranas suposiciones subyacentes al esquema de la gracia del Libro de Mormón fueron abandonados en Nauvoo: sobre todo, las ideas del "pecado original" y la "gracia regeneradora." A pesar de la continuidad en el concepto subyacente, la noción mormona de la gracia se desarrolló desde ser una teología basada en estados estáticos hasta ver a la gracia como un proceso continuo de crecimiento durante toda la vida y la eternidad.

Para esta ensayo, voy a adoptar las siguientes definiciones. (Estas definiciones incorporan conceptos sobre el  funcionamiento de la gracia desarrollados en gran medida desde Agustín.):

Pecado original real: Según Agustín, Lutero y Calvino, es el estado de los seres humanos antes de la regeneración de la voluntad, en la que todos son moralmente impotentes e incapaces de elegir libremente hacer  un acto meritorio.

Gracia Común: La noción arminiana que Dios otorga la gracia salvadora a todas las personas en el mismo grado y de forma idéntica. Esta gracia es suficiente para la salvación si es aceptado libremente.

Gracia Concurrente: El punto de vista de Luis de Molina que la gracia salvadora sólo es suficiente si se combina con la libre voluntad humana para convertirse en la gracia eficaz.

Gracia Eficaz u operativa: la gracia que logra la salvación.

Gracia Irresistible: Gracia que no puede ser rechazado por una mala voluntad.

Culpa Original o Transgresión Original: La culpabilidad moral, compartida por todos los seres humanos, por los actos de Adán.

Gracia preventiva o preveniente: Antes de cualquier acto del albedrío humano, la gracia que mueve la voluntad humana a tener fe o para aceptar la gracia eficaz.

Gracia Perseverante o Perseverando en Gracia: Gracia otorgada a aquellos que han aceptado la gracia suficiente a fin de que puedan resistir el pecado y perseverar "en la gracia."

Gracia Suficiente: Gracia que es suficiente para la salvación en el caso de que sea aceptada realmente.

Pecado original hipotético : Un estado que existiría sino fuera por la expiación y que se convierte en real en los sucesos del hombre para quien elige libremente el mal.

LA POSICIÓN MORMONA DE LA GRACIA DIVINA Y EL LIBRE ALBEDRÍO HUMANO

Aurelio Agustín, obispo de Hipona (354-430), fue el principal responsable de la noción tradicional de la gracia. Según Agustín, los seres humanos fueron libres antes de la Caída en el sentido de que podían elegir el bien o el mal. Después de la caída, sin embargo, se convirtieron en esclavos de una naturaleza malvada a menos y hasta que la voluntad humana fuese regenerada a través del don de la gracia irresistible de Dios. Después de la caída, los humanos podían elegir solamente el mal a menos que sean salvos por gracia. La noción agustiniana de la gracia fue adoptada con muy pocas modificaciones por Calvino y Lutero. Fue esta noción de gracia que los arminianos rechazaron porque parece hacer a Dios responsable de manera arbitraria, al decidir condenar a algunas personas.

El Libro de Mormón

El Libro de Mormón invierte el orden de los estados de gracia postuladas por Agustín. En el Libro de Mormón, la humanidad carecía de libertad moral antes de la caída, porque en ese momento no tenían alternativas entre las que elegir. Dios les dio libertad cuando él proporciono a Adán y Eva mandamientos contrarios: "Era menester una oposición; sí, el fruto prohibido en oposición al árbol de la vida, siendo dulce el uno y amargo el otro. Por lo tanto, el Señor Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo. De modo que el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro." (2 Nefi 2:15-16). Antes de la caída, por lo tanto, los seres humanos estaban en un estado de infantil inocencia, no conociendo el bien del mal. Si Adán y Eva no hubieran transgredido, "habrían permanecido en el mismo estado" de inocencia (2 Ne. 2: 22-23). Dios creó a Adán y Eva en este estado inocente, incapaz ya sea de pecar o de hacer el bien (2 Ne. 2:23). La caída, por lo tanto no se consideraba un pecado en el Libro de Mormón, porque uno no puede pecar a menos que posea conocimiento del bien y del mal, y Adán y Eva no poseían tal conocimiento hasta después de la Caída. Más bien, la caída resultó de la "transgresión" del mandamiento de Dios (2. Ne 2:22). El Libro de Mormón adoptó una noción de pecado muy similar a Zwinglio, quien sostuvo que donde no hay ley, no puede haber pecado: "Y si decís que no hay ley, decís también que no hay pecado. Si decís que no hay pecado, decís también que no hay rectitud."(2 Ne. 2:13). Este pasaje describe el pecado como un acto que viola la ley, no como un estado del ser que uno hereda. El Libro de Mormón distingue de manera uniforme entre "transgresión" (que siempre se refiere a la violación de la ley y sin culpabilidad moral) y "pecado", que se refiere a la conducta culposa que merece un castigo. Pelagio y Zwinglio señalaron que el pecado original heredado es imposible si uno solo es responsable de sus propios actos.

Los mandamientos paradójicos dados a Adán y Eva, les obligaron a tomar una elección. Adán y Eva habían sido mandados a multiplicarse y henchir la tierra, pero no podían cumplir eso a menos que comieran del árbol del conocimiento del bien y del mal (2 Ne. 2:22). Sin embargo, Dios también había ordenado a Adán y Eva que no comieran del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (2 Ne. 2:18). Dios por lo tanto concedió a Adán y Eva una elección entre alternativas (permanecer en un estado de inocencia o hacer frente a la oposición que haría que posible la madurez espiritual, conociendo el gozo porque experimentarían la miseria, capaces de hacer el bien porque serían capaces de hacer el mal (2. Ne 2:23). Fue "señalado" de antemano que participarían del fruto prohibido y morirían (Alma 42:5-6). El Libro de Mormón así estableció un fuerte concepto de libre albedrío claramente opuesto a la tradición agustiniana / calvinista. Mientras que los calvinistas definen el libre albedrío como la capacidad de hacer lo que a uno le plazca, incluso si uno solo es capaz de gustar hacer el mal, el Libro de Mormón define el libre albedrío como ser capaces de elegir tanto las opciones buenas como malas. La noción del libre albedrío en el Libro de Mormón requiere elegir entre alternativas que están genuinamente abiertas a los agentes, lo que ahora llamaríamos libre albedrío contracausal, categórico, o  libertario: la capacidad de hacer tanto el bien o el mal dadas todas las circunstancias que se obtienen al momento de la decisión libre. La importancia de esta noción más fuerte del libre albedrío en el pensamiento Mormón difícilmente puede ser exagerada. Es la base desde la que se construyó el edificio de la teología mormona.

Como resultado de la caída, la humanidad fue "separados de la presencia del Señor" (Alma 42: 7). Es decir, los hombres morirán y ya no estarían en la presencia de Dios.  Después de la caída, todas las personas estarían en un estado contrario al estado en el que Dios los creó y, por naturaleza diabólicos o malvados (Mosíah 3:19; Alma 41:11, 42:10), ángeles cautivos del diablo (2 Nefi 9: 8-9.), y no serían libres para elegir el bien, ya que estarían sujetos al diablo (Mosíah 16: 3) o así sería, es decir, excepto por la expiación (2 Nefi 9: 6-7; Alma 42: 14-16). Debido a la expiación, todas las personas vencerán la muerte espiritual (separación de Dios) y resucitaran y regresaran a la presencia de Dios "para ser juzgados según sus obras" (Alma 42:23; 2 Ne. 9: 13-16; Alma 41: 3-4). Sólo "por medio de los méritos, y misericordia, y gracia del Santo Mesías" las personas pueden morar en la presencia de Dios (2 Ne. 2: 8). Debido a la expiación, 'todas' las personas son rescatados de su servidumbre por el diablo y de sus naturalezas malvadas y nos hace libres para actuar por nosotros mismos:
Y el Mesías vendrá en la plenitud de los tiempos, a fin de redimir a los hijos de los hombres de la caída. Y porque son redimidos de la caída, han llegado a quedar libres para siempre, discerniendo el bien del mal, para actuar por sí mismos, y no para que se actúe sobre ellos, a menos que sea por el castigo de la ley en el grande y último día, según los mandamientos que Dios ha dado. Así pues, los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que para ellos son propias. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo; pues él busca que todos los hombres sean miserables como él.(2 Ne. 2:26-27)
José Smith ha traducido aquí a Lehi, en la terminología familiar para el Calvinismo. Los calvinistas sostienen que se actúa sobre la voluntad humana, pero no actúan por sí mismo en la decisión de aceptar la gracia de Dios. El Libro de Mormón sostiene, por el contrario, que la redención de Cristo a partir de la Caída hace a todas las personas libres para actuar por sí mismos, y no sólo para que se actué sobre ellos.

El Libro de Mormón también enseña que los niños pequeños no necesitan el bautismo, porque la expiación los libra automáticamente de la cautividad del diablo y del pecado (Mosíah 15: 24- 25). Tampoco los niños pequeños son capaces de elegir entre el bien y el mal, y por lo tanto sus decisiones no están sujetas al juicio: "los niños pequeños son sanos, porque son incapaces de cometer pecado; por tanto, la maldición de Adán les es quitada en mí," (Moroni 8: 8, 12.). Además, todos aquellos que murieron en la ignorancia del evangelio de Cristo Dios también serán redimidos (Mosíah 15:24).

Por lo tanto, ninguna persona, según el Libro de Mormón, es en realidad malo por la naturaleza depravada. Al nacer, todos son liberados automáticamente por la expiación de Cristo de la servidumbre del mal y de todos los efectos de la Caída. Así, aunque el Libro de Mormón promulga una noción del "pecado original", es un "pecado original hipotético" que en realidad no afligen a las personas a menos que rechazen la expiación. Sin embargo, los que rechazan a Cristo libremente durante su probación mortal, teniendo el conocimiento del bien y del mal, rechazan los beneficios de la expiación y regresan a la servidumbre del diablo, malos por naturaleza y a un estado no redimido. Es decir, las personas llegan a ser malos debido a malas por las decisiones hechas libremente 'después' de que llegaron a ser capaces de pecar y de abstenerse del pecado (a diferencia de los niños); el mal no es el resultado de la transgresión de Adán, ni de la propia naturaleza inherentemente mala:
De modo que toda la humanidad estaba perdida; y he aquí, se habría perdido eternamente si Dios no hubiese rescatado a su pueblo de su estado caído y perdido. Pero recordad que quien persiste en su propia naturaleza carnal, y sigue las sendas del pecado y la rebelión contra Dios, permanece en su estado caído, y el diablo tiene todo poder sobre él. Por tanto, queda como si no se hubiera hecho ninguna redención, siendo enemigo de Dios; y también el diablo es enemigo de Dios. (Mosiah 16:4-5)
El subjuntivo aquí indica que la noción de que las personas están perdidas a causa de la caída que es contrafactual; a causa de la expiación, las personas no están realmente perdidas. No obstante, las personas pueden continuamente volverse malos y cautivos al diablo por decisiones malas hechas libremente (2 Nefi 2:29, 9:16; Alma 41: 5-7, 11-12). El Libro de Mormón también hace hincapié en que debido, a que las personas son libres de tomar decisiones buenas y malo, Dios es justo, al juzgar a 'todas' las personas y recompensarlos según sus obras (Alma 41: 3 -5). Por otra parte, Alma enseñó que Dios es justo, precisamente porque 'todos' pueden responder libremente a su gracia y ellos son juzgados por sus propios actos y no por los actos de otro. En su discusión de la justicia del juicio de Dios, Alma enseñó a su hijo Coriantón:
Por tanto, oh hijo mío, el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida; y quien no quiera venir, no está obligado a venir; pero en el postrer día le será restaurado según sus hechos. Si ha deseado hacer lo malo, y no se ha arrepentido durante sus días, he aquí, lo malo le será devuelto, según la restauración de Dios... ¡Oh hijo mío, quisiera que no negaras más la justicia de Dios! No trates de excusarte en lo más mínimo a causa de tus pecados, negando la justicia de Dios. Deja, más bien, que la justicia de Dios, y su misericordia y su longanimidad dominen por completo tu corazón; y permite que esto te humille hasta el polvo. (Alma 42:27-28, 30)
La salvación es por lo tanto un don gratuito a disposición de todos para que sea libremente aceptado (2 Ne. 2: 4). Sin embargo, todos son libres de elegir 'sólo a causa' de la gracia de Dios. A causa de la expiación realizada por Cristo. Aunque en el Libro de Mormón aparece la palabra "gracia" sólo cuatro veces en relación a la salvación, la visión del libro sobre la redención de la transgresión de Adán como la base de la libertad humana asume la gracia salvadora de Dios. Las personas son libres de actuar y elegir por sí mismas, pero esta libertad se hace posible por la gracia:
Anímense, pues, vuestros corazones, y recordad que sois libres para obrar por vosotros mismos, para escoger la vía de la muerte interminable, o la vía de la vida eterna. Por tanto ... reconciliaos con la voluntad de Dios, y no con la voluntad del diablo y la carne; y recordad, después de haberos reconciliado con Dios, que tan sólo en la gracia de Dios, y por ella, sois salvos. (2 Ne. 10:23-24)
Ya que la libertad humana surge de la redención de Dios, las personas son en última instancia salvados, después de todo lo que pueden hacer, no por sus obras, sino por la gracia de Dios (2. Ne 25:23). El Libro de Mormón afirma, al igual que los molinistas, que todas las personas son libres de elegir entre alternativas y por lo tanto libres de aceptar o rechazar la gracia de Dios, pero la elección es en última instancia hecha posible sólo por la gracia de Dios. Uno entra en la senda que conduce a la vida eterna "por la palabra de Cristo, con fe inquebrantable en él, confiando íntegramente en los méritos de aquel que es poderoso para salvar." (2 Ne. 31:19). Sin embargo, una vez en la senda, la responsabilidad está en la agencia humana, para persistir en la fe por la gracia de Dios; no hay garantía de la salvación por la virtud la gracia preventiva:
Y oí la voz del Padre que decía: Sí, las palabras de mi Amado son verdaderas y fieles. Aquel que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y ahora bien, amados hermanos míos, por esto sé que a menos que el hombre persevere hasta el fin, siguiendo el ejemplo del Hijo del Dios viviente, no puede ser salvo.(2 Ne. 31:15-16)
El Libro de Mormón también adopta una noción de la santificación o perfección obtenida a través de la gracia: "y si por la gracia de Dios sois perfectos en Cristo... entonces sois santificados en Cristo por la gracia de Dios" (Moroni 10:. 32- 33). La santificación se refiere aparentemente a la santidad añadido después de que uno ha sido justificado o limpiado del pecado. Sin embargo, esta santificación a través de la gracia fue hecha posible, solo al dedicar todo a Dios: "alma, mente y fuerza" (Moroni 10:32.). El Libro de Mormón es muy cercano a la noción de la gracia hecho famosa por Dietrich Bonhoffer, un teólogo alemán que acuñó el término "la gracia barata". "El único hombre que tiene el derecho de decir que él es justificado por la gracia sola es el hombre que ha dejado todo para seguir a Cristo. Ese hombre sabe que el llamado al discipulado es un don de la gracia, y que el llamado es inseparable de la gracia "(1961, 55).

El Libro de Mormón también hace hincapié en que Dios ha decretado los tiempos y el orden de los acontecimientos (Alma 41). Por otra parte, las elecciones de Dios para el sacerdocio son condicionales, es decir al igual que los Arminianos enseña que Dios basa sus decretos sobre su presciencia (conocimiento previo) de las elecciones y de la fe de un individuo:
Este sumo sacerdocio era según el orden de su Hijo, el cual orden existía desde la fundación del mundo, o en otras palabras, es sin principio de días ni fin de años, preparado de eternidad en eternidad, según su presciencia de todas las cosas... Pues como decía respecto al santo orden, o sea, este sumo sacerdocio, hubo muchos que fueron ordenados y llegaron a ser sumos sacerdotes de Dios; y fue por motivo de su fe excepcional y arrepentimiento, y su rectitud ante Dios, porque prefirieron arrepentirse y obrar rectamente más bien que perecer. (Alma 13:7, 10)
El orden establecido "desde la fundación del mundo" incluye ordenaciones basadas en la presciencia de quién se "arrepentiría y obraría rectamente." Los Decretos de Dios son, entonces, claramente no arbitrarios. Teniendo en cuenta el Libro de Mormón en relación con otro pensamiento cristiano, más a fondo aclara su perspectiva particular sobre la doctrina de la gracia. La terminología tomado de Pablo nunca se utiliza para describir la noción de la gracia en el Libro de Mormón. El término "justificación" nunca se usa en el sentido paulino, y tampoco lo es la frase clave paulina, "justificado por la gracia." Igualmente notable, el Libro de Mormón es rico en conceptos y distinciones teológicas definidas principalmente en respuesta a Agustín y por consiguiente sigue la línea de pensamiento representado por Ireneo, Pelagio, Luis de Molina, y especialmente Arminio.

Al igual que Ireneo, el Libro de Mormón ve a Adán y Eva antes de la caída, como inmaduros e inocentes. Ambos ven la caída como el plan de Dios para permitir el crecimiento humano a la madurez espiritual a través de afrontar la oposición moral y el dolor físico. Como Ireneo, el Libro de Mormón ve a seres humanos, ni como buenos ni malos, sino capaces de elegir libremente ambas. De hecho, el Libro de Mormón está de acuerdo con Ireneo en la mayoría de los puntos principales en contra de Agustín. Ireneo incluso abrazó una doctrina de la deificación humana, aunque curiosamente el Libro de Mormón no, Esa enseñanza vendría con la revelación posterior. Sin embargo, la doctrina de la deificación es un desarrollo natural de la doctrina de la perfección a través de la gracia santificante de Cristo, tal como lo era para la teología de Ireneo.

El Libro de Mormón en consecuencia invierte el orden de los estados de la Gracia presentadas por Agustín / Calvino:

ESTADO
CALVINISTA/ AGUSTINIANA
LIBRO DE MORMÓN
Antes de la Caída
Capaz de escoger tanto lo bueno como lo malo (posse non peccar)
Incapaz de escoger ya sea lo bueno o lo malo (inocente)
Tras la Caída pero antes de la Regeneración
No es capaz de no pecar(non posse non peccar)
No existen tales personas, la expiación libera automáticamente a todas las personas de su cautividad al mal
Tras la Caída pero después de la Regeneración
No capaz de pecar, algunas personas son liberadas de su mala naturaleza por la gracia preventiva de Dios (non
posse peccare).
Todas las personas son capaces de escoger lo bueno o lo malo
Después de tener libre elección
Ninguna de las persona son libres en este sentido (libero arbitrio). Dios condena a quienes Él no elige salvar y salva a los que Él elige.
Aquellos quienes eligen lo malo regresan a su estado malo por naturaleza; aquellos quienes eligen lo bueno reciben la vida eterna.

El Libro de Mormón puede ser discutido con precisión como similar a una línea de pensamiento desarrollado por Pelagio, pero también hay diferencias significativas. Pelagio sostenía que las personas son libres sin la regeneración de la voluntad, que la caída de Adán no tuvo efecto sobre sus descendientes. En contraste, el Libro de  Mormón ve la caída tan desastroso, de no ser por la expiación. Sin la expiación, todas las personas serían cautivas del diablo. Sin embargo, el Libro de Mormón acepta que en realidad ninguno de los descendientes de Adán son por naturaleza inherentemente culpables como consecuencia de la caída. Ambos rechazan la noción del pecado original. Sin embargo, las personas pueden llegar a ser malas y ser restaurado a la "naturaleza del mal" si eligen libremente el mal. Tanto Pelagio y el Libro de  Mormón enfatizan claramente el papel del libre albedrío en la salvación.

El Libro de Mormón está más cerca al Arminianismo en su doctrina de la gracia sinérgica. El Libro de Mormón explica la preordenación al sacerdocio, por ejemplo, como base de la fe prevista y la libre elección. La preordenación es por lo tanto de forma condicional, merecido por la acción humana. El Libro de Mormón por lo tanto rechaza la elección arbitraria y la predestinación. Sin embargo, la punto de vista del Libro de Mormón es que la salvación es en última instancia, por la gracia que es libremente aceptada. Al igual que el Arminianismo, el Libro de Mormón presenta una operación de la gracia en dos etapas. La primera etapa implica la restauración incondicional de la voluntad y de la redención de la servidumbre del diablo para todas las personas. Esta gracia es similar a la gracia preveniente, por ser previa a cualquier acto de la voluntad humana. En lugar de limitarse a preparar a la voluntad para ejercer la fe, sin importar como, esta primera etapa de la gracia faculta o restaura la voluntad a su capacidad de aceptar o rechazar la gracia y tomar decisiones entre distintas alternativas. Esta gracia no se limita a "fortalecer" la voluntad, entonces, de la misma forma que el Arminianismo, antes de la acción restauradora de Dios no existe el libre albedrío. Sólo expiación regeneradora de Dios hace posible el libre albedrío.

En la segunda etapa, Dios concede la gracia suficiente para todos. Todas las personas pueden optar por aceptar la gracia si así lo desean: "Por lo tanto... el que quiera venir, puede venir a beber libremente de las aguas de la vida" Sin embargo, los individuos también pueden elegir si desean aceptar la gracia: "y quien no quiera venir, no está obligado a venir" (Alma 42:27). El Libro de Mormón por lo tanto rechaza toda forma de gracia irreistible y eficaz. Además, el Libro de Mormón es como el Arminianismo en que rechaza toda forma de reprobación, porque Dios quiere que todos las personas se salven; pero la decisión de aceptar la gracia es por último dependiente del libre albedrío individual. Además, el Libro de Mormón rechaza la noción más débil del libre albedrío adoptado por Agustín y Calvino, porque Dios no puede garantizar que las personas 'libremente' "escog[an] la vida eterna" (2 Ne. 2: 26- 28). Para el Libro de Mormón, el libre albedrío es siempre y solamente posible en presencia de opciones alternativas que sean genuinamente abiertas y en última instancia dependiente del agente humano.

Por último, debido a que el Libro de Mormón, como el Arminianismo, rechaza la idea de que los descendientes de Adán son culpables del pecado de Adán, sino que también rechaza la idea de que un Dios justo pueda condenar a las personas basadas simplemente en su naturaleza malvada. En cambio, las personas son juzgadas únicamente en base de sus pecados. Quisiera hacer hincapié en que ni el Libro de Mormón, ni ninguna otra escritura apoya la opinión de que algunas personas serán juzgadas no según sus propias obras, sino por los méritos de Cristo. El Libro de Mormón enseña que todos deben confiar totalmente en los méritos de Cristo para entrar en el camino que conduce a la  vida eterna, pero todos serán juzgados en base a sus propias obras. Al igual que en los de escritos de Pablo, los escritores  del Libro de Mormón parecen conscientes de cualquier tensión entre la idea de que las personas entran libremente en la relación de convenio por la gracia de Dios y de la opinión de que todas las personas son juzgados y recompensados según sus obras. De hecho, el Libro de Mormón hace hincapié en que es sólo porque las personas son libres de elegir (incluyendo si acepta o no la gracia) que ellos puedan ser juzgados en base a sus obras (Alma 40 y 42). La idea de que una persona puede ser castigado o recompensado por las acciones de otra persona es rechazado como injusto por el Libro de Mormón. Pelagio tenía razón  de acuerdo con el Libro de Mormón, en la idea de que una persona no puede ser condenado o recompensado por algo, salvo que surja de su propia voluntad.

El Libro de Moisés

El libro de Moisés refuerza la línea de pensamiento arminiano encontrado en el Libro de Mormón. Hace hincapié en la importancia del libre albedrío al proponer un plan alternativo presentado por Satanás que garantizaba "que no se perderá ni una sola alma" (Moisés 4: 1). Sin importar incluso de que algunas personas se perderían, este plan fue rechazado porque sería "destruiría el albedrío del  hombre" (Moisés 4: 3). El libro de Moisés enseña que Adán y Eva no fueron creados libres, porque Dios les "dio su conocimiento el día en que los creé; y en el Jardín de Edén le di al hombre su albedrío" (Moisés 7:32). Por consiguiente Dios les dio a Adán y Eva el albedrío; que no era de ellos, en virtud de la creación como sostuvo Pelagio. Más bien, el albedrío surgió en el momento en que Dios en el Jardín del Edén les dio a Adán y Eva una elección entre distintas alternativas.
El libro de Moisés también enfatiza que las personas llegan a ser "naturalmente" malos por libre elección y no son malos como  resultado de la caída. De hecho, el libro de Moisés utiliza el término preciso « transgresión o culpa original" y sostiene que todas las  personas han sido redimidos de sus efectos:
Y el  Señor le contestó: He aquí, te he perdonado tu transgresión en el Jardín de Edén. De allí que se extendió entre el pueblo el dicho: Que el Hijo de Dios ha expiado la transgresión [guilt: culpa] original, por lo que los pecados de los padres no pueden recaer sobre la cabeza de los niños, porque éstos son limpios desde la fundación del mundo. (Moises 6:53-54)
El libro de Moisés por lo tanto enseña que los descendientes de Adán no heredan la culpabilidad original, ya que el mismo Adán había sido perdonado de su "transgresión". Cuando él mismo ya no guarda la culpa, Adán no puede transmitirlo genéticamente. El libro de Moisés además destaca que "la naturaleza mala" surge a partir de la libre elección, mostrando que los descendientes de Adán se convierten en malos sólo después de que sus propias elecciones libres rechazan a Dios:
Y Satanás vino entre ellos, diciendo: Yo también soy un hijo de Dios; y les mandó, y dijo: No lo creáis; y no lo creyeron, y amaron a Satanás más que a Dios. Y desde ese tiempo los hombres empezaron a ser carnales, sensuales y diabólicos. (Moises 5:13, enfasis agregado
La clave es que incluso si los hijos son "concebido en pecado" (6:55) como resultado de la "transgresión original" (6:54), la culpa surge en los corazones de quienes se vuelven a su estado natural diabólico y carnal porque sus obras eran malas (6:49). Es decir, las personas que sufren de la culpabilidad o transgresión original, sólo después de que libremente han elegido rechazar los beneficios de la expiación. Así que, aunque la noción del pecado original parece ser adoptado, es un "pecado original hipotético" que no tiene ningún efecto a menos que las personas elijan libremente las malas obras. Y además, el libro de Moisés registra de forma inequívoca que la caída no fue una calamidad, sino una ocurrencia feliz, de acuerdo con el plan de Dios. Adán y Eva se regocijaron por las oportunidades que ofrece el plan de Dios como resultado de la caída:
Bendito sea el nombre de Dios, pues a causa de mi transgresión se han abierto mis ojos, y tendré gozo en esta vida, y en la carne de nuevo veré a Dios. Y Eva, su esposa, oyó todas estas cosas y se regocijó, diciendo: De no haber sido por nuestra transgresión, nunca habríamos tenido posteridad, ni hubiéramos conocido jamás el bien y el mal, ni el gozo de nuestra redención, ni la vida eterna que Dios concede a todos los que son obedientes. (Moises 5:10-11)
El libro de Moisés comparte los puntos de vista de Ireneo y Arminio que la Caída  ofrece a la humanidad una oportunidad para crecer y madurar.

Este pasaje también se hace eco de los sentimientos del antiguo rito romano de la Pascua: "O felix culpa, quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem" (Leibniz, párr. 10). ¡Feliz la culpa que nos permitió tener un Redentor! La actitud hacia la caída es aún más típicamente arminiano, sin embargo. Eva entendió correctamente el plan de Dios para su crecimiento espiritual y madurez; ella obedeció al participar del fruto prohibido por Dios. El propósito de Dios al mandarles no comer, no era castigarles arbitrariamente por hechos triviales, sino que les proporciono opciones entre alternativas genuinamente abiertas como un pre-requisito necesario para una genuina agencia libre.

Derivado de Génesis, el libro de Moisés fue parte de la exposición inspirada de José Smith de la Biblia del Rey Santiago. Esta interpretación inspirada en el espíritu de la expansión midráshica, nos aclara la comprensión del profeta de la Biblia. También de particular interés en el presente contexto son las correcciones del Profeta de los escritos de Pablo con respecto a la gracia. Alteró un pasaje de una manera que parece enfatizar sola gratia : "Siendo, por tanto, justificados solamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús." (TJS Romanos 3:24).

Esta modificación altera una importante prueba textual arminiana que apoya su opinión de que "la salvación se ofrece gratuitamente a todos mediante la redención de Cristo." La palabra clave es "ofrecer"; la aceptación depende del libre albedrío individual, lo que sugiere un trabajo sinérgico de la gracia. La adición de "solamente" por "por su gracia" parece apoyar un concepto monergista de la gracia, sin embargo, el Profeta altero otro pasaje de Romanos de una manera que pone de relieve una clara noción sinérgica de la gracia:
Por tanto, sois justificados por la fe y por las obras, mediante la gracia, a fin de que la promesa sea firme para toda la descendencia; no solamente para los que son de la ley, sino también para los que son de la fe de Abraham, quien es padre de todos nosotros. (TJS Romanos 4:16)
Las dos alteraciones no son necesariamente inconsistentes. No veo ninguna manera de interpretar el último pasaje, excepto como una declaración de sinergia: "justificados por la fe y por las obras." Sin embargo, el primer pasaje puede ser interpretada como consistente con la segunda, si lo leemos como una declaración de justificación por medio solo de Cristo en lugar de la sola gracia. Esta interpretación es consistente con la afirmación del Libro de Mormón, de que la salvación sólo se puede obtener a través del nombre de Cristo (2 Nefi 25:20, 23-30; Mosíah 3:17, 5:8).

Pensamiento Mormón de 1834

El punto de vista mormón de la salvación fue inicialmente muy similar a la sección arminiana conservadora del pensamiento protestante. Aunque el Arminianismo en sus múltiples formas en el siglo XIX mantuvo una crítica del calvinismo, las teologías tanto arminianas y calvinistas fueron interpretaciones de Pablo, principalmente de Romanos y Gálatas. Ambos pensamientos de la salvación en términos de estados del ser: en un estado de gracia, en un estado de justificación, en un estado de santificación. Las primeras revelaciones de José Smith también tendían a expresar la salvación en términos de estados de ser derivado del pensamiento paulino. Doctrina y Convenios 20 se publicó en la edición premier de Evening and Morning Star como una declaración de los principios básicos y creencias de la naciente iglesia bajo el título "Artículos y Convenios de la Iglesia de Cristo." Los artículos definen las creencias de la Iglesia sobre la gracia en términos familiares:
Y sabemos que la Justificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera; y también sabemos que la Santificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo es justa y verdadera, para con todos los que aman y sirven a Dios con toda su alma, mente y fuerza. Pero existe la posibilidad de que el hombre caiga de la gracia y se aleje del Dios viviente; por lo tanto, cuídese la iglesia y ore siempre, no sea que caiga en tentación; sí, y cuídense aun los que son santificados...(EMS, June 1832, 1:1, p. 1)
Los eslóganes de la justificación y la santificación por la gracia eran sin duda derivados de las cartas de Pablo a los Gálatas y a los Romanos y la carta pseudo-Paulina a los Efesios, pero eso no significa que son utilizados en un sentido idéntico. En casi todos los casos, Pablo usó el término "santificación" como sinónimo de justificación. "Justificación" en el pensamiento de Pablo quería decir judicialmente declarar a una persona inocente. "Santificación" significa considerar a una persona como justo. Ambos términos para Pablo significaban esencialmente una persona "justa y sabia", una frase acuñada por el académico paulino EP Sanders, que significa en esencia, hacer que una persona sea aceptable para entrar en una relación con el santo y justo Dios (1983, 470). Estos términos se tomaron en distinciones teológicas más técnicos, en discusiones de la gracia tras Agustín. La "Justificación" significaba ser regenerado del pecado original y por lo tanto ser aliviado de la carga por la culpa de Adán. La "Santificación" llegó a ser equivalente con estar muy establecido en la gracia que la perseverancia en justicia estaba asegurado. Las personas santificadas eran incapaces de pecar. La mayoría de los arminianos liberales en el siglo XIX  rechazaron la gracia perseverante porque era incompatible con el libre albedrío.

Los Artículos y Convenios de la Iglesia hicieron hincapié en que, aunque las personas lleguen a ser justificadas o santificadas por la gracia, deben perseverar en obras de amor. Los artículos rechazan cualquier noción de una garantía de salvación por la gracia perseverante, haciendo hincapié en que incluso "los que son santificados" deben cuidarse porque pueden "caer de la gracia" por rechazar a Dios. Los artículos son consistentes con el énfasis arminiano de la voluntad humana (pero es expresado en términos de la capacidad de una persona por caer de la gracia). La Gracia por consiguiente no es ineluctable, puede ser rechazada, incluso después de que ha sido aceptada. Una noción de proceso continuo "en gracia" existía desde el principio del pensamiento mormón.

Aunque el Libro de Mormón rechazó la doctrina del pecado original real, algunos de los primeros Santos de los Últimos Días aún hablaban de la naturaleza humana depravada. Por ejemplo, Warren Cowdery, el hermano de Oliver Cowdery, apoyó sus puntos de vista de la pecaminosidad humana natural al atribuir "esta semilla de corrupción a la depravación de la naturaleza.... [Porque nacimos en pecado, el Evangelio llega a la conclusión de que debemos aplicar todo nuestros esfuerzos atentos para erradicar las semillas de la corrupción" - Evening & Morning Star (Oct. 1832, p. 77). Sin embargo, Cowdery no aceptó la doctrina calvinista de la depravación absoluta, porque está animando a las personas a erradicar las semillas del pecado de su naturaleza. De hecho, de acuerdo con Cowdery, la naturaleza humana nunca está totalmente perdida, porque queda en el ser humano "la imagen de Dios, en el cual fuimos formados, y que nunca puede ser borrado por completo.... Y, debido a que la imagen del Creador está parcialmente borrado de nuestros corazones, el evangelio llega a la conclusión de que debemos entregarnos por completo para volver a ella, y así responder a la excelencia de nuestro origen". Warren Cowdery expresó la opinión arminiana que la naturaleza humana estaba herido, pero no fatalmente herido.

Después de 1831, la terminología paulina esta visiblemente ausente del sermón y escritura mormona. Este repentino silencio rotundo sobre la naturaleza malvada de la humanidad, la justificación o santificación por la gracia anunciaban un importante cambio del pensamiento mormón, lejos de las categorías protestantes y hacia una nueva comprensión y expresión reformulada de la Gracia del profeta José Smith. Debates sobre la "justificación por gracia", simplemente no aparecen en la escritura mormona después de 1831. Esta ausencia de terminología paulina, a menudo se ha tomado que significa un rechazo del concepto de la gracia y la adopción de un evangelio de obras sin la Gracia; Sin embargo, este punto de vista es erróneo. Escritura mormona adopto un nuevo modelo de la Gracia; no rechaza todo concepto de la Gracia. El cambio se inició discretamente en la revelación de Junio de 1831 que declaró:  "Lo que es de Dios es luz; y el que recibe luz y persevera en Dios, recibe más luz, y esa luz se hace más y más resplandeciente hasta el día perfecto."(D. y C. 50:24). El nuevo modelo se desplazó de una noción de la gracia basada en los estados de ser, a uno basado en un proceso continuo de crecimiento a la luz ofrecida por Dios. La expresión mormona de la actividad salvadora de Dios abandonó la terminología paulina y adoptó la metáfora de la luz y la oscuridad que se encuentra en el Evangelio de Juan. La metáfora de la luz expresa con mayor precisión la noción del mormonismo, del gran poder y conocimiento de Dios al ofrecer a los seres humanos libertad para aceptarle o rechazarle.

La declaración fundamental de la naturaleza de la salvación en el pensamiento Mormón se encuentra en la revelación de Febrero de 1832 conocida como "La Visión", ahora Doctrina y Convenios 76. Esta revelación fue considerado como doctrina demasiado profunda para los nuevos conversos y por lo tanto no se circulaba ampliamente. No obstante, tuvo un impacto tremendo en José Smith. Creo que es correcto decir que los conceptos expresados en la Visión, le tomaron por sorpresa a José Smith. Él estaba asombrado de las implicaciones de este nuevo conocimiento de Dios. La Visión enseña que las personas viven en diversos grados de luz ofrecidas por Dios, y Él salva a todas las personas, excepto a una pequeño grupo, que teniendo pleno conocimiento de Él pero le niegan abiertamente: "Por tanto, a todos salva él menos a ellos" (vs. 42 -44). El máximo grado de la salvación está reservada para:
los que recibieron el testimonio de Jesús, y creyeron en su nombre, y fueron bautizados según la manera de su sepultura... para que, guardando los mandamientos, fuesen lavados y limpiados de todos sus pecados... y son quienes vencen por la fe, y son sellados por el Santo Espíritu de la promesa, que el Padre derrama sobre todos los que son justos y fieles. (D. y C. 76:51 -53)
Aquellas personas que estarán en la presencia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son los que participan de luz, que es comparado con el sol (vv. 62, 70). Tales personas "vencerán todas las cosas." (v 60) participaran plenamente de la condición divina: "De modo que, como está escrito, son dioses, sí, los hijos de Dios." (v 58). Los que fueron personas honorables y buenas, pero que no venzan todas las cosas y fueron "cegados por las artimañas de los hombres", no recibirán de la plenitud de la gloria, pero tendrá una gloria análoga a la luz de la luna (vv. 75 -78). Quienes fueron asesinos, mentirosos y ladrones también serán "salvos" o redimidas, pero tendrá una participación menor de la gloria, análoga a la luz de las estrellas (v. 81).

Esta revelación se convirtió en la base para diversos desarrollos en el pensamiento Mormón. La referencia de ser "sellado por el Espíritu Santo de la promesa" fue posteriormente concretado en el sentido de que algunas personas podrían alcanzar tal estado delante de Dios que se les "sellaría para la vida eterna", por lo que es imposible para ellos perder su exaltación a estatus divino por cualquier acción con la excepción de poner a Cristo a vituperio. Esta noción es muy similar a la Augustiniana donum per severantiae, o la garantía de la perseverancia en la gracia, excepto que no se limita a los pocos a quienes Dios ha predestinado, sino que está abierto para todas las personas. Si José entendió este concepto completo en el momento en que recibió La Visión no es verificable a partir de D. y C. 76, pero la misma noción de ser "sellado" por lo menos implica un estado garantizado ante Dios. Sin embargo, el estado de "sellado" depende de "guardar los mandamientos" hasta que hayan vencido todas las cosas.

La Visión fue también la base para una comprensión más completa de la gracia, en términos de la luz que Dios ofrece a todos. El Evangelio de Juan describe la luz de Cristo como la base de la vida: "En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella... Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo."(Juan 1: 4- 5, 9). El don universal de la luz y la vida del que habla Juan, expresan bien la propia convicción de José Smith, de que Dios concedió su gracia a todas las personas por igual. De acuerdo con el Profeta, las diferencias en el grado de aceptación de la gracia ofrecida son atribuibles solamente a la libre voluntad humana. En la revelación de Diciembre de 1832 (D. y C. 88), el poder de Dios fue igualado con la luz como en el Evangelio de Juan, pero en formas que amplían el significado de La Visión. En la Sección 88, la luz de Cristo no es igualado simplemente con el conocimiento de lo que es bueno y lo que es malo, o la conciencia, como lo estaba en el Libro de Mormón (Moroni 7: 16-18) sino asume dimensiones cósmicas como una expresión del conocimiento y el poder de Dios. Esta luz divina se representa como la base física y literal del orden y la ley natural por todo el cosmos. La luz divina, impartido a los seres humanos, es la base de la vida misma.
Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento, la cual procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio, la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas, sí, el poder de Dios que se sienta sobre su trono, que existe en el seno de la eternidad, que está en medio de todas las cosas.(D. y C. 88:7, 11-13)
La revelación continúa explicando que la gloria que uno gozará en la resurrección depende del grado de la luz divina que vivifique (es decir, de vida a) nuestro cuerpo resucitado (88: 26-30). Toda persona recibirá el grado de luz que este dispuesto a aceptar. Que José consideró la luz divina como una especie de Gracia se desprende de su opinión de que es un don concedido a todos sin condiciones. Sin embargo, la luz es un don de Dios que puede ser rechazada, incluso en el momento de la resurrección:
Y los que queden serán vivificados también; sin embargo, volverán otra vez a su propio lugar para gozar de lo que están dispuestos a recibir, porque no quisieron gozar de lo que pudieron haber recibido. Porque, ¿en qué se beneficia el hombre a quien se le confiere un don, si no lo recibe? He aquí, ni se regocija con lo que le es dado, ni se regocija en aquel que le dio la dádiva.(D. y C. 88:7, 32-33)
En el esquema emergente de la Gracia, cada persona gozará de un grado de gloria y de luz que él o ella este dispuesto a recibir. Quienes rechazan el don misericordioso de la luz no logran alcanzar lo que "que podrían haber recibido". No hay decreto absoluto que predestina a las personas a un cierto grado de gloria, ningún castigo por no aceptar el don. Los que rechazan el don simplemente no tendrán, como consecuencia natural de "ley eterna", el grado de gozo que de otro modo podrían haber tenido, y Dios les privará del gozo que habrían experimentado, si hubieran aceptado el don. El hecho de no aceptar la luz que Dios ofrece de manera bodadosa constituye una pérdida en comparación con lo que realmente podría haber sido (pero la revelación deja claro que Dios no es responsable de la elección de una persona por no aceptar el don).

Esta noción de la gracia es muy similar, pero no idéntica a la noción de la gracia concurrente Molinista, o la gracia divina que se ofrece, pero cuya aceptación depende de la concurrencia de la elección humana. Para Molina, sin embargo, Dios ayuda y permite específicamente cada acto por la gracia, bien si se trata de un acto de concurrencia o incluso un acto de maldad. En otras palabras, todo ocurre, ya sea porque Dios quiere específicamente que ocurra o porque permitió específicamente que ocurra con pleno conocimiento de que lo haría. Una persona no puede llevar a cabo cualquier acto sin que Dios le conceda específicamente el poder de actuar. La posición de Molina plantea el espectro del problema del mal. ¿Cómo podría Dios prestar su ayuda misericordiosa para el asesinato y la violación? La noción de la gracia concurrente de José Smith, en la otra mano, implica la voluntad personal y la subsistencia misma hecha posible por la gracia; sin embargo, el uso específico del libre albedrío, una vez regenerado no está dentro del control de Dios.

El Profeta entendió que la existencia personal esta supeditada a la luz de Dios: "Comprenderéis aun a Dios, siendo vivificados [es decir, hechos almas viviente] en él y por él... que yo soy, y que soy la luz verdadera que en vosotros está, y que vosotros estáis en mí; de lo contrario no podríais abundar."(D. y C. 88: 49-50). Independientemente de lo que "abundando en la luz de Dios" puede significar, parece implicar al menos la continua existencia consciente, de individuos en alguna manera contingente en la gracia de Dios. Una mayor comprensión de José Smith de cómo la gracia en última instancia daría lugar a la divinidad se inspiró en 1 Juan 3: 2: "Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es." Esta noción de saber lo que Dios sabe y ver como Dios ve porque seremos semejantes a él, provee el contexto de partida para la revelación de la deificación humana.

Desde la época de Agustín y quizás antes, los cristianos convencionales han presumido un vasto abismo ontológico entre Dios y los seres humanos. Una revelación de Mayo de 1833 a José Smith (ahora D. y C. 93) borró la dicotomía creador/criatura, al ver a Cristo como la revelación de ambos, lo que Dios es y lo que la humanidad puede llegar a ser. La noción de la gracia representando a la humanidad hacia la divinidad se expresó en categorías de pensamiento y terminología joánico. El propósito expreso de la revelación fue "para que comprendáis y sepáis cómo adorar, y sepáis qué adoráis" (v. 19). Esta revelación, al igual que la de los Padres Griegos, comienza con Jesús como la revelación de la verdadera naturaleza de Dios y de la humanidad.

ATRIBUTOS DE CRISTO
ATRIBUTOS HUMANOS
“Yo [Cristo] estuve en el principio con el Padre” (v.21)
Yo [Cristo] “soy el Primogénito” (v.21)
“Vosotros también estuvisteis en el principio con el Padre” (v. 23)
“Todos los que por medio de mí son engendrados, son partícipes de esa gloria, y son la iglesia del Primogénito” (v. 22)
Él [Cristo] “no recibió de la plenitud al principio, sino que continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud” (v. 13)
[Cristo] recibió “gracia sobre gracia” (v. 12)
Los seres humanos deben crecer en gracia y en conocimiento de la verdad: “recibiréis gracia sobre gracia.” (v. 20)
[Cristo] “recibió la plenitud de la gloria del Padre … la gloria del Padre fue con él, porque moró en él”. (v. 16-17)
“Si guardáis mis mandamientos, recibiréis de su plenitud y seréis glorificados en mí como yo lo soy en el Padre” (v. 20)
“La gloria de Dios es la inteligencia, o en otras palabras, luz y verdad.” (v. 36)
“El hombre fue en el principio con Dios. La inteligencia, o sea, la luz de verdad, no fue creada ni hecha, ni tampoco lo puede ser.” (v. 29)

Esta revelación, utilizando la luz de Dios como una metáfora de la gracia de Dios derramada sobre todas las personas, expresa inequívocamente la idea de que las personas crezcan en gracia. La salvación es un proceso continuo, una concepción muy diferente de la teología de la gracia iniciada por Agustín, quien concibió  la gracia en los estados del ser. Agustín comenzó con la naturaleza humana depravada que conducía ya sea a la condenación eterna o a la felicidad eterna. Él se había comprometido firmemente a la noción de la máxima soberanía de Dios y de la máxima impotencia humana. Todos los puntos de partida de José Smith (ideas de participar en la naturaleza divina, el renacimiento a través del poder del Espíritu, y el crecimiento en la luz de Dios) conducen al concepto de la deificación. Las personas son deificados al "crecer en la luz" ofrecida por Dios, al recibir plenamente del poder y del conocimiento divino: "El que guarda sus mandamientos recibe verdad y luz, hasta que es glorificado en la verdad y sabe todas las cosas." (93: 28). Las personas pueden apropiarse de la gracia ofrecida por Dios y participar plenamente del conocimiento divino, al guardar los mandamientos de Dios. Sin embargo, las personas no se convierten en dioses por derecho propio o simplemente por guardar los mandamientos; más bien, se convierten en dioses en la medida en que participan como uno en la gloria de Dios y de su experiencia. Las personas pueden poseer atributos divinos solo a través de la gracia a medida que participan en la experiencia divina de Dios de toda la realidad; los atributos divinos están necesariamente compartidos en una relación con el resto de entidades. Esta teología de la gracia es el polo opuesto de la premisa teologica de Tomás de Aquino sobre la independencia divina y la simplicidad no relacionado del todo. Por el contrario, la visión de José Smith de la gracia era una teología de perfecta dependencia.

Aunque un cambio de metáforas había permitido a José Smith expresar la noción de la gracia en términos dinámicos y no estáticos, las nuevas revelaciones retienen la idea básica del Libro de Mormón, que la agencia humana es posible sólo a través de la redención de la caída. Una persona que rechaza el espíritu o la luz ofrecida por Dios para todos, sin condición "gime bajo la obscuridad y la servidumbre del pecado." (D. y C. 84:45, 49 -51). Los conceptos de la inocencia primigenia y la regeneración automática de la voluntad para elegir el bien o el mal reaparecen sin cambios aún traducidas en términos de la metáfora de la luz de Juan: "He aquí, esto constituye el albedrío del hombre y la condenación del hombre; porque claramente les es manifestado lo que existió desde el principio, y no reciben la luz. Y todo hombre cuyo espíritu no recibe la luz está bajo condenación. "(D. y C. 93: 31-32). Y en la misma sección, la situación explicada anteriormente como el "pecado original hipotético" es reformulada sin dicho término: "Todos los espíritus de los hombres fueron inocentes en el principio; y habiéndolo redimido Dios de la caída, el hombre llegó a quedar de nuevo en su estado de infancia, inocente delante de Dios. Y aquel inicuo viene y despoja a los hijos de los hombres de la luz y la verdad, por medio de la desobediencia". (93: 38-39, énfasis añadido).

Por lo tanto los debates de la gracia ya no necesitan ninguna referencia a la "transgresión original" o a la naturaleza diabolica heredado por la Caída. El concepto Mormón de la gracia fue liberada de la matriz agustiniana que previamente había sido un supuesto necesario para entender la necesidad de la gracia. Tampoco era un concepto arminiano recalentado sobre la gracia. La noción de la salvación como un proceso continuo y eterno que involucra la participación de nuestros propios atributos divinos propios de Dios a través de la gracia, requiere un paradigma metafísico completamente nuevo. Él dio lugar a muchos... lo intemporal se convirtió en temporal, y lo ideal abstracto se transformó en concreto, en seres materiales. La deificación de los seres humanos estuvo acompañado en el pensamiento mormón, por la participación perfecta en todas las cosas:... "Y si vuestra mira está puesta únicamente en mi gloria, vuestro cuerpo entero será lleno de luz ... y el cuerpo lleno de luz comprende todas las cosas. "(D. y C. 88:67). La Apoteosis se logra mediante la gracia: la Divinidad es la humanidad completamente madura por la gracia de Dios.

La noción de la gracia basada en la terminología de Juan ha sido a menudo comparado con el perfeccionismo del siglo XIX, la primero opinión enunciada por Pelagio señalan que las personas son capaces de abstenerse libremente de todo pecado. La mayoría de comentaristas Santos de los Últimos Días han afirmado sobre este punto de vista erróneamente que muchos protestantes del siglo XIX creían que las personas podían "llegar a ser como Dios". (Ver Alexander 1980, 26; Vogel 1988, 167). Sin embargo, abstenerse de pecar libremente y llegar a ser como Dios no son lo mismo. Los niños pequeños no pecan, pero tampoco son seres divinos. De hecho, la visión mormona, de que las personas podrían eventualmente participar plenamente en la gloria divina, poder y conocimiento se fue mucho más allá del perfeccionismo del siglo XIX.

La teología mormona de la Gracia, 1835-1844

La expresión de la gracia salvadora en los nuevos términos de crecimiento durante un período de tiempo planteó nuevas preguntas. La Escritura mormona sostenía desde el principio que aceptar a Cristo implicaba tanto el bautismo y la participación de la Santa Cena, en la muerte y resurrección de Cristo. Por otra parte, la noción dinámica de la gracia parecía presuponer que las personas deben tener la edad suficiente para tomar decisiones entre alternativas y poseer conocimiento del bien y del mal. ¿Cómo podrían entonces los infantes, que no tuvieron la oportunidad de crecer de gracia en gracia, ser salvos? Simplemente exaltarlos como inocentes no sería posible desde el punto de vista de Mormón, porque el propósito de la mortalidad es someterse a la prueba en situaciones de elección genuina entre el bien y el mal. Esta es una condición necesaria para crecer de gracia en gracia. Esta pregunta fue conmovedora personalmente para José Smith porque su hermano mayor, Alvin, había muerto antes de que la ordenanza del bautismo le sea administrado. José recibió la respuesta a este dilema en una revelación, en Enero de 1836 :
Por lo que, me habló la voz del Señor, diciendo: Todos los que han muerto sin el conocimiento de este evangelio, quienes lo habrían recibido si se les hubiese permitido permanecer, serán herederos del reino celestial de Dios; también todos aquellos que de aquí en adelante mueran sin un conocimiento de él, quienes lo habrían recibido de todo corazón, serán herederos de este reino (D.y C. 137:7-8)
Esta revelación ha adoptado la noción de "conocimiento del medio" defendido por Luis de Molina. El conocimiento de Dios en este caso no se basa únicamente en lo que prevé que va a suceder, porque las personas mencionados en la revelación de hecho no aceptaron el Evangelio en esta vida. Su conocimiento de la realidad es hipotético. En otras palabras, Dios tiene que saber qué habrían hecho las personas si la realidad hubiera sido diferente. Por ejemplo, Dios sabía lo que Alvin Smith habría hecho si no hubiese muerto antes de que la Iglesia fuese establecida en 1830. Es decir, Dios sabía que algo más podría haber pasado de lo que en realidad era verdad. De ello se deduce que Dios debe saber qué van a hacer las personas en todas las situaciones posibles, no sólo en aquellas situaciones que ocurren en realidad. Por otra parte, esta revelación implica que en realidad experimentar la mortalidad no es necesario para la salvación, porque Dios puede salvar a las personas que saben lo que hubieran hecho si hubieran sobrevivido hasta la adultez y hubieran tenido la oportunidad de aceptar o rechazar el evangelio. Sean cuales sean las ventajas de esta respuesta en términos de comodidad personal para José Smith, la noción del conocimiento medio en el que se basa, hace frente a graves dificultades. (Ver Adams 1977; Hasker 1986).

La noción de conocimiento medio, de hecho, resultó ser insuficiente incluso en el esquema mormón de las cosas. José Smith más tarde introdujo el bautismo vicario a favor de los muertos como un medio para resolver este mismo problema (D. y C. 128). Por lo tanto, Dios no necesita saber qué personas "habrían recibido si se les hubiese permitido vivir", ni necesita tener una especial presciencia sobre su fe. Él sólo tiene que observar si efectivamente aceptan el evangelio en el más allá cuando se les presenta la oportunidad proveída por el bautismo vicario por los muertos.

Después de 1835, el pensamiento mormón paso de la función de la gracia en la salvación y la exaltación a la forma en que las personas se hacen merecedores de gracia. Las revelaciones posteriores hicieron hincapié en que la salvación se recibe a través de la obtención de una plenitud de la experiencia humana y del conocimiento  (lo que los cristianos del siglo II, tanto ortodoxos y heterodoxos, habría denominado gnosis o conocimiento salvifico). La "Inteligencia", designada como la gloria de Dios, aparece como sinónimo de Espíritu, Luz, conocimiento experimental de todas las cosas, y el poder divino que se manifiesta como la ley natural en todos los lugares del universo físico. La meta más alta humana sigue siendo la plena participación en la gloria o la inteligencia de Dios. El camino a la salvación requiere necesariamente obtener conocimiento de toda la verdad de alguna fuente de donde provenga (D. y C. 88:78 -79; 93:53). Por tanto, el mormonismo destacó tanto el conocimiento sagrado y lo secular como medio de divinización: "Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero." (D. y C. 130: 18- 19). José Smith podría así sistemáticamente afirmar que una persona puede salvarse no más rápido de lo que él gana conocimiento.

José Smith también enseñó que el conocimiento salvífico puede ser adquirida a través de la participación sacramental en la experiencia de  Dios. En agosto de 1839, José Smith declaró: "Nacer de nuevo viene por el Espíritu de Dios a través de las ordenanzas" (en Ehat y Cook  1980, 12). Las ordenanzas eran un medio para recibir la gracia de Dios o el poder divino manifiestado en las vidas humanas (D. y C. 84: 20-21). El propósito de las ordenanzas para José Smith era ganar el conocimiento salvífico al experimentar vicariamente las experiencias de Cristo: "La lectura de las experiencias de otras personas, o las revelaciones que les fueron dadas, nunca podrán darnos una visión completa de nuestra condición y relación verdadera con Dios. El conocimiento de estas cosas, sólo puede ser obtener por la experiencia en estas cosas, a través de la ordenanza de Dios establecido para tal fin." (en Ehat and Cook 1980, 253).

El concepto de José Smith del poder eficaz de las ordenanzas implica una noción de la gracia similar a la posición católica. Probablemente la descripción más familiar de la necesidad de ordenanzas proviene de Tomás de Aquino, quien tomó prestado la idea agustiniana de los sacramentos instituidos por Cristo como signos exteriores que causan la gracia interior. Las ordenanzas no eran simplemente actuaciones externas para Aquino porque ellas causaban lo que representaban. Lo que ellos causan es la gracia, y Tomás de Aquino sostiene que la gracia de las ordenanzas es eficaz sólo si el sacramento se realiza adecuadamente (ex opere operate) y si el destinatario acepta la gracia mediante la realización de la ordenanza (ex opere operantis) (Suma Teológica 3, 62 , 1 y 4). José Smith nunca dedució una teología sistemática de ordenanzas (o cualquier otra cosa para este asunto), pero su concepto parece ser que las ordenanzas son un medio de participar en la experiencia divinizante de Jesucristo. Por ejemplo, uno podría experimentar vicariamente la muerte y la resurrección de Cristo por el bautismo, naciendo como una nueva persona, por la gracia efectuada a través de la ordenanza. El propósito de las ordenanzas de investiduras parece haber sido similar, a saber, una experiencia vicaria de un acuerdo mortal: aceptar el evangelio, creciendo de gracia en gracia, en un ascenso a la máxima gloria según obtenemos el conocimiento salvífico dado por Dios, y finalmente, entrar en la presencia de los dioses.

José Smith se centró en una ordenanza, en particular, que sellaría una persona para la vida eterna de una manera similar a la gracia perseverante en el pensamiento protestante. La ordenanza en cuestión se denomina a menudo la "segunda unción" y acompaña a la recepción del segunda consolador, u "otro consolador" que se habla en el evangelio de Juan (ver Buerger 1983). "Este Consolador es la promesa que os doy de vida eterna, sí, la gloria del reino celestial" (D. y C. 88: 4). José Smith comparó expresamente esta ordenanza de sellado y la gracia perseverante(perseverancia de los Santos) en un discurso de Marzo en 1844 en Nauvoo, Illinois:
"Ahora llegamos a hablar sobre la elección. . . el presbiteriano dicen que si uno alcanza la gracia permanece siempre en esa gracia, el Metodista dice puedes recibir la gracia y caer de la gracia y ser renovados de nuevo. Hay verdad en ambas declaraciones. Pablo dice en el sexto capítulo de Hebreos que después de llegar a un conocimiento seguro y luego caes es imposible renovarlos otra vez. El presbiteriano dice que una vez en la gracia siempre en la gracia [.] Yo digo que no es así [.] El Metodista dice una vez en la gracia, puedes caer de la gracia y ser renovados otra vez. Pablo diría que es imposible verles crucificando al Hijo de Dios de nuevo y exponerlo al vituperio. 
Hacer firme su vocación y elección van de gracia en gracia hasta obtener una promesa de Dios para vosotros, de que tendrán la vida eterna. Esta es la vida eterna a conocer a Dios y su hijo Jesucristo, es ser sellados para vida eterna y obtener una promesa de posteridad." (James Burgess Notebook, 10 de Marzo de 1844, en Ehat y Cook 1980, 333-34)
José Smith de este modo reconoció que la ordenanza del sellamiento y la promesa de vida eterna era en algunos aspectos similar a la doctrina presbiteriana de gracia perseverante, rechazados por los metodistas en sus días. Se distingue de la visión Presbiteriana, sin embargo, el que una persona puede caer de esta elección para la vida eterna, es por vituperear abiertamente al Hijo de Dios; en efecto, convertirse en un hijo de perdición como se indica en La Visión (D. y C. 76:35) Sin embargo, los metodistas también se equivocaron porque una vez que una persona había rechazado a Cristo de esta manera, no existe la posibilidad de arrepentirse y otra vez y entrar en un estado de gracia perseverante. Para todos los demás, sin embargo, la ordenanza era una garantía de la vida eterna, independientemente de los pecados menores que se pueden cometer. Cabe señalar que esta vocación y elección a la vida eterna fue concedido solo
Después que una persona  tiene fe en Cristo, se arrepiente de sus pecados, se bautiza para la remisión de sus pecados y recibe el Espíritu Santo (por la imposición  de manos), que es el primer consolador, entonces si continúa humillándose ante  Dios, teniendo hambre y sed de justicia y viviendo de acuerdo con todas las palabras  de Dios, el Señor le dirá dentro de poco: 'Hijo, serás exaltado.' Cuando el Señor lo haya probado en todas la cosas, y haya visto que aquel hombre está resuelto a servirlo, pase lo que pase, ese hombre verá que su vocación y elección han sido confirmadas y entonces será suyo el privilegio de recibir el otro Consolador"(Willard Richards Pocket Compan-ion, 27 June 1839, in Ehat and Cook 1980, 5).
La elección para la vida eterna por tanto no fue el resultado de un decreto absoluto de Dios como afirman los calvinistas, ni se basa en la fe prevista de un santo como sostienen los arminianos; más bien, las promesas de la elección Dios seguirán a la actual aceptación de Dios y de su carácter probado.

Este énfasis en el esfuerzo humano no debe ser tomado como un rechazo (incluso durante el período de Nauvoo) de la teología mormona de todas las nociones de gracia anterior a la elección. En marzo de 1841, José Smith reafirmó la visión de la gracia afirmada desde el comienzo del mormonismo:
José dijo en respuesta a [Oseas] Stout que Adán no cometió pecado al comer los frutos, porque Dios había decretado que debía comer y caer - pero en cumplimiento con el Decreto, él debía morir - era la palabra del Señor que sólo él moriría, por lo tanto, el Señor nos designó caer y también nos redimió - por donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia - Pablo dice en Rom - 5,10 porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.(Mclntire Minute Book, 2 March 1841, in Ehat and Cook 1980, 63)."
Aunque el significado de este pasaje no es tan clara como podría ser, parece confirmar la opinión de que la caída de Adán no fue el resultado de un pecado, sino de conformidad con el decreto de Dios. Sin embargo, Dios proveyó una manera de redimir a todas las personas de forma automática de los efectos de la Caída. José Smith interpreta lo que dijo Pablo, que la gracia reconcilia a las personas con Dios. El profeta parece haber adoptado plenamente el punto de vista del Libro de Mormón, anterior a todas las evaluaciones sobre la culpabilidad y las decisiones morales, la expiación de Cristo intervino para redimir a todas las personas de su malvada naturaleza que de otro modo les haría enemigos de Dios.

La tesis de que la opinión mormona del pecado original es uno de los pecados hipotéticos que las personas sufrirían a no ser por la expiación, que fue reafirmado también por José Smith durante la época de Nauvoo. ML Davis, en una carta a su esposa, registró su comprensión de un discurso pronunciado por José Smith el 5 de febrero de 1840. José se dilato en detalles sobre el pecado original con cierta libertad, "el resultado tendía a mostrar su incredulidad completa de lo que se llama pecado original ". Con una claridad inusual, la carta decía que José Smith creía que el pecado original
es lavado por la sangre de Cristo, y que ya no existe. Como una consecuencia necesaria, cree que todos nacemos puros y sin mancha. Que todos los niños que mueren a una edad temprana (por ejemplo ocho años), no conociendo el bien del mal, eran incapaces de pecar; y que todos van al cielo. "Yo creo", dijo, "que el hombre es un agente libre, moral y responsable, que aunque él fue preordenado que debería caer y ser redimido, aún después de la redención no fue preordenado a que debe pecar de nuevo" (in Ehat and Cook 1980, 13)
José Smith consistentemente trató el pecado sólo como actos específicos cometidos por personas, nunca como un estado dentro del ser,  que existe en la persona antes de la regeneración. Es decir, las personas, como agentes moralmente responsables, puede ser culpables o reprochables sólo por los pecados personales que cometen y no por cualquier naturaleza viciada o diabólica. Sin embargo, las personas están libres del pecado original, no por ninguno de sus actos, sino como resultado de la expiación de Cristo. De igual importancia, Dios no ordena que las personas intencionalmente cometan pecados una vez que todos son librados del pecado original y de sus efectos y llegan a ser redimidos de forma automática por libre voluntad a través de la expiación. La "Caída" de Adán fue preordenado porque era parte del plan de Dios. Se lleva a cabo por un propósito divino y fue bueno en el sentido de que permite un mayor crecimiento y otorga la experiencia necesaria para que la apoteosis sea posible. Sin embargo, los pecados personales no son parte del plan de Dios y no son en última instancia por un bien mayor.

En julio de 1843, José Smith explicó que Dios creó al hombre "inocente, inocuo y sin mancha, que lleva la misma naturaleza y la misma imagen que la de los Dioses." Sin embargo, la caída impactó contra la "naturaleza de Dios" que poseían originalmente los humanos - es decir, los humanos perdieron su inmortalidad y la participación de su condición divina de Dios. Como José Smith pasó a explicar: "Cuando el hombre cayó no perdió la imagen [de Dios] sino su naturaleza, todavía conserva la imagen de su creador." Sin embargo, en la resurrección y por la expiación de Cristo "vamos de nuevo a estar conformados por la imagen de su Hijo Jesucristo, entonces habremos alcanzado la imagen, la gloria y el carácter de Dios" (en Ehat y Cook 1980, 231 ). José Smith parece haber conservado la noción arminiana de que la naturaleza moral del hombre no fue totalmente corrompida por la caída, sino que las personas retuvieron la "imagen" de Dios. José Smith fue más allá del Arminianismo en su doctrina, ya que las personas volverán a participar de la "naturaleza de Dios."

Unas Pocas Conclusiones

En su breve pero excelente resumen de Una Historia de la Teología Cristiana, William Placher observó que un conflicto entre la gracia y las obras realmente nunca se  desarrolla en la teología cristiana oriental, en parte porque no se vio afectada por la renovación doctrinal de Agustín y en parte debido a la noción oriental de la salvación como un proceso que termina en la divinización:
La afirmación de Agustín que somos salvos por la gracia de Dios solamente, sin tener en cuenta nuestras obras. . . habría parecido demasiado extrema para la mayoría de los teólogos orientales. No es que las dos mitades del cristianismo no estuvieran de acuerdo en temas específicos incluso que piensen acerca de estos temas de diferentes maneras. Los teólogos occidentales piensan en términos de estados. Con el pecado inicial de Adán, la humanidad había caído en un estado de pecado. Cristo nos redime, nos trae a un estado de gracia. El énfasis recae en el momento de la conversión, en el que se pasa de un estado a otro. La teología oriental, por el contrario, tienden a pensar en términos de procesos. Nos movemos gradualmente hacia la deificación. Dado que los teólogos occidentales piensan de la salvación como algo que ocurre en el momento de la conversión, no podían decir que las obras humanas no tenían parte en ella y aun dejar un lugar importante para los esfuerzos humanos después de la conversión en respuesta a la gracia de Dios. Los teólogos orientales. piensan en la deificación como un proceso continúo a través de toda la vida de uno. Por lo tanto, ellos tenían que hacer obras humanas en ese proceso. (1983, 96-97)
El mormonismo pasó de pensar en la salvación en términos de estados hacia una teología del progreso eterno gradual para la divinización. Por lo tanto el mormonismo evolucionó desde una teología respondiendo al debate occidental sobre la gracia y las obras hacia una teología más como los primeros cristianos orientales, viendo ningún conflicto entre la gracia y las obras. El lenguaje de la escritura mormona pasó desde la terminología derivada de Pablo (pero interpretado a través de la óptica del debate calvinista / arminiano) a la teología participacionista del Evangelio y las epístolas atribuidas al apóstol Juan. La idea es que las personas "participan" en la gloria de Dios al aceptar su gracia. Por lo tanto, las afirmaciones de que los Santos de los Últimos Días aceptan o rechazan la gracia en la salvación humana deben ser calificados.

Cierta familiaridad con las nociones básicas de la gracia en el pensamiento cristiano es necesario para un debate sobre el tema en el pensamiento mormón. Las escrituras mormonas de hecho expresan una teología coherente de gracia, a pesar de pasar de una terminología paulina a una teología participacionista joánica, manteniéndose más o menos constante, incluso durante el período de Nauvoo. Las escrituras mormonas reconocen una noción de gracia que restaura a las personas para poder de actuar por sí mismos y de elegir el bien o el mal antes de cualquier acción humana. En algunos aspectos, esta noción de la gracia es similar a la gracia preveniente; Sin embargo, difiere significativamente en que no supone a Dios moviendo la voluntad humana hacia la fe. Las manifestaciones reales de la fe se dejan al albedrío individual. Sin embargo, la gracia es una condición necesaria, aunque no suficiente, para el ejercicio de opciones morales significativas.

Las escrituras mormonas también expresan una noción de la gracia que ayuda a la voluntad humana a tomar decisiones adecuadas. La aceptación de la luz divina - o el poder y el conocimiento divino - faculta a la voluntad humana de una manera que implica la gracia tanto concurrente como suficiente. Esta noción de la gracia es, por lo tanto, adecuadamente denominada "sinergismo". El problema fundamental resuelto por la gracia en la soteriología mormona (la teoría de la salvación) no es la regeneración de un estado de pecado antes de la libre elección, sino la alienación de la presencia de Dios. El objetivo es volver a la presencia de Dios y a la completa felicidad al participar en la vida divina (Alma 42). Algunos han argumentado que el mormonismo retuvo una noción de pecado original (Allred 1983, 12-18; White 1987, 70-74, 90-104). Sin embargo, las escrituras mormonas uniformemente rechazan al menos el concepto de "pecado original real" impartido por Agustín, Lutero y Calvino. Como he tratado de mostrar, el punto de la escritura mormona es que las personas sufren por la "naturaleza maligna" sólo como resultado de elecciones libres. Cualquier noción de pecado original es meramente hipotético. Por otra parte, la afirmación de la escritura mormona de que Adán no pecó sino que simplemente transgredió obvia cualquier noción del pecado original en el pensamiento mormón. Debido a que el mormonismo rechazó la opinión de que las personas son naturalmente e inherentemente malas, la voluntad humana puede ser ayudado o asistido en la salvación, sin Dios teniendo que tomar todas las decisiones con respecto a la salvación  en última instancia. Considero que este aspecto de la visión mormona de la gracia es una fuente de fortaleza teológica importante.

Las escrituras mormonas también reconocen una noción de gracia sacramental. Este aspecto del pensamiento mormón espera un tratamiento teológico cuidadoso, pero las posibilidades para una rica teología de la gracia que se manifiesta en las ordenanzas del sacerdocio son tentadoras. En particular, las ordenanzas selladoras manifiestan una forma de gracia similar a la gracia perseverante o perseverancia de los santos, sin embargo, el albedrío humano es libre de rechazar la luz ofrecida por la gracia incondicional de Dios. En efecto, esta forma de gracia es un acuerdo de que la voluntad de Dios pasará por alto cualquier pecado excepto la blasfemia abierta al Hijo. Esta decisión de pasar por alto los pecados no es arbitraria, no obstante, porque se basa en un carácter establecido en hacer la voluntad de Dios.

Sin embargo, las escrituras mormonas repudian claramente las nociones de la gracia promulgadas por los calvinistas, la salvación solo por la gracia o el juicio basado en las obras de Cristo en lugar que las propias. En particular, el mormonismo rechaza toda forma de gracia irresistible, eficiente, operativa, la condenación, la elección arbitraria, y la predestinación. Uno tendría que pasar por alto la idea central de las escrituras mormonas para arrastrar estas nociones de vuelta a la teología SUD.

La teología participacionista adoptada principalmente en Doctrina y Convenios 84, 88, y 93 proporciona una rica teología de la gracia consistente con las afirmaciones mormonas del libre albedrío, creciendo de gracia en gracia, y la divinización. La teología de la gracia basado en los estados del ser no se adapta bien a la posibilidad de la divinización humana. La terminología de Juan permitió a José Smith expresar las nociones de participación humana en el conocimiento de Dios de toda la realidad (D. y C. 88: 49-50; 93:28), en el poder de Dios sobre todas las cosas (D & C 132: 20), y en la plenitud de la gloria de Dios (D. y C. 93:20). Este cambio permitió a José Smith expresar adecuadamente el mormonismo dentro de la línea de pensamiento representado por Ireneo y los padres griegos antes de Agustín. Sin embargo, hay que destacar que los seres humanos llegan a ser como Dios -y por lo tanto dioses - por la participación en la gloria de Dios y no en virtud de su propia gloria o estatus ontológico. Las escrituras mormonas enseñan que las personas están supeditados a Dios en su condición de dioses. Las personas puedan participar plenamente del estado de Dios como dioses, sólo a través de la gracia de Dios y no por su propio derecho.

El mormonismo restaura el cristianismo original en el sentido de que vuelve a una soteriología de divinización mediante el crecimiento gradual de la inocencia a la humanidad completamente madura, de gracia en gracia. Se vuelve a una teología de la redención aceptada antes de la noción del pecado original, que surgió sólo con la traducción errónea Ambrosiaster de la Biblia griega (véase Pagels 1989, 109-11; Kelly 1978, 354). El mormonismo evita todo el conflicto por la gracia y las obras, ya que considera que la distinción entre ellos es una dicotomía falsa. El mormonismo no necesita explicar cómo las personas pueden ser salvos por actos no propios por un pecado que no era su propio actuar. Se evita el debate complejo sobre cómo Dios puede escoger con justicia no salvar a algunos, mientras que elije a otros. Además, en lugar de adoptar un punto de corte arbitrario entre los elegidos que son salvados y los reprobados que están condenados, el mormonismo adopta una noción de gracia aceptado en diversos grados.

La metáfora de la gracia como la luz ofrecida por Dios se puede volver a traducir de nuevo en el pensamiento de Pablo, sin mucho esfuerzo, mientras el pensamiento de Pablo no es cubierto con Agustín y Lutero. Para tanto Jose Smith y Pablo, Dios ofrece una relación de amor a todas las personas sin ningún tipo de condiciones. Uno entra en esa relación, teniendo fe en Cristo a través de la gracia. La relación se ofrece por medio de la gracia, ya que no tenemos que ganarla (en realidad no podemos ganarla). Ninguno puede ganar una relación si esa relación se ofrece genuinamente en el amor incondicional. La fe, en el pensamiento de Pablo, tiene una fuerte connotación de relaciones interpersonales. Ser fiel a la relación no significa no lastimarla través de una conducta incoherente con esta en relación: los términos de la relación son el amor. Sin embargo, tanto Pablo como Jose Smith enseñan, yo creo, que los seres humanos manifestan el amor a Dios guardando sus mandamientos. Ambos creían que amar a los demás es una parte integral del amor a Dios. Ambos también enseñaron que la relación amorosa puede terminar - las personas pueden caer de su estado de ser en gracia -por no observar la ley del amor. No estoy seguro de que Pablo pensaba de la salvación en términos de grados de variables de luz - a pesar de que él hace que este tipo de distinciones con respecto de resucitar pero del cuerpo "espiritual". Ambos también pensaban que las personas compartían la experiencia de Dios como medio de la salvación. Hay, por supuesto, diferencias entre el pensamiento de Pablo y el pensamiento de Jose Smith. Por ejemplo, José Smith no batalla contra los judaizantes que trataron de restablecer la ley de Moisés como una condición para la salvación. Sin embargo, ambos esperaban universalizar el alcance de la gracia de Cristo, no limitarlo a los Judios o a unos pocos predestinados. Ambos consideraban el amor de Dios demasiado amplio para ser limitado a un solo grupo pequeño.

Personalmente, creo que la comprensión de la gracia de Dios como una oferta para entrar en una relación de convenio con Él, de una unión interpersonal deseada por Dios en el amor incondicional, es la más profunda doctrina de la escritura mormona. Dios nos busca como un amante busca a la amada. "Dentro de" su gracia encontramos una unión amorosa y completa ya que somos hechos a la imagen de nuestros Padres Celestial. La doctrina de la gracia, entendida correctamente, es la doctrina de que Dios es amor y que somos su amada. Es la doctrina de que Dios se hizo hombre para que pudiera ofrecerse a nosotros. Es la realización de que mediante la aceptación de su ofrenda gratuita, llegamos a ser lo que Él es al ser transformados a su imagen y semejanza.

Las implicaciones y las posibilidades del pensamiento participacionista de José Smith ni siquiera han comenzado a ser explorados por los teólogos mormones. Sin embargo, la acusación de que los Santos de los Últimos Días han rechazado todas las nociones de gracia no es del todo exacta. Sólo que todos ellos están demasiado dispuestos a ignorar las nociones de la gracia que se desarrollan fuera de su peculiar teología. Algunos mormones, sin embargo dispuesto a adoptar una teología de la gracia, han cambiado estos conceptos distintivamente mormones de la gracia por los equivalentes protestantes - cambiando una primogenitura por un plato de lentejas, en mi opinión. Es hora de aceptar nuestra verdadera herencia y buscar las riquezas que allí se encuentran.

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