¿Cómo concuerda la historia de la tierra según lo que los fósiles parecen indicar, con la historia de la tierra según lo que cuentan las Escrituras?

Por Morris S. Peterson
Profesor de geología de la Universidad Brigham Young y presidente de la Estaca Este de Provo, Utah.

No es mucho lo que sabemos acerca de la Creación y los comienzos de la historia de la tierra. Las Escrituras contienen muy poca información y los registros de la ciencia están incompletos. Lo que ahora pensamos que es verdad sobre la historia de la tierra puede que sea sólo verdad en parte a la luz de un conocimiento mayor. De todas maneras, estamos seguros de que llegará el día en que el Señor “... revelará todas las cosas:
“cosas que han pasado y cosas ocultas que ningún hombre conoció; cosas de la tierra, mediante las cuales fue hecha, y su propósito y estado final;
“cosas sumamente preciosas; cosas que están arriba y cosas que están abajo; cosas que están dentro de la tierra y sobre la tierra y en el cielo” (D. y C. 101:32¬34).

Hasta que ese día llegue, debemos confiar en lo que dicen las Escrituras y en lo que pensamos que es verdad, en base a las evidencias que la ciencia ha recogido y puesto al alcance de nosotros.
En realidad, se nos ha alentado a obtener conocimiento tanto de las Escrituras como de otras fuentes para aprender acerca de Dios y sus creaciones:

“Enseñaos diligentemente, y mi gracia os acompañará, para que seáis más perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al reino de Dios, que os es conveniente comprender;
“de cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer... ” (D. y C. 88:78-79.)

Los miembros de la Iglesia comparten la convicción del Élder James E. Talmage de que “dentro del evangelio de Jesucristo hay un lugar para todas las verdades que hasta ahora ha aprendido el hombre, y para todas las que aprenderá”. Teniendo presente esta idea, examinemos brevemente algunas conclusiones a las que se ha llegado actualmente por medio del estudio de los fósiles, y comparémoslas con lo que dicen las Escrituras.

Dios es el creador de nuestra tierra y de toda la vida que hay en ella. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra... y todo ser viviente que se mueve... Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí era bueno...” (Génesis 1:1, 21, 31.)

Entre las formas de vida que Dios creó había, según parece, varias especies que se encuentran extintas. Los fósiles petrificados son comunes en toda la tierra, los cuales representan una vida orgánica que una vez existió y que ahora se encuentra preservada como parte de la corteza terrestre.

Al examinar las capas de las rocas que contienen fósiles, es obvio que existe en ellas un orden bien definido. Tal como escribió el Élder James E. Talmage, geólogo, en el periódico Deseret News el 21 de noviembre de 1931:
“Los geólogos dicen que a las formas más simples de vida vegetal y animal las siguieron otras más complejas; y que en los indestructibles registros pétreos se puede leer cómo la vida ha avanzado de una forma simple a una mucho más compleja...”

No obstante, las fases de aparición de los fósiles, o sea, el orden en que aparecen las diferentes formas de vida petrificada en los lechos sedimentarios, son iguales en todas partes del mundo. Además, ya sea en Australia, África, Europa, las Américas o en cualquier lugar del mundo, las distintas formas de vida que existieron en la tierra aparecieron y desaparecieron al mismo tiempo. Para el fiel estudioso de las Escrituras, esta precisión refleja el sistema ordenado de Dios, el divino Creador. La sucesión de la creación de la vida sobre la tierra que se registra en el libro de Génesis - primero las plantas (Génesis 1:11-12) y luego los animales (Génesis 1:20-2.3) - es la misma que aparece en los fósiles petrificados: primero aparecen los fósiles de vegetales y luego los de animales.

Esta concordancia no tiene por qué sorprendernos, ya que Dios, quien creó la tierra, es el mismo Dios que inspiró a los profetas que escribieron las Escrituras, Existe conflicto solamente cuando pensamos que Dios ha revelado todo lo que tiene que revelar sobre algo en particular, o bien cuando olvidamos que las teorías científicas cambian a medida que se hacen nuevos descubrimientos. Debemos también recordar tanto el propósito por el cual se nos han dado las Escrituras como el objetivo de los métodos científicos.

Las Escrituras básicamente testifican acerca de Jesucristo y la forma en la cual podemos recibir la salvación y exaltación por medio de su expiación. Ellas revelan por qué (no necesariamente cómo) se creó la tierra, y qué leyes y principios debe seguir y obedecer una persona para obtener la vida eterna. Por otro lado, la meta que persigue la ciencia es la de aprender cómo (no por qué) se creó el mundo y comprender las leyes y principios físicos que lo gobiernan.

Los papeles dispares que desempeñan la ciencia y la religión se pueden percibir fácilmente en el estudio de los dinosaurios. Por medio de los fósiles que se han encontrado, se ha llegado a la teoría de que los dinosaurios dominaron el reino animal sobre la tierra entre doscientos veinticinco y sesenta y siete millones de años atrás. Algunos de ellos eran carnívoros y otros vegetarianos. Algunos eran pequeños, mientras que otros eran gigantescos y pesaban hasta setenta y dos toneladas y alcanzaban a medir más de veintisiete metros.

La existencia de estos animales es indiscutible, ya que se han encontrado sus esqueletos petrificados en diferentes partes de! mundo. El propósito eterno que tuvieron en la creación y en los principios de la historia del mundo se desconoce. Las Escrituras no hablan sobre los dinosaurios, y el propósito de la ciencia no es el de explicar el porqué de su existencia. Solamente podemos llegar a la conclusión, tal como lo hizo el Élder Talmage, de que “todas las sucesiones de depósitos de creta y mucha de la piedra caliza de la profundidad del mar contienen esqueletos de animales que vivieron y murieron, generación tras generación, época tras época, mientras la tierra no se encontraba todavía preparada para recibir la vida humana”.

La relación entre las Escrituras y lo que actualmente sabe la ciencia cambia continuamente. La ciencia aprende cada vez más acerca de la historia de la vida sobre la tierra, y es lógico suponer que se aprenderá aún más a medida que avance la investigación.

La lucha por hacer concordar un pasaje de las Escrituras con una investigación científica determinada se ha librado durante siglos; pero la experiencia ha demostrado que el conocimiento de una persona hoy cambiará con los descubrimientos que se efectúen mañana. Por lo tanto, la paciencia y la humildad finalmente nos conducirán a contestar todas las preguntas que tengamos; si no es en esta vida, será en la venidera.
Afortunadamente, no necesitamos saber todos los detalles de la Creación para sacar provecho de todas las ordenanzas salvadoras del evangelio y obedecer las leyes de progreso divinas. Las Escrituras y el consejo inspirado de los profetas son suficientes para llevarnos nuevamente a la presencia de Dios.

Esto no quiere decir que la ciencia no tenga un lugar definido en nuestra búsqueda eterna de la verdad. Cuanto más aprendamos sobre la obra de Dios, más lo conoceremos a Él y aprenderemos a apreciar la hechura de sus manos. Como geólogo miembro de la Iglesia, me considero sumamente afortunado de tener la oportunidad de estudiar rocas y fósiles que demuestran sin lugar a dudas la evidencia de la creación de Dios sobre la tierra. Todo lo que he aprendido sobre la grandeza de la creación ha fortalecido en mí el deseo de aprender más sobre nuestro Padre Celestial y de vivir de la manera en que El desea que lo hagamos.

PREGUNTAS Y RESPUESTAS. Estas respuestas se dan como ayuda y orientación para los miembros, y,no como pronunciamiento de doctrina de la Iglesia.- Liahona de Abril de 1988, Página 29-31. 

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