La Divinización del Hombre en el Catolicismo


El Catecismo de la Iglesia Católica retomando toda la tradición cristiana afirma que “el Verbo se encarnó para ’hacernos partícipes de la naturaleza divina’"(2Pe 1, 4)

Clemente de Alejandría, maestro de Orígenes, lo expresa claramente: "El Verbo de Dios se hace hombre para que tú aprendas de un hombre cómo el hombre puede hacerse Dios.
Porque tal es la razón por la que el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en Hijo de Dios" (San Ireneo, haer. 3, 19, 1)

"Porque el Hijo de Dios se hizo hombre para hacernos Dios" (San Atanasio, inc. 54, 3). "Unigenitus Dei Filius, suae divinitatis volens nos esse participes, naturam nostram assumpsit, ut homines deos faceret factus homo. El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres". (Santo Tomás de A. opusc. 57 in festo Corp. Chr. 1)”12

La doctrina de la
divinización (Theosis) formulada por los Padres, asumida por Santo. Tomás de Aquino, como se ve en esta elocuente expresión:“hacer dioses a los hombres”, pronunciada en plural, introduce, una vez más, de alguna manera, la pluralidad en lo divino, lo que la sola afirmación de la unicidad de Dios no tiene tan en cuenta. Claro que los hombres “son dioses” en tanto participan de la divinidad de Dios por la gracia. Es San Ireneo el que introduce la imagen del “admirable intercambio por el que Dios se hace hombre para que el hombre pueda hacerse Dios” (Avd. Haer. V, 8, 1)

A partir del siglo IV, la patrística griega (Los Capadocios) va a centrarse en la idea de divinización, desarrollando sistemáticamente la teología del “admirable intercambio” de Ireneo. Lo que en él es una intuición feliz, es reafirmado por San Atanasio (Adv. Arian. IV, 2, 59) y se convierte en el eje de la antropología cristiana: Unirse a Cristo es unirse a Dios, y por tanto, divinizarse. San Atanasio señalará, sin embargo, la diferencia: el Verbo es hijo “por naturaleza” (kata physin), pero el hombre se une a Dios “por gracia” (kata charin) y “según la imagen” del Verbo.


La teología de la Gracia en Oriente, seguirá, justamente, en esta línea de la Theosis. En cambio, en Occidente, la disputa de Agustín con Pelagio, acerca de la necesidad de la gracia y la insuficiencia de la sola naturaleza para la salvación cristiana, le dará mayor protagonismo al pecado, y acentuará el carácter “sanante de la gracia por sobre el de santificante”. Santo Tomás y la Escolástica (doctrina asumida por el Concilio de Trento) unirán ambos aspectos en su doctrina de la gracia. Así la “sanación-justificación” será el perdón del pecado que obstaculiza la comunión con Dios, pero que implica una transformación efectuada en el hombre unido a Jesucristo, la que constituye su divinización-santificación”.

Más allá de que los hombres sean “
hechos dioses” por la gracia, esa participación de lo divino, introduce en ello una forma de pluralidad. Y en tal “divinización, la pluralidad se conserva sin disolverse en la indistinción. Por tanto, esa pluralidad introducida en lo divino por la gracia, tiene que ver con la comunión y no con la substancia

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