¿Debo de hacer la obra en el templo para mi bebé que murió poco después del nacimiento?

Es imposible entender el dolor que proviene de una madre que pierde a su precioso hijo, ya sea al poco tiempo o cualquier otro período de tiempo. No hay palabras que puedan ayudar a la mente humana a comprender el dolor y la tristeza, pero el Señor sí entiende y Él es, y debe ser, la fuente de consuelo. El conocimiento que hemos obtenido de la lectura de las Escrituras es que el Padre Celestial y Jesucristo aman a sus hijos. Repasemos lo que el Señor, a través de sus profetas, ha dicho sobre el bautismo de niños pequeños:

He aquí, te digo que esto enseñarás: El arrepentimiento y el bautismo a los que son responsables y capaces de cometer pecado; sí, enseña a los padres que deben arrepentirse y ser bautizados, y humillarse como sus niños pequeños, y se salvarán todos ellos con sus pequeñitos.
Y sus niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo. He aquí, el bautismo es para arrepentimiento a fin de cumplir los mandamientos para la remisión de pecados. Mas los niños pequeños viven en Cristo, aun desde la fundación del mundo; de no ser así, Dios es un Dios parcial, y también un Dios variable que hace acepción de personas; porque, ¡cuántos son los pequeñitos que han muerto sin el bautismo!. (Moroni 8: 11-12)
Gracias a esto sabemos que nuestro Padre Celestial ha reservado su Reino para los niños pequeños. La expiación de Jesucristo cubre a todos los niños que murieron antes de la edad de responsabilidad (8 años) y, por lo tanto, no es necesario que se realicen bautismos a su favor en el templo. Con respecto al sellamiento, aquí hay una cita que puede ayudarnos a obtener una respuesta:
Algunos se preocupan porque los niños difuntos que aparentemente han perdido el privilegio del cortejo, el matrimonio y otras oportunidades. Pero las revelaciones sobre el mundo espiritual nos aseguran que las relaciones normales que conducen a sellamientos eternos son una parte continua de esa vida. El élder Melvin J. Ballard observó:

“Ustedes, madres, se preocupan por sus pequeños hijos [quienes han muerto]. No realizamos sellamientos por ellos. Perdí a un hijo de seis años, y lo vi como un hombre en el mundo de los espíritus después de su muerte, y vi cómo él había ejercido su propia capacidad de elegir y obtendría por voluntad propia y por su albedrío una compañera, y en su debido tiempo, él y todos aquellos que lo merecen, tomarán todas las bendiciones y los privilegios del sellamiento de la casa del Señor. No te preocupes por eso. Son salvos; ellos están bien

Ahora, entonces, ¿Cuál es el estado de sus hijas que han muerto y no han sido selladas a algún hombre? ... El poder de sellado estará para siempre jamás con esta Iglesia, y se tomarán medidas para ellas. No podemos correr más rápido de la manera que el Señor nos ha provisto. Sus bendiciones y privilegios les llegarán a su debido tiempo. Mientras tanto, son salvos"(Bryant S. Hinckley, Sermons and Missionary Services of Melvin J. Ballard, Deseret Book Company, 1949, p. 260.)
Entonces, para resumir la respuesta: ¡No! no necesitan ser bautizados ni confirmados, ni se debe hacer ninguna clase de obra en el templo a favor de ellos. El único escenario en el que podría necesitarse alguna obra es si usted y su cónyuge no fueron sellados antes de su nacimiento. Luego, pueden ser sellados usted y su esposo a discreción y/o aprobación de su obispo.

Niños que nacen muertos

En el Manual 2: Administración de la Iglesia leemos:
No se efectúan ordenanzas del templo por niños que nacen muertos. Esto no niega la posibilidad de que un niño que haya nacido muerto sea parte de la familia en las eternidades. Se exhorta a los padres a confiar en que el Señor resolverá esos casos de la manera que Él considere mejor. La familia puede anotar el nombre del niño en la hoja de grupo familiar seguido por las palabras nacido(a) muerto(a) entre paréntesis

Si los padres lo desean, se puede hacer un servicio conmemorativo en el sitio del entierro.

Es un hecho que una criatura tiene vida antes de nacer; sin embargo, no hay revelación directa que indique en qué momento entra el espíritu en el cuerpo.

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