Arqueología, Reliquias, y la Creencia en el Libro de Mormón

Por John E. Clark
Traducción Libre: www.mundolds.blogpsot.com
Journal of Mormon Studies, Volumen 14, número 2, 2005

Las primeras horas del 22 de septiembre 1827 encontraron a José Smith subiendo la ladera occidental de una alta colina cerca de su casa para llegar a su cita anual con el ángel Moroni.1 Después de cuatro años de prueba, el profeta de 21 años de edad, finalmente fue encargado de las planchas de oro y las piedras sagradas necesarias para traducirlas. Las consecuencias de este evento han sido trascendentales. El Libro de Mormón, traducido de ese registro antiguo, ahora está disponible en 105 idiomas, y se han impreso cerca de 130 millones copias.2

El Libro de Mormón desafía al mundo a tomarlo en serio como un relato del trato de Dios con los antiguos pueblos del Nuevo Mundo. Está en juego nada menos que la salvación. El mundo no ha tomado este desafío sin protestar, sino que han hecho retrocer al negar la entrega milagrosa del libro y la autenticidad de éste. Mientras que miles de millones de personas, de hecho, permanecer indiferentes ante el libro, como lo hacen con la Biblia, un grupo vociferante de críticos que afirman que el Libro de Mormón es un invento, una ficción para el olvido, a la que ellos no pueden dejarle en paz.3

Desde 1829, los críticos han intentado desacreditar al Libro de Mormón, alegando que fue escrito, no traducido, por José Smith, y que su historia no tiene ninguna conexión en el mundo real. Ellos creen que hoy día están ganando, pero 175 años de falsedades y débiles argumentos no han rasguñado la credibilidad del libro. Debido a lo que está en juego, debemos estar de acuerdo en que los cargos contra el libro son graves y requieren respuesta. Las cuestiones más críticas se refieren a la autoría del Libro de Mormón. ¿José Smith, hijo escribió el libro, o le fue revelado a través de medios divinos? Aquí es donde entra la arqueología como el único medio científico para reunir evidencia independiente de la autenticidad y por lo tanto, de la autoría. El Libro de Mormón es único en las escrituras del mundo, debido a que sus firmes orígenes divinos pueden ser evaluados por la comprobación de pruebas concretas en el mundo real. Por ejemplo, demostrar la existencia de Zarahemla, y la validez de lo demás. La lógica es simple y convincente para ambas partes.4

Primero consideremos la posición anti-mormona. Si José Smith hizo el libro, entonces los pueblos de éste no existen, sus eventos nunca sucedieron, y no debe haber rastro de ellos en ningún lugar. Si, después de un período razonable de búsqueda cuidadosa, la evidencia material no se encuentra, entonces se demostraría como imaginario al Libro de Mormón, y por tanto José Smith sería expuesto como un mentiroso y la iglesia que él fundó y dio a conocer como un engaño .

Los Santos de los Últimos Días piensan lo opuesto. Piensan que la confirmación de los detalles históricos del Libro de Mormón sustanciarán el relato de José Smith, y así validará su videncia y el origen divino del libro asi como de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Esto nos lleva a la asombrosa posibilidad de ser capaces de probar las afirmaciones de José Smith a través de la ciencia, una posibilidad que los críticos han tratado por mucho tiempo de explotar. El Libro de Mormón es la clave del mormonismo; destruir esta piedra hará que todo lo que en ella se apoya se venga abajo. Teniendo en cuenta lo que está en juego, la posibilidad misma de probar la historicidad y la autenticidad del libro se convierte en una obligación moral de hacerlo.

El espacio impide una revisión del total de la relación de los Santos de los Últimos Días con estas cuestiones; pero daremos un ejemplo. Retrocedamos a la mañana del 17 de abril de 1900 en la Manzana de la Academia de Provo. Un grupo del cuerpo estudiantil de la Brigham Young Academy se despidió junto con su presidente, 15 compañeros estudiantes, y otros como ellos se marcharon a la América del Sur. El presidente de la Academia Benjamin Cluff Jr. esperaba " descubrir la capital antigua nefita de Zarahemla. . . [y] de esta manera. . . establecer la autenticidad del Libro de Mormón. "5 La expedición se inició con la bendición de la Iglesia, pero no con su respaldo financiero, y la bendición se retiró antes de que el grupo saliera de los Estados Unidos. Del grupo original de 24 hombres, 9 cruzaron a México y llegaron 6 Colombia. Después de que el grupo había navegado 630 millas por el río Magdalena, un punto a 632 días de jornada de la Manzana de la Academia, las autoridades colombianas detuvieron el progreso de los ansiosos exploradores tan sólo unos días antes de su destino.6 Cluff y sus estudiantes nunca llegaron a Zarahemla. Desde entonces, académicos de los Santos de los Últimos Días y turistas han tratado de llegar pero no está claro a dónde mirar, ¿Cómo deben buscar y cómo sabrán que es Zarahemla cuando la encuentren?.

Cluff volvió para convertirse en el primer presidente de la Universidad de Brigham Young (el nuevo nombre de la academia).7 En ese momento, su propuesta para la ubicación de Zarahemla era aparentemente popular entre los mormones. Se presumía que el Libro de Mormón incluía tanto las tierras América del Norte y como las de América del Sur, una teoría conocida como la del modelo hemisférico.8 Tomó el puesto después de una pausa de deambular por Colombia por casi dos años. El viaje más largo especificado en el Libro de Mormón tomó 40 días, y el grupo se perdió y a pie (véase Mosíah 7:4)9

Un argumento en contra del modelo hemisférico fue proporcionado por José Smith en 1842. Ese fue un año agitado en Nauvoo ya que el Profeta estuvo ocupado con la obra del Libro de Abraham, el templo y esquivando todo el tiempo la detención ilegal. Incluso asumió la responsabilidad editorial del Times and Seasons, periódico de Nauvoo.10 Meses antes había recibido una copia del reciente best-seller de John Lloyd Stephens, Incidentes de viaje en Centroamérica, Chiapas y Yucatán, el primer libro popular en inglés que describe las ruinas mayas.11

Este libro asombró al mundo de habla Inglesa con la evidencia de una civilización avanzada que nadie imaginaba que existía, nadie, es decir, con la excepción de los Santos de los Últimos Días. El Profeta estaba muy emocionado, y se reprodujeron fragmentos del libro en el Times and Seasons con comentarios sin firma, presumiblemente la suya. Lo que José registró fue significativo para los temas en cuestión:
“Desde que nuestro 'Extracto' [del libro de Stephens] fue publicado. . . hemos encontrado otro hecho importante en relación con la veracidad del Libro de Mormón. Centroamérica. . . está situada al norte del Istmo de Darién e incluye varios cientos de kilómetros de territorio desde el norte a sur. La ciudad de Zarahemla. . . estuvo sobre esta tierra. . . . No va a ser un mal plan comparar las ciudades en ruinas del Sr. Stephens con las del Libro de Mormon.” 12
Como es evidente en sus comentarios, José Smith cree que la arqueología maya ha reivindicado al Libro de Mormón. Su ubicación de Zarahemla al este de Guatemala implica que la Tierra del Sur descrita en el Libro de Mormón estuvo al norte del Darien, como se llamaba entonces Panamá; por lo tamto su comentario presupone una geografía más pequeña que excluye América del Sur. El Profeta consideró la ubicación de las Tierras del Libro de Mormón como una cuestión abierta, y un sujeto a confirmación arqueológica. En los últimos 50 años, amigos y enemigos han adoptado el “plan” de José de comparar "Las ciudades en ruinas, con las que están en el Libro de Mormón ". Ambas partes creen que la arqueología está de su lado.

Arqueología y argumentos del Libro de Mormón

Teniendo en cuenta el argumento en contra del Libro de Mormón que hizo circular recientemente un grupo evangélico en un folleto:
“La Biblia. . . soporta su verdad mediante la corroboración de evidencia geográfica y arqueológica. Esta afirmación no se puede decir de El Libro de Mormón. Varias décadas de investigación arqueológica, financiada por las instituciones de Los Santo de los Últimos Días, concentrándose en América Central y México, no han dado nada que corrobore los hechos históricos descritos en El Libro de Mormon”.13
Lo único malo con este argumento ingenioso es que sus afirmaciones son falsas y su lógica defectuosa. La arqueología y la geografía apoyan al Libro de Mormón en el mismo grado, y por las mismas razones que apoyan a la Biblia.14 Ambos libros presentan los mismos desafíos para la confirmación empírica, y ambos están en buena forma. Hay muchas cosas que han sido verificadas para cada uno, pero muchas no. Los argumentos críticos se especializan en una lista de las cosas mencionadas en el Libro de Mormón que la arqueología no ha encontrado. En lugar de llorar sobre la evidencia que falta, yo considero la evidencia que si hemos encontrado.

El folleto enumera ocho deficiencias: en primer lugar, que "Ninguna de las ciudades del Libro de Mormón han sido localizadas", y luego, que " no se ha encontrado artefacto alguno de cualquier clase que pueda servir para probar que el Libro de Mormón es verdadero. "15 Esta última afirmación es demasiado optimista al sugerir que tal prueba material es posible aún.

Ningún artefacto imaginable, o incluso una sala llena, jamás podría convencer a los críticos especializados que el Libro de Mormón es verdadero. Tal afirmación implica que la reliquia correcta podría presentar al libro como una verdad más allá de toda duda, pero eso es demasiado fuerte y subestima la terquedad humana. Moroni podría aparecer mañana con la planchas de oro, la espada de Labán, y la Liahona en la mano y ni esto dejaría satisfechas las demandas del público para mas pruebas.
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Los desafíos lógicos con la primera afirmación, que “no se han localizado las ciudades," son más sutiles. Las ciudades del Libro de Mormón se han encontrado, son bien conocidas, y sus artefactos adornan los mejores muesos. Están simplemente enmascarados por etiquetas arqueológicas que dicen "maya", "olmeca", y así sucesivamente. El problema, entonces, no es que no se hayan encontrado los artefactos del Libro de Mormón, sólo que no han sido reconocidos como lo que son. Una vez más, si nos topamos en Zarahemla, ¿Cómo podemos saberlo? La dificultad no está en la evidencia, sino en la epistemología.

Un último punto acerca de la evidencia significativa. La hipótesis de que El Libro de Mormón es autoría de José Smith exige que las pretensiones de verdad en el libro deban ser juzgadas por lo que se creía, se sabía o se podía conocer en el ambiente próximo de José en la década de 1820. La descripción de los pueblos antiguos en el Libro es muy diferente de las nociones de rudos y salvajes que tenían los norteamericanos del siglo XIX.17 La afirmación del libro de que esas sociedades vivían en ciudades fue causa de risa en ese tiempo, pero actualmente nadie se ríe.

Conforme se muestran los ejemplos de ciudades, menor es la probabilidad de que José Smith haya podido imaginar un hecho futuro, y es más fuerte la probabilidad de que recibió la información de una fuente divina. En consecuencia, la evidencia más convincente para la autenticidad es aquella que verifica las cosas inimaginables registradas en el Libro de Mormón, entre más extravagantes, mejor.18 La confirmación de tales cosas eliminará cualquier probabilidad residual de la autoría humana y daría un largo camino para demostrar que José no podía haber escrito el libro. Esto es precisamente lo que ha hecho un siglo de arqueología.

Considero sólo unas pocas cosas. El único requisito para hacer comparaciones entre la arqueología y el Libro de Mormón es estar en el lugar correcto. Por razones que exploraremos a continuación, Mesoamérica es el lugar correcto.

1. Registros metálicos en cajas de piedra

Las primeras afirmaciones arqueológicas relacionadas con el Libro de Mormón tienen que ver con los hechos supuestos del 22 de septiembre 1827: la realidad de las planchas de metal conservadas en una caja de piedra. Esto solía ser considerado un cuento monstruoso, pero el ocultar los registros metálicos en cajas de piedra es ahora una práctica documentada del Viejo Mundo.19 También se han descubierto cajas de piedra para ofrendas en Mesoamérica20 pero hasta ahora las planchas de oro siguen en libertad, como era de esperarse que fuera.

2. Escritura antigua

Otro hecho evidente esa mañana de septiembre fue que los pueblos antiguos de América sabían escribir, una afirmación absurda en 1827. Ahora sabemos de por lo menos seis sistemas mesoamericanos de escritura anteriores a la era cristiana.21 Esto debería contar para algo, pero no es suficiente para los que se dedican al escepticismo. Exigen ver el egipcio reformado, de preferencia en las láminas de oro, y encontrar las huellas de la lengua hebrea. Hay buenos candidatos en ambos casos, pero nada concluyente.22 Siguen descubriéndose nuevas inscripciones, y muchos de los textos permanece sin descifrar. Un ejemplo se recuperó hace 56 años y califica como una muestra de la escritura más temprana de América, pero hasta ahora no hay mucho de ella, y además los estudiosos se han olvidado que existe.23

3. Artes de la guerra

Las planchas de oro y otras reliquias terminaron en Nueva York, en última instancia debido a que los nefitas fueron exterminados en una batalla cataclísmica. El Libro de Mormón rebosa de guerra y gente desagradable. Hasta hace 20 años estás afirmaciones en el libro sobre la materia fueron desdeñadas por los eruditos famosos. Ahora que la escritura maya se puede leer, la guerra parece haber sido un pasatiempo mesoamericano.24

La información sobre la guerra en el Libro de Mormón es particularmente rica y ofrece una amplia oportunidad para someter a juicio la posibilidad de que José Smith pudiera conseguir los detalles correctos. La guerra que se describe en el libro difiere de lo que José pudo haber conocido o imaginado. En el libro, se lee de las ciudades fortificadas con trincheras, muros y empalizadas. En las ciudades mesoamericanas que datan de tiempos nefitas se han encontrado todos estos elementos.25

El Libro de Mormón menciona arcos y flechas, espadas, hondas, cimitarras, lanzas, palos, escudos, corazas, cascos y armaduras de algodón -todos estos elementos han sido documentados para Mesoamérica. Las espadas aztecas eran de madera, a veces bordeadas con navajas de piedra.26 Hay indicios de espadas de madera en el Libro de Mormón, ¿cómo harían para que las espadas no se mancharan con sangre? 27 Las espadas de madera con bordes de piedra afilada podían cortar cabezas y extremidades, y fueron letales. La práctica de tomar las armas sueltas como trofeos de batalla, tal como sucede en la historia de Amón, también se documenta para Mesoamerica.28

Otra correspondencia exacta es la práctica de huir a las cimas de las pirámides como lugares de última defensa y, en consecuencia, de la entrega final. Las Ciudades conquistadas fueron representadas en Mesoamérica por los símbolos de torres rotas o pirámides incendiadas. Mormón registra esta practica.29 Otras prácticas de su tiempo eran los sacrificios humanos y el canibalismo, viles comportamientos muy comprobados en Mesoamérica (véase Mormón 4:14; Moroni 9:8, 10).

La batalla final en Cumorah involucró a un número asombroso de tropas, incluidas las unidades de batalla nefitas de 10,000. Documentos aztecas describen ejércitos de más de 200,000 guerreros divididos en divisiones mayores de 8,000, además de 4,000 retenedores de cada una. En una batalla participaban 700,000 guerreros de cada lado.30 Las cifras aztecas parecen una exageración propagandística; no sé si estos números aplican para el Libro de Mormón.

En resumen, las prácticas y los instrumentos de guerra descritos en el Libro de Mormón muestran correspondencias múltiples y precisas con las prácticas mesoamericanas, de una manera inimaginable para los yankees del siglo 19.

4. Ciudades, templos, torres y palacios

Mesoamérica es una tierra de ciudades en ruinas. Sus pirámides (torres), templos y palacios son todos los elementos mencionados en el Libro de Mormón, pero no los que según rumores de la época de José Smith estaban a lo largo del canal de Erie, al norte de Nueva York. Las ciudades en Mesoamérica se muestran en todos los lugares correctos y las fechas y los períodos de tiempo son compatibles con la cronología del Libro de Mormón.31

5. Casas y ciudades de cemento

Una de las afirmaciones más inusuales y específicas en el Libro de Mormón es que las casas y las ciudades de la Tierra del Norte por el año 49 a.C. fueron construidas de cemento, una declaración considerada ridícula en 1830. Como resultado, esta afirmación recibe la confirmación notable en Teotihuacán, la mayor ciudad prehispánica jamás construida en las Américas. Teotihuacán está todavía cubierta de cemento antiguo que ha durado más de 1,500 años.32

6. Reyes y sus monumentos

Todos los pueblos del Libro de Mormón tuvieron reyes que gobernaron las ciudades y los territorios. Los prejuicios de Estados Unidos contra las tribus nativas en la época de José no tenían espacio para los reyes o sus tiranías. El último rey Jaredita, Coriántumr, talló su historia en una piedra en el 400 d.C., un evento en línea con las prácticas de Mesoamérica en ese momento. Una joya en particular en el libro es que el rey Benjamin "trabajó" con sus "propias manos" (Mosíah 2:14), una cosa escandalosa de José Smith fue el haber afirmado que había un rey. No fue sino hasta la década de 1960 que la antropología alcanzó la idea de trabajar con el término rey y validarlo entre las culturas del mundo.33

Consideremos específicamente a Riplákish, el décimo rey de los jareditas, un tirano opresor que obligó a los esclavos construir edificios de lujo y producir bienes. Entre los artículos que encargó fue "un trono muy bonito" en el año 1,200 a.C (Éter 10:6). La primera civilización en Mesoamérica es conocida por sus elaborados tronos de piedra.33 ¿Cómo obtuvo José Smith ese detalle justo?

7. Metáforas y el mundo mesoamericano

No todas las pruebas de la autenticidad del Libro de Mormón se refieren a los bienes materiales. Una correspondencia sorprendente esta en un dibujo del códice de Dresden, uno delos cuatro libros sobrevivientes de los mayas precolombinos. Muestra una víctima sacrificial, con un árbol que crece de su corazón, una representación literal de la metáfora predicada en Alma, capítulo 32. Otras imágenes mesoamericanas muestran el árbol de la vida. Las metáforas del Libro de Mormón tienen sentido en el mundo mesoamericano. Estamos empezando a estudiar estas metáforas, los avances para futuros desarrollos se pueden revisar en Journal of Book of Mormon Studies.

8. Cuenta del tiempo y profecías

Una correspondencia que siempre me ha impresionado tiene que ver con las profecías en bloques de 400 años. Los mayas estaban obsesionados con el tiempo, y tallaban fechas precisas en sus monumentos de piedra que comenzaban con la cuenta de 400 años, un intervalo llamado baktun. Cada baktun se componía de 20 katunes, una intervalo muy importante de 20 años.35 Si me permiten algunas libertades con el texto, Samuel el lamanita advirtió a los nefitas que un baktun "no pasará antes. . . que sean flechados "(Helamán 13:9). Nefi y Alma pronunciaron la misma profecía baktun, y Moroni dejó constancia de su cumplimiento. Moroni nos invita a despedirnos justo después del primer katun del baktun final, o 420 años ya que le "fue dado el signo de la venida de Cristo "(Moroni 10:01).36 ¿Cuáles son las posibilidades de que José Smith pudiera adivinar correctamente el sistema vigesimal para la cuenta de tiempo y profetizar usado entre los mayas y sus vecinos, 50 años antes de que los estudiosos se toparan con él?

Podría extenderse la lista de elementos extraordinarios que corresponden con las afirmaciones del Libro de Mormón. Los Santos de los Últimos Días tienen la tendencia a perderse en los detalles y eso ha sido caracterizado por los críticos como un método para distraer la atención de los grandes problemas con un sinfín de detalles irrelevantes,37tanto como una nube de mosquitos distrae a los rinocerontes en la cocina. Vamos a tomar el atrevimiento de considerar temas importantes, es decir, la geografía y los ciclos de civilización y población.

9. Geografía del Viejo Mundo

Como se desprende de la expedición de Cluff, si la geografía no es la adecuada, se puede perder el año buscando Zarahemla y nunca llegar a ella. La geografía del Libro de Mormón presenta un serio desafío, porque la única ubicación de una ciudad que se conoce con certeza es la Jerusalem del Viejo Mundo y esto no nos ayuda con la localización de la tierra prometida. Sin embargo, las correspondencias geográficas son maravillosas en la parte de la narración del Viejo Mundo. Como S. Kent Brown y otros han demostrado, la geografía de la Península Arábiga que se describe en 1 Nefi es precisa hasta en sus topónimos. El ajuste geográfico notable incluye numerosos detalles desconocidos en el tiempo de José Smith.38

10. Geografía del Nuevo Mundo

Para el Nuevo Mundo, trataremos con un ejercicio de geografía en dos pasos. En primer lugar una geografía interna que se deduce de las pistas en el libro, y, a continuación, esa deducción se convierte en el estándar para la participación en el segundo paso, igualando esa geografía interna con un ambiente en el mundo real. John Sorenson ha hecho el mejor trabajo en ese sentido.39Lo que relata el Libro de Mormón se desarrolla en las tierras de los nefitas, que incluye una franja o cuello de terreno estrecho entre dos mares y dos porciones anchas de tierra, una hacia el norte y la otra hacia el sur de esa franja. La tierra del sur se podía atravesar a pie, con los niños y los animales en el remolque, en alrededor de 30 días, por lo que no podría haber sido mucho más largo que 300 millas. Las 3,000 millas necesarias para la geografía de los dos hemisferios están eliminadas por un orden de magnitud. Las Tierras de los nefitas no incluían todo el continente americano o la totalidad de sus pueblos, eran de menores dimensiones. El principal corolario de una geografía así limitada es que los pueblos del Libro Mormón no fueron los únicos en el continente. Por lo tanto, para comprobar la correspondencia, una debe encontrar el lugar y los pueblos correctos. Vale la pena darse cuenta de que los anti-mormones se lamentan de la desaparición de la correlación continental tradicional porque era fácilmente ridiculizable. La geografía de las escrituras embona muy bien con la geografía limitada.

Sorenson afirma que las tierras y los pueblos del Libro de Mormón se encontraban en América Central y en el Sur de México, un área conocida como Mesoamérica. Nos damos cuenta de que la configuración de las tierras, mares, montañas, y otras características naturales de Mesoamérica embonan muy bien en los requisitos internos del texto. Es importante destacar que la búsqueda de cualquier sector en el continente americano, que se ajuste a las especificaciones del Libro de Mormón, requiere tratar con cientos de variables dependientes. Así que no se puede hacer una geografía creíble a partir de una sola correspondencia, lo que realmente cuenta es la correlación de cientos de ellas. La probabilidad de adivinar correctamente miles de datos es igual a cero. José Smith no sabía nada acerca de América Central antes de leer la obra de Stephens Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, y al parecer no le hizo saber dónde estaban las tierras del Libro de Mormón, por lo que la correlación con la geografía del Libro de Mormón se vuelve evidencia convincente de que él no escribió el libro.

11. Ciclos de civilización en Mesoamérica

He mencionado que el Libro de Mormón habla de pueblos civilizados y que esto se verificó durante la vida de José. Esta afirmación es doble en realidad porque el libro describe una civilización jaredita temprana que se superpone un par de siglos con la civilización de los lehitas. Las fechas para el traslape de ambas civilizaciones está claramente en un paréntesis que va de 587 a.C. a 386 d.C. Pero el tiempo de origen de la primera civilización permanecerá borroso, comenzando en algún momento después de la Torre de Babel y terminando con la huida del Rey Mosiah a Zarahemla. Los jareditas empezaron a labrar el suelo americano de la Tierra del Norte al menos en el 2,200 a.C. y puede que hayan sufrido su propia iniquidad hasta el 400 a.C.

El requisito de dos civilizaciones que solía ser un problema para el Libro de Mormón, ahora ya no existe debido a los alcances de la arqueología. Enfatizo que estoy interpretando el término "civilización" en el sentido estricto de "vida en la ciudad." En la corporación de correlaciones entre el Libro de Mormón y la arqueología mesoamericana, me centro en el ascenso y el declive de las ciudades. La más antigua conocida fue la civilización Olmeca iniciada alrededor del 1,300 a.C., teniendo como antecedente una gran comunidad formada en 1,700 a.C. 40 Las ciudades olmecas fueron abandonados alrededor del 400 a.C., probablemente bajo coherción.41 En el oriente de Mesoamérica, la civilización Olmeca fue sustituida en las tierras bajas por los mayas, que comenzaron la construcción de ciudades en las selvas de Guatemala alrededor de 500 a 400 a.C. Al igual que con la civilización Olmeca, la civilización maya experimentó altas y bajas en su desarrollo, con un mini-colapso hacia el año 200 d.C.42 En resumen, las correspondencias entre el Libro de Mormón y los ciclos de la civilización mesoamericana son sorprendentes.

12. Historia demográfica de Mesoamérica

La reconstrucción de la demografía antigua requiere información detallada sobre tamaño de sitios, lugares, fechas y frecuencias. Se llevará otros 50 años de investigación activa para recopilar la información suficiente para la reconstrucción de la historia demográfica completa de Mesoamérica. La historia de nefitas y lamanitas es demasiado complicada para revisarla aquí, me limitaré a considerar al periodo Jaredita. Para empezar, los primeros desarrollos de los jareditas y de los olmecas son confusos, pero a partir de 1,500 a.C. en adelante sus historias son muy paralelas. Las alternancias entre la construcción de la ciudad y disminución de la población, que se describen para los jareditas, corresponden plenamente con los desarrollos olmecas en las tierras bajas. Las ciudades olmecas fueron abandonadas por el año 400 a.C.,43 y la cultura desapareció, lo mismo sucedió para los jareditas como describe el Libro de Mormón (véase Éter 13 -15). Esta es una correlación fenomenal. Es necesaria mucha más investigación en el sur de México para comprobar que las tierras son nefitas, tal como las identifica Sorenson. Lo poco que sabemos de esta región se ve prometedor para futuras confirmaciones.

Antes de dejar este tema, es importante hacer una observación sobre una cuestión global que preocupa a varios Santos de los Últimos Días. ¿Podrían millones de personas haber vivido en el área propuesta como las tierras del Libro de Mormón? Sí, lo hicieron. Mesoamérica es la única área en el continente americano que tuvo las altas densidades de población mencionadas en el Libro de Mormón, y para los tiempos indicados.

Tendencia a convergir

Hasta este punto, se ha mostrado que el contenido del Libro de Mormón se adapta cómodamente a la prehistoria de Mesoamérica, tanto en los patrones generales y en algunos detalles extraordinarios. Hay muchas cosas que se menciona en el libro que todavía no se han verificado arqueológicamente, pero esto era cierto hasta hace unos pocos años por los elementos que acabamos de revisar. La tendencia en los últimos 50 años es de convergencia entre el Libro de Mormón y la arqueología mesoamericana. Las afirmaciones del Libro de Mormón, permanecen inalteradas desde 1830, por lo que todos los acomodamientos han sido del lado de la arqueología. Si el libro fuera ficción, esta convergencia no estaría sucediendo. Podemos esperar más pruebas en los próximos años. Volviendo a la pregunta original: ¿Es José Smith  el autor del Libro de Mormón? No lo es. Para los que mejor conocieron a José Smith desde 1829 fue evidente que el no pudo ser el autor del Libro de Mormón.44 Los hallazgos recientes simplemente  establecen que es inconcebible la posibilidad de su autoría. La evidencia arqueológica acumulada y la impresionante evidencia interior muestran que el Libro de Mormón es un libro antiguo auténtico sobre el origen del Nuevo Mundo. La única explicación plausible para la existencia del libro es que intervinieron agencias sobrenaturales para traerlo a luz en nuestros días.

El Libro de Mormón aún exhorta a todo el mundo a tomarlo en serio, y ahora la ciencia está dándole una mano. La arqueología que ha se ha llevado a cabo en Mesoamérica está confirmando los hechos histórico, geográfico, y políticos mencionados en el texto. Sin embargo, la arqueología no sirve para hacer frente al desafío central del libro -la promesa de que su doctrina conduce a Cristo. Aunque el Libro de Mormón no proporciona instrucciones claras para llegar a Zarahemla, su instrucciones para llegar a Cristo son insuperables, y este es un destino infinitamente más importante. Si alguna vez vamos a llegar a ese destino debemos mantener en una perspectiva correcta la relación entre las evidencias externas del Libro de Mormón y la creencia. El presidente Gordon B. Hinckley resume el asunto en su testimonio:
“La evidencia para la veracidad [del Libro de Mormón], para su validez, en un mundo propenso a exigir pruebas, no se encuentra en la arqueología o en la antropología, aunque éstas pueden tener alguna utilidad. No se encuentra en la investigación histórica o en el análisis de la palabra, aunque éstos pueden ser confirmatorios. La evidencia de su veracidad y su validez se encuentran bajo las cubiertas del libro en sí. La prueba de la verdad se encuentra en su lectura de misma. Es un libro de Dios. La gente razonable puede cuestionar su sincero origen, pero los que lo han leído con oración han llegado a saber, por un poder más allá de sus sentidos naturales, que es cierto, que contiene la palabra de Dios, que delinea las verdades de salvación del evangelio eterno”. 45

Este artículo fue originalmente una discurso pronunciado en la Universidad Brigham Young, el 24 de mayo de 2004.

Notas:

1. Para un relato detallado de lo sucedido esa mañana, véase Matthew B. Brown, Plates of Gold: The Book of Mormon Comes Forth (American Fork, UT: Covenant, 2003).
2. Figures current as of February 2006, Curriculum Department, The Church of Jesus Christ of Latter-day Saints.
3. Para una revisión concisa de las posiciones relacionadas a los orígenes del Libro de Mormón, veáse Louis C. Midgley, "Who Really Wrote the Book of Mormon? The Critics and Their Theories," in Book of Mormon Authorship Revisited: The Evidence for Ancient Origins (Provo, UT: FARMS, 1997), 101—39.
4. La mayoría de los puntos de esta discusión se pueden encontrar en Terryl L. Givens, By the Hand of Mormon: The American Scripture That Launched a New World Religion (New York: Oxford University Press, 2002).
5. Ernest L. Wilkinson and W. Cleon Skousen, Brigham Young University: A School of Destiny (Provo, UT: Brigham Young University Press, 1976), 151.
6. Véase Wilkinson and Skousen, Brigham Young University, 160.
7. Véase Wilkinson and Skousen, Brigham Young University, 179—80.
8. Las copias del Libro de Mormón disponibles para ese tiempo incluía los cambios adicionados por Orson Pratt en 1879, y estas tenían notas al pie con información geográfica basada en la geografía hemisférica. Estas identificaciones específicas fueron eliminadas para la edición de 1920 y desde entonces ya no aparecen.
9. Para una visión general de las geografías del Libro de Mormón y otros temas relacionados, véase John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book and FARMS, 1996); Sorenson, The Geography of Book of Mormon Events: A Sourcebook (Provo, UT: FARMS, 1992); y Sorenson, Mormon's Map (Provo, UT: FARMS, 2000).
10. Times and Seasons 3 (15 March 1842): 710.
11. John L. Stephens, Incidents of Travel in Central America, Chiapas, and Yucatan (New York: Harper and Brothers, 1841).
12. Times and Seasons 3 (1 October 1842): 927.
13. Tal Davis, A Closer Look at The Book of Mormon (Atlanta: Home Mission Board, Southern Baptist Convention, 1993)
14. Juzgar las supuestas deficiencias de la arqueología del Libro de Mormón desde las ventajas de la arqueología bíblica es similar a medir la velocidad de un auto que viene en la autopista. Ningún conductor está en una posición para hacer la llamada. Es el argumento de peso de que la arqueología requiere la fe y la indulgencia del lector en la solidez de la arqueología bíblica como un precio de entrada para evaluar las afirmaciones del Libro de Mormón. En verdad, la arqueología bíblica está plagado de escollos y dificultades. La arqueología no ha confirmado la Biblia en un sentido trivial. Para una evaluación franca de algunos de los retos de la arqueología bíblica, véase William G. Dever, What Did the Biblical Writers Know and When Did They Know It? What Archaeology Can Tell Us about the Reality of Ancient Israel (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2001); Randall Price, The Stones Cry Out: What Archaeology Reveals about the Truth of the Bible (Eugene, OR: Harvest House, 1997).
15. La lista de objeciones arqueológicas al Libro de Mormón fue tomada de un folleto viejo Hal Hougey, Archaeology and The Book of Mormon (Concord, CA: Pacific Publishing, 1983),12. La lista completa de cargos, tal y como aparecen en Davis, A Closer Look at The Book of Mormon (see n. 13), es la siguiente: "1. Las ciudades del Libro de Mormón no han sido localizadas. 2. No se ha encontrado ningún nombre del Libro de Mormón en las inscripciones del Nuevo Mundo. 3. No se ha encontrado ninguna inscripción hebrea genuina. 4. No se ha encontrado ninguna inscripción genuina en egipcio o en cualquier otra lengua similar a la egipcia, que pueda corresponder con el "egipcio reformado" de Joseph Smith. 5. No se han encontrado copias de las antiguas escrituras del Libro de Mormón. 6. No hay inscripciones antiguas de cualquier naturaleza que indiquen que los antiguos habitantes tenían creencias hebreas o cristianas, todos eran paganos. 7. No se ha encontrado la gente, las naciones o los lugares mencionados en el Libro de Mormón, . 8. No se ha encontrado un artefacto de cualquier clase que demuestre que el Libro de Mormón es verdadero”.
16. Para una discusión excelente de la evidencia que puede y no ser del Libro de Mormón, veáse John W. Welch, "The Power of Evidence in the Nurturing of Faith," en Echoes and Evidences of the Book of Mormon, ed. Donald W. Parry, Daniel C. Peterson, y John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 2002), 17—53.
17. Veáse John L. Sorenson, "How Could Joseph Smith Write So Accurately about Ancient American Civilization?" en Echoes and Evidences, 261—306; and John Gee, "The Wrong Type of Book," en Echoes and Evidences, 307—29.
18. Hugh Nibley ha llamado “barbaridad” (howler) a tales confirmaciones improbables. Hugh Nibley, "'Howlers' in the Book of Mormon," Millennial Star (February 1963): 28—34; reimpreso en Nibley, The Prophetic Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book and FARMS, 1989), 243—58.
19. Veáse William J. Adams Jr., "Lehi's Jerusalem and Writing on Silver Plates," in Pressing Forward with the Book of Mormon, ed. John W. Welch and Melvin J. Thorne (Provo, UT: FARMS, 1999), 23—26; Adams, "More on the Silver Plates from Lehi's Jerusalem," en Pressing Forward, 27—28; C. Wilfred Griggs, "The Book of Mormon as an Ancient Book," en Book of Mormon Authorship: New Light on Ancient Origins, ed. Noel B. Reynolds (Provo, UT: FARMS, 1982), 75—101; William J. Hamblin, "Metal Plates and the Book of Mormon," en Pressing Forward, 20—22; Noel B. Reynolds, "By Objective Measures: Old Wine into New Bottles," in Echoes and Evidences, 127—153; Stephen D. Ricks, "Converging Paths: Language and Cultural Notes on the Ancient Near Eastern Background of the Book of Mormon," in Echoes and Evidences, 389—419; John L. Sorenson, "Challenging Conventional Views of Metal," in Pressing Forward, 187—89; H. Curtis Wright, "Ancient Burials of Metal Documents in Stone Boxes," en By Study and Also by Faith: Essays in Honor of Hugh W. Nibley, ed. John M. Lundquist and Stephen D. Ricks (Salt Lake City: Deseret Book and FARMS, 1990), 2:273—334.
20. Una caja de piedra antigua procede del sitio olmeca temprano of Tres Zapotes, Veracruz; see Christopher A. Pool, "From Olmec to Epi-Olmec at Tres Zapotes, Veracruz, Mexico," in Olmec Art and Archaeology in Mesoamerica, ed. John E. Clark and Mary E. Pye (Washington DC: National Gallery of Art, 2000), 146. En la excavación del Templo Mayor de Tenochtitlan, la capital de los aztecas, se han encontrado muchas cajas ofrendas; veáse Leonardo López Luján, The Offerings of the Templo Mayor of Tenochtitlan (Niwot, CO: University Press of Colorado, 1994).
21. Entre las diferentes inscripciones conocidas se incluye las zapotecas, las de las tierras bajas mayas, las de las tierras altas mayas en Kaminaljuyú, las de tlatilco, las de Teotihuacán, la de La Mojarra, la olmeca de la Venta y recientes inscripciones procedentes de corazón del área olmeca que no han sido clasificadas. Para una discussion introductoria de estas inscripciones, veáse Stephen D. Houston, "Writing in Early Mesoamerica," in The First Writing: Script Invention as History and Process, ed. Stephen D. Houston (Cambridge: Cambridge University Press, 2004), 274—309; David H. Kelley, "A Cylinder Seal from Tlatilco," American Antiquity 31/5 (1966): 744—46; John S. Justeson, "The Origin of Writing Systems: Preclassic Mesoamerica," World Archaeology 17/3 (1986): 437—58; Justeson and Terrence Kaufman, "A Decipherment of Epi-Olmec Hieroglyphic Writing," Science 259 (19 March 1993): 1703—11; Joyce Marcus, "The Origins of Mesoamerican Writing," Annual Review of Anthropology 5 (1976): 35—67; Joyce Marcus, Mesoamerican Writing Systems: Propaganda, Myth, and History in Four Ancient Civilizations (Princeton, NJ: Princeton University Press, 1992); Sylvia Méluzin, Further Investigations of the Tuxtla Script: An Inscribed Mask and La Mojarra Stela 1 (Provo, UT: Papers of the New World Archaeological Foundation, 1995); Mary E. Pohl, Kevin O. Pope, and Christopher von Nagy, "Olmec Origins of Mesoamerican Writing," Science 298 (6 December 2002): 1984—87; Karl A. Taube, The Writing System of Ancient Teotihuacan (Barnardsville, NC: Center for Ancient American Studies, 2000); Javier Urcid Serrano, Zapotec Hieroglyphic Writing (Washington DC: Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 2001).
22. Véase John Gee, "Two Notes on Egyptian Script," in Pressing Forward, 244—47; Stephen D. Ricks and John A. Tvedtnes, "Semitic Texts Written in Egyptian Characters," in Pressing Forward, 237—43; and Brian Stubbs, "Hebrew and Uto-Aztecan: Possible Linguistic Connections," in Reexploring the Book of Mormon, ed. John W. Welch (Provo, UT: FARMS, 1992), 279—81.
23. Véase Kelley, "Cylinder Seal from Tlatilco," 744—46.
24. Véase M. Kathryn Brown and Travis W. Stanton, Ancient Mesoamerican Warfare (Walnut Creek, CA: AltaMira Press, 2003); Ross Hassig, Aztec Warfare: Imperial Expansion and Political Control (Norman: University of Oklahoma Press, 1988); y Hassig, War and Society in Ancient Mesoamerica (Berkeley: University of California Press, 1992).
25. Véase John L. Sorenson, "Fortifications in the Book of Mormon Account Compared with Mesoamerican Fortifications," in Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks and William J. Hamblin (Salt Lake City: Deseret Book, 1990), 425—44; y Sorenson, Images of Ancient America: Visualizing Book of Mormon Life (Provo, UT: Research Press, 1998), 132—33.
26. Véase William J. Hamblin and A. Brent Merrill, "Swords in the Book of Mormon," in Warfare in the Book of Mormon, 329—51; Matthew Roper, "Eyewitness Descriptions of Mesoamerican Swords," en Pressing Forward, 169—76; y Sorenson, Images of Ancient America, 130—31.
27. Para las espadas teñidas de sangre, véase Alma 24:12—13, 15.
28. Véase Alison V. P. Coutts, "From a Convert's Viewpoint," in Echoes and Evidences, 421—52; Bruce H. Yerman, "Ammon and the Mesoamerican Custom of Smiting Off Arms," JBMS 8/1 (1999): 46—47; John M. Lundquist and John W. Welch, "Ammon and Cutting Off the Arms of Enemies," en Reexploring the Book of Mormon, 180—81.
29. Para torres como último refugio en la batalla, véase Alma 50:4; 51:20; Moroni 9:7. Compárese con Fray Diego Durán, The Aztecs: The History of the Indies of New Spain, trans. Doris Heyden y Fernando Horcasitas (New York: Orion Press, 1964), 68: "Los tecpanecas, retrayéndose hacia su ciudad, intentaron usar su templo como su último baluarte, pero Tlacaelel [un líder azteca] alcanzó el temple antes que ellos y, tomando posición de la entrada, ordenó a uno de sus hombres le prendiera fuego, e hizo presionero a todo aquel que estuviera dentro." Durán, p. 89: "Cuando llegamos a Totolzinco el rey de Texcoco dijo que le prendería fuego al templo y la batalla llegó a su fin."
30. Véase Durán, The Aztecs, 217; Hubert Howe Bancroft, The Native Races of the Pacific States of North America (New York: Appleton, 1875), 2:425; and Sorenson, Images of Ancient America, 126—29.
31. Véase Sorenson, Ancient American Setting.
32. Teotihuacán, localizado justo al norte de la ciudad de México, fue construido alrededor de este tiempo con masivas cantidades de cemento. En la cita de esta correspondencia puntualizada por otros, no estoy afirmando que Teotihuacán fue necesariamente el lugar mencionado en el Libro de Mormón; véase Joseph L. Allen, Sacred Sites: Searching for Book of Mormon Lands (American Fork, UT: Covenant Communications, 2003), 89—91. Hasta el momento, ninguna ciudad del Nuevo Mundo mencionada en el Libro de Mormón es conocida con certeza. Otras ciudades en la región de Teotihuacán realizaban prácticas similares, por lo que estoy llamando la atención aquí a una región, un periodo de tiempo, y una práctica cultural, todo lo cual es confirmatorio del Libro de Mormón si uno admite que la tierra del sur estaba al sur del Istmo de Tehuantepec. Para más referencias al cemento, véase John L. Sorenson, "How Could Joseph Smith Write so Accurately about Ancient American Civilization?"261-306, y John W. Welch, "A Steady Stream of Significant Recognitions,", en Echoes and Evidences, 331-87.
33. La noción de reyes que trabajan o reyes menores entró a la literatura antropológica con el surgimiento de tipologías evolutivas y el concepto de cacicazgos. Para tratamientos valorativos de los cacicazgos, véase Elman R. Service, Primitive Social Organization: An Evolutionary Perspective, 2nd ed. (New York: Random House, 1971); Morton H. Fried, The Evolution of Political Society: An Essay in Political Anthropology (New York: Random House, 1967); Timothy Earle, ed., Chiefdoms: Power, Economy, and Ideology (Cambridge: Cambridge University Press, 1991); Robert D. Drennan and Carlos A. Uribe, eds., Chiefdoms in the Americas (Lanham, MD: University Press of America, 1987); y Allen W. Johnson and Timothy Earle, The Evolution of Human Societies: From Foraging Group to Agrarian State (Stanford, CA: Stanford University Press, 1987).
34. Para mayor information sobre tronos olmecas, véase David C. Grove, "Olmec Altars and Myths," Archaeology 26/2 (April 1973): 128—35; Grove, "Olmec Archaeology: A Half Century of Research and Its Accomplishments," Journal of World Prehistory 11/1 (1997): 51—101; Grove y Susan D. Gillespie, "Ideology and Evolution at the Pre-State Level: Formative Period Mesoamerica," en Ideology and Pre-Columbian Civilizations, ed. Arthur A. Demarest and Geoffrey W. Conrad, (Albuquerque: School of American Research Press, 1992), 15—36; Gillespie, "Power, Pathways, and Appropriations in Mesoamerican Art," in Imagery and Creativity: Ethnoaesthetics and Art Worlds in the Americas, ed. Dorothea S. Whitten and Norman E. Whitten Jr. (Tucson: The University of Arizona Press, 1993), 67—107; and Gillespie, "Olmec Thrones as Ancestral Altars: The Two Sides of Power," in Material Symbols: Culture and Economy in Prehistory, ed. John E. Robb (Carbondale, IL: Center for Archaeological Investigations, 1999), 224—53.
35. Los afirmaciones clásicas sobre el calendario maya son de Sylvanus G. Morley, en An Introduction to the Study of the Maya Hieroglyphics (1915; reprint, New York: Dover Publications, 1975); y de J. Eric S. Thompson, en Maya Hieroglyphic Writing: An Introduction (Norman: University of Oklahoma Press, 1960). La mayoría de los libros introductorios sobre la arqueología mesoamericana cubren los temas básicos sobre el calendario. Recomiendo cualquier edición de The Maya de Michael D. Coe, (London: Thames and Hudson). Ernst Wilhelm Förstemann tiene el crédito de haber descubierto los principios del calendario maya en 1887; véase su artículo "The Inscription on the Cross of Palenque," reimpreso en The Decipherment of Ancient Maya Writing (Norman: University of Oklahoma Press, 2001), 224—33 de Stephen Houston, Oswaldo Chinchilla Mazariegos, and David Stuart, eds.
36. Véase Alma 45:10; Helaman 13:9; Mormon 8:6.
37. Véase Michael Coe, en la falacia de la concreción fuera de lugar, citado en Hampton Sides: "Este no es el lugar", Doubletake 5 (Spring 1999): 46-55, cita de la p. 51:... "Son ellos [los apologistas mormones] los que siempre van tras al meollo de las cosas .... Vamos a ver esta colina específica. Echemos un vistazo a ese árbol específico. Es agotador seguir todos estos hilos que nublan la mente. Eso hace olvidar el hecho de que todo está al servicio de una historia completamente falsa. ¿Dónde están las lenguas? ¿Dónde están las ciudades? ¿Dónde están los artefactos? Mira esto, me van a decir. Aquí hay un elefante. Bueno, eso está bien, pero los elefantes fueron eliminados en el Nuevo Mundo en torno a 8.000 antes de Cristo por los cazadores.No hubo elefantes!" Véase también a Coe, en "Mormons and Archaeology: An Outside View," Dialogue 8/2 (1973): 40—48.
38. Véase S. Kent Brown, "'The Place That Was Called Nahom': New Light from Ancient Yemen," JBMS 8/1 (1999): 66—68; Warren P. Aston, "Newly Found Altars from Nahom," JBMS 10/2 (2001): 56—61; and Brown, "New Light from Arabia on Lehi's Trail," in Echoes and Evidences, 55—125.
39. Véase Sorenson, Ancient American Setting; y Sorenson, Mormon's Map.
40. La gráfica de crecimiento poblacional para las tierras bajas olmecas está basada en información de la historia de San Lorenzo y La Venta dos capitales principales en el área, , así como de un reconocimiento alrededor de ambas. La trace a partir de las siguientes Fuentes: Michael D. Coe and Richard A. Diehl, In the Land of the Olmec (Austin: University of Texas Press, 1980); Ann Cyphers, "Reconstructing Olmec Life at San Lorenzo," in Olmec Art of Ancient Mexico, ed. Elizabeth P. Benson and Beatriz de la Fuente (Washington DC: National Gallery of Art, 1996), 61—71; Cyphers, ed., Población, Subsistencia y Medio Ambiente en San Lorenzo Tenochtitlán (Mexico City: Universidad Nacional Autónoma de México, 1997); Rebecca González Lauck, "La Venta: An Olmec Capital," in Olmec Art of Ancient Mexico, 73—81; Stacey C. Symonds and Roberto Lunagómez, "Settlement System and Population Development at San Lorenzo," in Olmec to Aztec: Settlement Patterns in the Ancient Gulf Lowlands, ed. Barbara L. Stark and Philip J. Arnold III (Tucson: University of Arizona Press, 1997), 144—73; Symonds, Cyphers y Lunagómez, Asentamiento Prehispánico en San Lorenzo Tenochtitlán (Mexico City: Universidad Nacional Autónoma de México, 2002); and Christopher von Nagy, "The Geoarchaeology of Settlement in the Grijalva Delta," in Olmec to Aztec, 253—77.
41. Véase John E. Clark, Richard D. Hansen, and Tomás Pérez Suárez, "La Zona Maya en el Preclásico," in Historia Antigua de México, Volumen 1: El México Antiguo, sus áreas culturales, los orígenes y el horizonte Preclásico, ed. Linda Manzanilla and Leonardo López Luján (Mexico City: Instituto Nacional de Antropologia e Historia, 2000), 437—510.
Para información básica véase las entradas en El Mirador, Kaminaljuyú, y Chiapa de Corzo en Susan Toby Evans y David L. Webster, eds., Archaeology of Ancient Mexico and Central America: An Encyclopedia (New York: Garland Publishing, 2001).
42. Para el fin de la civilización olmeca, véase lo siguiente: Clark, Hansen, and Pérez, "La Zona Maya," 437—510; John E. Clark and Richard D. Hansen, "The Architecture of Early Kingship: Comparative Perspectives on the Origins of the Maya Royal Court," in Royal Courts of the Ancient Maya: Vol. 2, Data and Case Studies, ed. Takeshi Inomata and Stephen D. Houston (Boulder: Westview Press, 2001), 1—45; Richard A. Diehl, The Olmecs: America's First Civilization (London: Thames and Hudson, 2005); and González, "La Venta: An Olmec Capital," 73—81.
43. éase Terryl L. Givens, By the Hand of Mormon: The American Scripture That Launched a New World Religion.
44. Gordon B. Hinckley, "Four Cornerstones of Faith," Ensign, February 2004, 6. 

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