La Carta de la Salamandra: La Trama Hoffman


El 15 de octubre de 1985, a las siete de la mañana, Steve Christensen, coleccionista de documentos antiguos, volaba por los aires al abrir un paquete con una bomba casera que acababa de llegar a su oficina, en Salt Lake City. Un par de horas después, Kathy Sheets, esposa del socio de Christensen, recibió un paquete bomba similar en su casa. También murió a causa de la explosión.

La empresa de Christensen y Sheets estaba en bancarrota y la policía manejó la hipótesis de que los asesinatos fueran obra de algún deudor vengativo. Pero al día siguiente, también en Salt Lake City, una tercera bomba estuvo a punto de acabar con la vida de Mark William Hofmann cuando arrancaba su coche. Hofmann, que acabó malherido, no era socio de Christensen y Sheets pero sí habían tenido una relación previa. Hofmann era un importante especialista en libros y documentos antiguos impresos en Norteamérica, y había vendido varios papeles de extraordinario valor a la Iglesia Mormona. La empresa financiera que dirigían Christensen y Sheets, CFS, había aconsejado a los lideres mormones la compra de los documentos descubiertos por Hofmann.

Sin embargo, Hofmann era conocido por asuntos mucho más importantes. Era el descubridor del documento, impreso por los colonos norteamericanos, más antiguo conocido: The Oath of a Freeman, un juramento de los primeros ciudadanos de Massachussets. Hasta entonces, el documento más antiguo que se conservaba impreso en las colonias norteamericanas era el Bay Psalm Book, que data de 1640. Se tenía constancia de que The Oath of a Freeman había existido y que se habían hecho cincuenta copias del documento en 1639; incluso se conocía su contenido, pero se creía que todas las copias se habían perdido. El laboratorio de la Universidad de California realizó las pruebas de datación por radiocarbono a la tinta del juramento y estableció una antigüedad aproximada similar a la del Bay Psalm Book. El papel también era el correcto por lo que todo parecía indicar que el documento era auténtico y había salido de la misma imprenta que el Bay Psalm Book, pero un año antes, en 1639. La Biblioteca del Congreso compró el documento a Hofmann por un millón de dolares.

Primeros pasos en el difícil arte del engaño

Hofmann nació en Salt Lake City en 1954. Su familia, mormona por supuesto, era extremadamente religiosa y Hofmann fue enviado de misionero a Bristol cuando tenía diecinueve años. En Inglaterra se aficionó a los libros antiguos, sobretodo aquellos que trataban sobre la religión mormona. Los compraba en los numerosos mercadillos de objetos antiguos que existían en Bristol, así como en librerías de viejo. Pronto acumuló una importante colección.

Poco después de regresar a Estados Unidos, Hofmann mostró a un amigo un valioso ejemplar de la Biblia del Rey Jaime. En su interior había un sobre que que parecía muy antiguo y que Hofmann decía haber encontrado allí. Lo abrió frente a su amigo y descubrió en su interior una carta de Martin Harris fechada en 1828. La carta tenía enorme importancia para los practicantes de la fe mormona ya que Harris fue el primer discípulo de Joseph Smith, el fundador de la Iglesia Mormona. Además, si la fecha era correcta, la carta fue escrita dos años antes de la publicación del Libro del Mormón, de Smith, en 1830. Los mormones examinaron el documento y declararon que era auténtico; se lo compraron a Hofmann por 20.000 dólares y un ejemplar de la primera edición del Libro del Mormón. Está fue la primera de las numerosas falsificaciones que Hofmann vendió a la Iglesia Mormona. Eran imperfectas comparadas con sus trabajos posteriores pero los mormones pagaban miles de dólares por ellas y Hofmann pudo abrir un negocio de libros antiguos. Con el tiempo perfeccionó sus falsificaciones con lo que pudo vender documentos a mayor diversidad de compradores, no solo a la Iglesia Mormona.

En 1985 Hofmann aseguró a un conocido que había descubierto el documento más importante de la historia de los Estados Unidos.

La falsificación perfecta

Una vez decidido el documento a falsificar, Oath of a Freeman (Juramento de un hombre libre1), lo que más preocupaba a Hofmann era cubrirse las espaldas sobre su procedencia. Para ello usó un trozo de papel envejecido en el que imprimió un viejo poema. Encabezó el texto con el título The Oath of a Freeman y le puso una etiqueta de precio por 25 dólares, luego lo dejó en el cajón de las gangas de los almacenes Argosy Company. Dos días después volvió, cogió el papel así como otros cuatro documentos baratos del cajón y pidió a la cajera que le hiciera una factura detallada por la compra de los cinco artículos. En cuanto salió de la tienda se aseguró de destruir el papel con el poema sin valor. Ya tenía lo que quería: una factura probando que había encontrado The Oath of a Freeman en aquellos almacenes, entre papeles viejos, y había pagado por él.

Ahora venía la parte difícil. Falsificar el juramento. Primero se hizo con un facsímil del Bay Psalm Book, impreso en la misma imprenta en la que se habían hecho las cincuenta copias del juramento y lo fotocopió. Recortó todas las letras y las pegó en otro folio conformando el texto de The Oath of a Freeman y rodeándolas de una cenefa de flores. Volvió a fotocopiarlo todo y acudió a un grabador para que le fabricara una plancha de zinc con todas las letras y motivos para imprimir. Luego limó y desgastó los bordes de las letras metálicas de la plancha para simular el uso prolongado que probablemente presentaban los tipos originales.

Para hacer la tinta recurrió a una mezcla de linaza similar a las usadas en las primeras imprentas. Después redujo a minúsculos fragmentos parte del cuero que encuadernaba un libro del siglo XVII y mezcló los trocitos con la tinta. Este simple truco sirvió para que las pruebas realizadas por los laboratorios de la Universidad de California establecieran que la tinta tenía la antigüedad correcta. También le añadió goma arábiga para que se agrietara como en los textos antiguos. Por último, una pizca de sosa caustica le dio el tono marronaceo adecuado.

Ya tenía la tinta y la plancha de zinc que simularía una imprenta del siglo XVII. Solo faltaba el papel. Hofmann dejó que la hoja se enmoheciera antes de imprimirlo. Después, ya con el texto, la introdujo en una cámara de ozono para oxidarla y atenuar la tinta.


Cortina de humo

A pesar de que la falsificación del Hofmann había superado todos los análisis y pruebas que habían realizado los expertos, las sospechas sobre el mormón estafador llegaron del lugar más inesperado. Theodore Cannon, abogado del condado, tenía diecisiete años de experiencia como técnico de prensas de copiado. En cuanto vio el “Juramento...” se dio cuenta de que había algo que olía mal en aquel documento y levantó la voz de alarma.

Hofmann, ahogado por las deudas, veía como los compradores de sus últimas ventas, incluyendo Oath of a Freeman, se negaban a pagarle hasta que el asunto se esclareciera. En ese momento, Hofmann, que hasta entonces se había comportado de forma sumamente inteligente, tomó su decisión más estúpida: crear una cortina de humo con unas serie de atentados al mismo tiempo que quitaba de en medio a posibles testigos en su contra. Él mismo fabricó las bombas con las que pensaba llevar a cabo su plan. Eliminó a Christensen y, por error, asesino también a la mujer de Sheets con una bomba destinada a su marido. La tercera bomba sigue planteando problemas hoy en día ya que Hofmann, que actualmente cumple cadena perpetua, siempre se ha negado a decir nada sobre ese tema pese a que confesó voluntariamente los otros asesinatos y las falsificaciones. Pudiera ser que estuviera destinada a Brent Ashworth, otro coleccionista de textos antiguos que había hecho negocios con Hofmann. Otra hipótesis es que la tercera explosión fuera un intento de suicidio. Pero la teoría más probable, tanto para la policía como para los medios, es que Hofmann intentara usar esa bomba para simular un intento de asesinato en el que él era la víctima. La coartada podría haberle costado la vida y, de hecho, le causó gravísimas heridas. Puede que la vergüenza que conllevaría confesar una idea tan estúpida haya mantenido cerrada la boca de Hofmann durante años.


Días después de los asesinatos, cuando la policía ya tenía claro quien era el culpable, Theodore Cannon, el abogado impresor, descubrió finalmente el error de Hofmann. Tal como había sospechado, la clave estaba en las distancias entre las líneas. En una imprenta, los tipos móviles se enganchan en unos soportes para formar la plancha final. Estos soportes hacen que la distancia entre cada línea tenga que ser igual o mayor a la altura del mayor carácter usado. Así mismo, los motivos decorativos como el usado por Hofmann tambíen debían estar a una distancia mínima del texto debido a los soportes adicionales que había que añadir a la plancha. Midiendo las distancias que había usado Hofmann, Cannon dedujo fácilmente que aquel texto no había salido de ninguna imprenta. Al poco tiempo, Hofmann confesó los asesinatos así como las falsificaciones vendidas a los mormones y el fraude de Oath of a Freeman. Fue condenado a pena de muerte pero finalmente fue conmutada por cadena perpetua. Hasta hoy, Hofmann ha intentado suicidarse tres veces en la carcel.

EPÍLOGO

Hofmann no admitió haber realizado más falsificaciones que las antes citadas a pesar de que sí que llevó a cabo bastantes más. En 1997 la casa de subastas Sotheby´s vendió a la Biblioteca Jones un poema original manuscrito de Emily Dickinson. Tiempo después se descubrió que era una falsificación de Hofmann. Nadie sabe cuantos "antiguos documentos" creados por Hofmann siguen en circulación.

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