En 1 Nefi 13: 23-26 se relata, como parte de una visión más amplia, cómo un ángel hace ver a Nefi un libro (obviamente la Biblia) que sale de la boca de un judío. El libro contenía la historia de los judíos, los convenios de Dios con Israel y numerosas profecías. Se identifica parcialmente con la narración recogida en las planchas de bronce de Labán, que Nefi y sus hermanos habían logrado recuperar, no sin ciertas vicisitudes únicamente superadas gracias a la fe inquebrantable de Nefi (cf. 1 Nefi 4). Curiosamente, en una breve apostilla, el ángel aclara a Nefi que el libro de la visión era menor en cuanto a su contenido que las planchas, si bien "[...] contiene los convenios que el Señor ha hecho con la casa de Israel [por lo que es] de gran valor para los gentiles" (1 Nefi 13: 23). Más adelante, el ángel hace saber a Nefi que al principio el libro contenía "la claridad del evangelio del Señor", pero que posteriormente había sido "despojado [...] de muchas partes que son claras y sumamente preciosas" (1 Nefi 13: 26).
Se nos habla, por tanto, de dos problemas en la transmisión de los libros de escritura sagrada judía a los gentiles: la eliminación de ciertas partes y la corrupción de contenidos.
Las planchas de bronce incluían los cinco libros de Moisés, la historia de los judíos desde su principio hasta la época en que Lehi y su familia abandonan Jerusalén, y muchas profecías hasta las declaradas por Jeremías. Si las planchas de bronce, que abarcaban un período de tiempo muy inferior al de la Biblia, contenían más escritos que el libro de la visión de Nefi, es evidente que algunas de sus partes se habían perdido.
Aunque esta enseñanza del Libro de Mormón resulta controvertida para amplios sectores de la cristiandad, no por ello carece de sentido. Con el tiempo se han ido acumulando muchas pruebas que corroboran lo afirmado por José Smith, incluso en círculos teológicos ajenos a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, en los que se admite la pérdida de epístolas de los antiguos apóstoles y la falta de criterios claros para la exclusión de libros como el Pastor de Hermás, la Primera Epístola de Clemente y la Epístola de Barnabás (véase, por ejemplo, Hoffman, 1982; Detweiler, 1985, citados en Welch, 1992: 39-40).
Hoy en día no se puede defender la existencia de un canon completo y cerrado, lo que nos ayuda a entender la apostilla del ángel en el sentido de que el libro de la visión de Nefi era menor en contenido que las planchas de bronce de Labán. Así, pues, lo declarado en el Libro de Mormón respecto a los escritos que nos llegarían de los judíos tiene mucho más sentido a la luz de lo que sabemos ahora que cuando José Smith lo tradujo en el siglo XIX.
Hoy en día no se puede defender la existencia de un canon completo y cerrado, lo que nos ayuda a entender la apostilla del ángel en el sentido de que el libro de la visión de Nefi era menor en contenido que las planchas de bronce de Labán. Así, pues, lo declarado en el Libro de Mormón respecto a los escritos que nos llegarían de los judíos tiene mucho más sentido a la luz de lo que sabemos ahora que cuando José Smith lo tradujo en el siglo XIX.
Por otra parte, tenemos el problema de la modificación de contenidos proféticos y doctrinales. José Smith enseñó lo siguiente: "Creo en la Biblia tal como se hallaba cuando salió de la pluma de sus escritores originales. Los traductores ignorantes, los escritores descuidados y los sacerdotes intrigantes y corruptos han cometidos muchos errores" (Enseñanzas del Profeta José Smith, Salt Lake City, Utah: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, 1975, 404).
En este sentido, resulta muy interesante el Artículo de John Gee, publicado por FAIR (Foundation for Apologetic Information and Research), en. Este autor, miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, documenta cambios importantes en las escrituras cristianas, todos ellos producidos durante el segundo siglo de nuestra era. Lo que es más importante, también documenta ampliamente las quejas y acusaciones de algunos escritores del segundo siglo, como Ignacio de Antioquía, Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Irineo y Tertuliano, quienes aseguraban que había quienes alteraban y adulteraban los sagrados textos. Estas alteraciones se producían en un contexto de disputas sobre doctrina, perversión de las prácticas originales del cristianismo y luchas por ejercer autoridad eclesiástica.
Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los miles de manuscritos bíblicos que tenemos es posterior al período de corrupción textual al que nos referimos, con lo que no podemos tener seguridad de una correcta transmisión de los escritos originales. Un estudio anterior al de John Gee, pero que lo complementa de manera muy interesante, es el de Schaelling (1986), que examina diferencias muy significativas entre diversos grupos de manuscritos (posteriores, claro está, al segundo siglo), que revelan las diferencias básicas entre los distintos centros de adoración que se iban gestando: Alejandría, Cesárea, Occidental y Bizantino. Por ejemplo, el contraste entre los manuscritos alejandrinos y los occidentales revela una clara tendencia a dotar de mayor poder, autoridad y protagonismo a Pedro por parte de la Iglesia de Roma; asimismo, mientras que algunos textos en Hechos 1: 14 describen a los apóstoles perseverando en oración "con las mujeres", otros, como el Código Bezae, subrayan su estado de hombres de familia, especificando que oraban "con sus mujeres e hijos", cuestión crucial que atañe a la idea del celibato, que más tarde se impondría en la Iglesia de occidente.
Finalmente, cabe señalar que el propio Libro de Mormón también aporta alguna prueba o, al menos, indicio de que los textos originales de la Biblia no nos han llegado en toda su pureza. La prueba procede del contraste entre algunos textos de Isaías de la Biblia y los citados por personajes del Libro de Mormón. Seleccionamos el contraste entre 1 Nefi 21: 1-5 e Isaías 49: 1-5, en primer lugar, y entre 2 Nefi 7: 1 e Isaías 50: 1. En el primer caso, se trata de una de las citas de Nefi a sus hermanos, tal como las lee de las planchas de bronce (es indudable que Nefi estaba maravillado por el valor de lo que leía en las planchas que tanto les había costando conseguir). La primera mitad de 1 Nefi 21: 1 no se encuentra en Isaías 49: 1; de manera similar, la segunda mitad de 1 Nefi 21: 5 no se encuentra en el versículo correspondiente de Ia Biblia en Isaías 49: 5. Lo más interesante es que las dos mitades que faltan en el texto bíblico forman parte de los elementos de apertura y de cierre, respectivamente, de una estructura quiástica (o de paralelismo invertido o quiasmo), muy común en hebreo (véase el artículo de Rosa del Olmo, "El quiasmo y el Libro de Mormón").
Aún es más, el versículo 1 de Isaías 49, tal como aparece en la Biblia, posee una estructura interna pobre. Sin embargo, el versículo correspondiente de 1 Nefi 21 también posee estructura quiástica, con lo que, la estructura global de 1 Nefi 21: 1-5 se hace muy compleja: se trata de un quiasmo dentro de un quiasmo (existen más casos de esta forma compleja en el resto del Libro de Mormón) (véase el enlace). Nos encontramos con algo parecido cuando comparamos 2 Nefi 7: 1 (que es parte de las enseñanzas de Jacob, hermano menor de Nefi, al pueblo de Nefi, cuando ya llevaban varias décadas en el continente americano) con Isaías 50; 1 (véase también archivo adjunto). Jacob quiere ayudar al pueblo a entender que son parte de los convenios que Dios hizo con Israel y que el Señor no los olvida. Esta idea viene subrayada por la repetición quiástica de la primera parte del versículo 1 de 2 Nefi 7, que no aparece en la versión bíblica, así como por la creación de un elemento de apertura y otro de cierre, enlazados conceptualmente para la primera y última partes de 2 Nefi 7:1. Finalmente, la variante de 2 Nefi 7 introduce un paralelismo no quiástico ("a quién te he abandonado" con "a quién te he vendido" y "a cuál de mis acreedores te he vendido" con "por vuestras maldades os habéis vendido") que se pierde en Isaías 50: 1 por la omisión de una frase.
El análisis anterior conduce a pensar que las variantes de Isaías citadas en el Libro de Mormón, a partir de las planchas de bronce, preservan mejor la estructura e impacto significativo originales. Es muy difícil, casi imposible, que José Smith tuviera noticias de la existencia del quiasmo como figura literaria (apenas se conocía en su época) y mucho menos que adquiriera la destreza para utilizarlo, de forma extendida y en sus variantes más complejas, en el Libro de Mormón. Pero aún es más difícil que se le ocurriera re-elaborar algunos pasajes citados de profetas bíblicos utilizando formas quiásticas. Así, pues, cabe pensar que lo que encontramos en el Libro de Mormón no es resultado de una re-elaboración sino de una restauración del texto original o, cuanto menos, de un texto más próximo al original. Curiosamente, José Smith jamás aludió a las variantes de Isaías del Libro de Mormón como prueba de su veracidad, ni tampoco como prueba de su afirmación, citada más arriba, de que la Biblia contiene errores (para ello da otros argumentos que no tienen que ver directamente con el Libro de Mormón; véase Enseñanzas del Profeta José Smith, 5, 6, 352, 404). Esto mismo presta aún más credibilidad a la idea de que el Libro de Mormón es un libro genuino.
Notas:
Detweiler, Robert. 1985. "What is a sacred text?". Semeia 31: 218.
Gee, John. "The corruption of scripture in the second century". FAIR.
Hoffman, Thomas. 1982. "Inspiration, normativeness, canonicity, and the unique sacred character of the Bible", Catholic Biblical Quarterly 44: 463.
Schaelling, J. Philip. 1986. "The Western text of the book of Acts: a mirror of the doctrinal struggles in the early Christian Church", en Griggs, Wilfred (ed.) Apocryphal Writings and the Latter-Day Saints. Provo, Utah: Religious Studies Center, Brigham Young University, 155-172.
Welch, John W. (ed.)1992. Reexploring the Book of Mormon. Salt Lake City, Utah: Deseret, & Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies.
Fuente: www.mormontranslator.blogspot.com
En este sentido, resulta muy interesante el Artículo de John Gee, publicado por FAIR (Foundation for Apologetic Information and Research), en
Desgraciadamente, la inmensa mayoría de los miles de manuscritos bíblicos que tenemos es posterior al período de corrupción textual al que nos referimos, con lo que no podemos tener seguridad de una correcta transmisión de los escritos originales. Un estudio anterior al de John Gee, pero que lo complementa de manera muy interesante, es el de Schaelling (1986), que examina diferencias muy significativas entre diversos grupos de manuscritos (posteriores, claro está, al segundo siglo), que revelan las diferencias básicas entre los distintos centros de adoración que se iban gestando: Alejandría, Cesárea, Occidental y Bizantino. Por ejemplo, el contraste entre los manuscritos alejandrinos y los occidentales revela una clara tendencia a dotar de mayor poder, autoridad y protagonismo a Pedro por parte de la Iglesia de Roma; asimismo, mientras que algunos textos en Hechos 1: 14 describen a los apóstoles perseverando en oración "con las mujeres", otros, como el Código Bezae, subrayan su estado de hombres de familia, especificando que oraban "con sus mujeres e hijos", cuestión crucial que atañe a la idea del celibato, que más tarde se impondría en la Iglesia de occidente.
Finalmente, cabe señalar que el propio Libro de Mormón también aporta alguna prueba o, al menos, indicio de que los textos originales de la Biblia no nos han llegado en toda su pureza. La prueba procede del contraste entre algunos textos de Isaías de la Biblia y los citados por personajes del Libro de Mormón. Seleccionamos el contraste entre 1 Nefi 21: 1-5 e Isaías 49: 1-5, en primer lugar, y entre 2 Nefi 7: 1 e Isaías 50: 1. En el primer caso, se trata de una de las citas de Nefi a sus hermanos, tal como las lee de las planchas de bronce (es indudable que Nefi estaba maravillado por el valor de lo que leía en las planchas que tanto les había costando conseguir). La primera mitad de 1 Nefi 21: 1 no se encuentra en Isaías 49: 1; de manera similar, la segunda mitad de 1 Nefi 21: 5 no se encuentra en el versículo correspondiente de Ia Biblia en Isaías 49: 5. Lo más interesante es que las dos mitades que faltan en el texto bíblico forman parte de los elementos de apertura y de cierre, respectivamente, de una estructura quiástica (o de paralelismo invertido o quiasmo), muy común en hebreo (véase el artículo de Rosa del Olmo, "El quiasmo y el Libro de Mormón"
Aún es más, el versículo 1 de Isaías 49, tal como aparece en la Biblia, posee una estructura interna pobre. Sin embargo, el versículo correspondiente de 1 Nefi 21 también posee estructura quiástica, con lo que, la estructura global de 1 Nefi 21: 1-5 se hace muy compleja: se trata de un quiasmo dentro de un quiasmo (existen más casos de esta forma compleja en el resto del Libro de Mormón) (véase el enlace). Nos encontramos con algo parecido cuando comparamos 2 Nefi 7: 1 (que es parte de las enseñanzas de Jacob, hermano menor de Nefi, al pueblo de Nefi, cuando ya llevaban varias décadas en el continente americano) con Isaías 50; 1 (véase también archivo adjunto). Jacob quiere ayudar al pueblo a entender que son parte de los convenios que Dios hizo con Israel y que el Señor no los olvida. Esta idea viene subrayada por la repetición quiástica de la primera parte del versículo 1 de 2 Nefi 7, que no aparece en la versión bíblica, así como por la creación de un elemento de apertura y otro de cierre, enlazados conceptualmente para la primera y última partes de 2 Nefi 7:1. Finalmente, la variante de 2 Nefi 7 introduce un paralelismo no quiástico ("a quién te he abandonado" con "a quién te he vendido" y "a cuál de mis acreedores te he vendido" con "por vuestras maldades os habéis vendido") que se pierde en Isaías 50: 1 por la omisión de una frase.
El análisis anterior conduce a pensar que las variantes de Isaías citadas en el Libro de Mormón, a partir de las planchas de bronce, preservan mejor la estructura e impacto significativo originales. Es muy difícil, casi imposible, que José Smith tuviera noticias de la existencia del quiasmo como figura literaria (apenas se conocía en su época) y mucho menos que adquiriera la destreza para utilizarlo, de forma extendida y en sus variantes más complejas, en el Libro de Mormón. Pero aún es más difícil que se le ocurriera re-elaborar algunos pasajes citados de profetas bíblicos utilizando formas quiásticas. Así, pues, cabe pensar que lo que encontramos en el Libro de Mormón no es resultado de una re-elaboración sino de una restauración del texto original o, cuanto menos, de un texto más próximo al original. Curiosamente, José Smith jamás aludió a las variantes de Isaías del Libro de Mormón como prueba de su veracidad, ni tampoco como prueba de su afirmación, citada más arriba, de que la Biblia contiene errores (para ello da otros argumentos que no tienen que ver directamente con el Libro de Mormón; véase Enseñanzas del Profeta José Smith, 5, 6, 352, 404). Esto mismo presta aún más credibilidad a la idea de que el Libro de Mormón es un libro genuino.
Notas:
Detweiler, Robert. 1985. "What is a sacred text?". Semeia 31: 218.
Gee, John. "The corruption of scripture in the second century". FAIR.
Hoffman, Thomas. 1982. "Inspiration, normativeness, canonicity, and the unique sacred character of the Bible", Catholic Biblical Quarterly 44: 463.
Schaelling, J. Philip. 1986. "The Western text of the book of Acts: a mirror of the doctrinal struggles in the early Christian Church", en Griggs, Wilfred (ed.) Apocryphal Writings and the Latter-Day Saints. Provo, Utah: Religious Studies Center, Brigham Young University, 155-172.
Welch, John W. (ed.)1992. Reexploring the Book of Mormon. Salt Lake City, Utah: Deseret, & Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies.
Fuente: www.mormontranslator.blogspot.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario