La Ley de la Adopción

Discurso dado por el Presidente Wilford Woodruff el 18 de Abril de 1894 en el Tabernaculo, Salt Lake City

Me siento agradecido por el privilegio de reunirme con tantos Santos de los Últimos Días en esta mañana. Para empezar mi discurso quiero decir que hace sesenta años que soy miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cincuenta y cinco como miembro del Quórum de los apóstoles y hace poco como el Presidente de la Iglesia. Durante todos estos años y en todos mis viajes, nunca he tenido el poder para predicar el Evangelio de Jesucristo o para administrar las ordenanzas de la Casa del Señor aceptables a Dios sin la ayuda del poder del Espíritu Santo; tampoco he conocido a ningún hombre que pudiera hacer esto solo. Aún el Hijo de Dios al hacer referencia a Su obra dijo: “Nada hago por mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo.” Así ha sido con todos los profetas y los patriarcas en cada época del mundo; ellos han tenido que recibir la ayuda del poder de Dios. Yo ocupo esa posición hoy ante esta asamblea, por lo tanto, así como el Señor nos mandó que habláramos solamente al ser inspirados por el Espíritu Santo, es lo que yo deseo, y para obtenerlo quiero las oraciones y la fe de los Santos de los Últimos Días.

Tengo algunas cosas pendientes que quisiera presentar delante de los Santos de los Últimos Días y para hacerlo llamaré al presidente George Q. Cannon que lea del Libro de Doctrina y Convenios acerca del tema que yo quiero hablar.

Resumiendo, el presidente Woodruff dijo: Por lo tanto tienen ante ustedes el tema que nos toca y que deseamos presentar a los Santos de los Últimos Días. Permítanme decirles que la edad tiene muy poco que ver con la revelación. En la edad antigua del mundo, el padre Adán, tres años antes de su muerte—teniendo él casi mil años de edad—llamó a su posteridad para que se reuniera en el valle Adán-ondi-Ahman y se puso de pie durante horas, vestido con el poder de Dios y las revelaciones de los cielos para bendecir a su posteridad. Siete de ellos eran sumo sacerdotes, cada uno representando una generación distinta. Entre ellos estaban Enoc y Matusalén, los dos siendo grandes hombres en sus días y generación. Él profetizó acerca de ellos y de lo que iba a suceder con su posteridad hasta el cumplimiento de los tiempos. El hecho de tener una edad anciana no afectó el poder de las revelaciones que Dios tenía para él. Cuando José Smith a los catorce años de edad clamó a Dios en la tierra silvestre, los cielos se abrieron. El Padre y el Hijo se le presentaron en las nubes de los cielos y el Padre le dijo, “Este es mi Hijo amado, escúchalo.” La edad del hombre hoy en día es muy corta en comparación con la de los tiempos antiguos. Los hombres antiguamente vivían hasta una edad mayor. A los cuatrocientos o quinientos años tomaban esposas, producían hijos y levantaban una posteridad. Hoy en día nuestra edad es más corta. Quiero decirles a los Santos de los Últimos Días que vivimos en una generación muy importante. Somos bendecidos con el poder y la autoridad, teniendo el Sacerdocio Sagrado por el mandato de Dios, para pararnos sobre la tierra y redimir a los vivos y a los muertos. Si no lo hiciéramos, estaríamos condenados y cortados de la faz de la tierra y el Dios de Israel alzaría otro pueblo para hacerlo. El Señor no permitiría que yo ocupara este puesto si yo no fuera susceptible al Espíritu Santo y a las revelaciones de Dios. Es demasiado tarde en la historia para que la Iglesia exista sin la revelación. No solamente el Presidente de la Iglesia debe poseer este don y darlo al pueblo sino que sus consejeros y los apóstoles y cada hombre que posea el Santo Sacerdocio, si ellos magnifican su llamamiento aunque no sean llamados para dar las revelaciones necesarias para guiar y dirigir la Iglesia. El espíritu de revelación pertenece al Sacerdocio.

Ahora para llegar al tema que nos corresponde. Tal vez la mente curiosa o criticona pueda decir: ¿Qué tiene para decirnos acerca de la redención de los muertos, o del bautismo de los muertos o de la obra en los templos de nuestro Dios que ya no se haya revelado? Yo les diré: cuando el profeta José tuvo esta revelación de los cielos, ¿Qué fue lo que hizo? Hay testigos aquí de lo que hizo. Nunca dejaba de luchar hasta recibir la plenitud de la palabra de Dios en él acerca del bautismo por los muertos. Pero antes de hacerlo él fue al río Mississippi, tal como yo y muchos otros hicimos, y cada uno bautizamos a cien personas por los muertos sin que ningún hombre registrara un solo acto de lo que efectuamos. ¿Por qué lo hicimos? Lo hicimos por causa del sentimiento de gozo que experimentamos al pensar que nosotros en la carne pudiéramos ayudar a redimir a nuestros muertos. No esperamos para ver el resultado ni cómo sería el asunto al final. Finalmente el Señor le dijo al Profeta: “Cuando cualquiera de vosotros realicéis los bautismos por los muertos, dejad que esté presente un registrador para ser testigo de vuestros bautismos; dejad que él sea vuestros oídos para que él pueda testificar de la verdad dice el Señor; para que todos vuestros registros sean registrados en los cielos, para que lo que sea unido en la tierra sea unido en los cielos, para que lo que sea desatado en la tierra sea desatado en los cielos.” Este fue el comienzo de esta gran obra.

José Smith, a cambio de vivir para cumplir casi mil años de edad como Adán, vivió para cumplir treinta y ocho años de edad. El trajo a la luz el registro del palo de José en las manos de Efraín—la historia de los antiguos habitantes de este continente. Por el poder de Dios él lo tradujo y se ha publicado en muchos idiomas. Además de esto, él organizó la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días sobre la fundación de apóstoles y profetas, Jesucristo siendo la piedra principal. Los hombres fueron ordenados al Sacerdocio y fueron enviados a predicar, sacándolos de sus diferentes ocupaciones de la vida para llevar este evangelio al mundo. Dios le informó a José Smith que él había sido llamado para podar la viña una vez más antes de la venida del Hijo del Hombre. Desde entonces miles de los élderes de Israel han sido mandados por el mundo para predicar el Evangelio. Permitan que cualquier hombre lea las revelaciones en el Libro de Doctrina y Convenios que se recibieron por medio de él durante el poco tiempo que pasó aquí en la carne. Es uno de los registros más grandes que jamás un hombre haya dado a la familia humana. No solamente hizo todo esto sino que él organizó las investiduras además de hacer una gran cantidad de trabajo adicional. ¿Quién podía esperar que hiciera más de lo que hizo durante el poco tiempo que vivió en la carne? Yo recibí mi propia investidura bajo sus manos. El trajo a luz todas estas ordenanzas que han sido dadas a los Santos de los Últimos Días. De hecho, es una maravilla que haya podido efectuar todo lo que hizo.

Como presidente de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días quiero decir que ahora debemos seguir adelante y progresar. No hemos agotado toda fuente de revelación. No hemos agotado la posibilidad de la obra de Dios. Pero en este período nosotros queremos seguir adelante para cumplir con este mandamiento de Dios dado por Malaquías que el Señor iba a mandar a Elías el profeta, “y el tornará el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres para que la tierra no sea herida con una maldición.” A ustedes los hijos de los hombres, yo les digo, en el nombre del Dios de Israel, que aquellos mismos principios que Dios ha revelado aquí son los que han parado el juicio del Todopoderoso en la tierra. Si no fuera por estos principios, tú y yo no estaríamos aquí hoy en día. Hemos tenido profetas y apóstoles. El presidente Young quien siguió al presidente José Smith nos guió hasta aquí. El organizó estos Templos y llevó a cabo los propósitos de su llamamiento y oficio. El colocó la fundación de este gran Templo en esta manzana al igual que los otros en las montañas de Israel. ¿Para qué? Para que podamos llevar a cabo estos principios para la redención de los muertos. El llevó a cabo todo lo que Dios requería de sus manos. Pero él no recibió todas las revelaciones que pertenecen a esta obra y tampoco las recibió el presidente Taylor ni Wilford Woodruff. No habrá terminación de esta obra hasta que se perfeccione.

Quiero presentarles lo que hay que hacer en el tiempo actual; y al hacer esto deseo particularmente llamar la atención del presidente Lorenzo Snow en el Templo del Lago Salado; al presidente M. W. Merrill en el Templo de Logan, al presidente J. D. T. McAllister en el Templo de Manti y al presidente D. H. Cannon en el templo de St. George, y a los asociados de ellos. Ustedes han actuado según toda la luz y el conocimiento que poséis pero ahora tenéis algo más que hacer de lo que habéis hecho. Nosotros no hemos desempeñado completamente aquellos principios para cumplir con las revelaciones de Dios para sellar los corazones de los padres a los hijos y los hijos a los padres. No me he sentido satisfecho ni tampoco el presidente Taylor ni ningún hombre que ha atendido a la ordenanza de la adopción en los templos de nuestro Dios. Hemos sentido que todavía hay más para ser revelado sobre el tema de lo que hemos recibido. Se nos dieron las revelaciones en el Templo de St. George las cuales el presidente Young presentó a la Iglesia de Dios. Los cambios se efectuaron allí y todavía tenemos que hacer más cambios para satisfacer a Nuestro Padre Celestial, a nuestros muertos y a nosotros mismos. Yo les diré cuáles son algunos. Yo he orado acerca de este asunto igual que mis hermanos. Hemos sentido como el presidente Taylor dijo que necesitamos recibir más revelación concerniente al sellamiento bajo la ley de la adopción. Pues, ¿Cuáles son estos cambios? Uno de ellos es el principio de la adopción.

Ahora, ¿Cuáles son los sentimientos de Israel? Ellos han sentido que querían ser adoptados a alguien. El presidente Young no estaba satisfecho en su mente en cuanto al hecho relacionado con este asunto y tampoco lo estaba el presidente Taylor. Cuando me presenté ante el Señor para saber a quién yo debía ser adoptado (en aquel entonces estábamos siendo adoptados a los profetas y a los apóstoles), el Espíritu de Dios me dijo, ¿No tienes un padre que te dio la vida?” “Sí, lo tengo.” “¿Entonces por qué no lo honras? ¿Por qué no te adopta él? “Sí,” yo le dije, “tiene razón.” Entonces fui adoptado a mi padre y debía hacer lo mismo para que mi padre se sellara a su padre y así sucesivamente; así que desde este día y para siempre quiero que cada presidente del Templo empiece a efectuar la adopción de cada hombre a su padre a menos que el Señor Todopoderoso mande lo contrario. Cuando un hombre recibe su investidura, permítanle que se adopte a su padre, no a Wilford Woodruff ni a ningún otro hombre fuera del linaje de sus padres. Esta es la voluntad de Dios para con su pueblo. Quiero que tengan esto en mente todos los hombres que presidan sobre estos templos en estas montañas de Israel. ¿Qué derecho tengo yo para quitar los derechos de linaje de cualquier otro hombre? ¿Qué derecho tiene un hombre para hacer esto? Ninguno; digo que dejen que cualquier hombre sea adoptado a su padre; y entonces harán exactamente lo que Dios ha dicho cuando declaró que Él mandaría a Elías el profeta en los últimos días. Elías el profeta se le apareció a José Smith y le dijo que el día para llevar a cabo este principio había llegado. José Smith no vivió lo suficiente para recibir más revelación sobre estas cosas. Su alma estaba involucrada en esta obra antes de ser martirizado por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Él nos dijo que debería haber un vínculo unificador entre todas las dispensaciones y la obra de Dios entre una generación y otra. Esto es lo que ocupaba su mente más que cualquier otro tema que recibió. En mis oraciones el Señor me reveló que era mi deber decirle a todo Israel que llevara a cabo este principio y para cumplir con esta revelación la presento delante de este pueblo. Les digo a todos los hombres que obran en estos templos que lleven a cabo este principio y entonces avanzaremos un paso de lo que hemos realizado anteriormente. Mis consejeros y yo conversamos sobre esto y nos pusimos de acuerdo acerca de ello y luego lo presentamos delante de todos los Apóstoles que estaban aquí (dos estaban ausentes—los hermanos Thatcher y Lund, este último estaba en Inglaterra) y el Señor les reveló a cada uno de estos hombres—y ellos darían testimonio de esto si pudieran hablar—que era la palabra del Señor para ellos. En toda mi vida en la Iglesia nunca me he encontrado tan unificado con ellos como lo ha sido con éste principio. Ellos se sienten bien acerca de ello y así cumplimos con nuestro deber. Es un principio que debe ser honrado desde ahora en adelante. “Pero,” dice uno, “supongamos que nos toca un hombre que tal vez sea un asesino.” Pues, si es un asesino, déjelo fuera y conéctese con el próximo hombre después de él. Pero el Espíritu de Dios estará con nosotros con respecto a este asunto. Queremos que los Santos de los Últimos Días desde ahora en adelante hagan su genealogía lo más avanzada que puedan para ser sellados a sus padres y a sus madres. Que los niños se sellen con sus padres para que hagan esta cadena tan larga como sea posible. Al llegar al final, que el último hombre sea adoptado a José Smith quien ocupa la cabeza de esta dispensación. Esta es la voluntad del Señor a su pueblo y pienso que al reflexionar sobre ella se darán cuenta de su veracidad.

Otro principio conectado con este tema que quiero exponer es el siguiente. Un hombre que se ha casado con una mujer y ellos tienen una familia con hijos. El hombre se muere sin jamás haber escuchado el Evangelio. La esposa luego escucha el Evangelio y lo acepta. Ella llega al templo y quiere ser sellada a su esposo quien ha sido un buen hombre. Hemos tenido la tendencia de negar esta clase de petición al decir, “No, él no ha sido de la Iglesia así que no puedes sellarte a tu esposo.” Muchos corazones de las mujeres han sufrido a causa de esto y hace mucho tiempo yo como servidor de Dios rompí aquella cadena. Le he presentado a cada mujer este principio para que ella pueda escoger. ¿Para qué quitarle a una mujer la oportunidad de ser sellada a su esposo si él nunca escuchó del Evangelio? ¿Qué podemos saber cualquiera de nosotros acerca de él? ¿No es probable que él escuchara y aceptara el Evangelio en el mundo de los espíritus? Hay que pensar en José Smith. Ni siquiera uno de los padres ni los hermanos o hermanas de José Smith estaban en el convenio cuando él recibió las llaves del reino de Dios y tradujo el Libro de Mormón. Ellos después lo recibieron. Cada hermano y hermana de él, además de su padre y los hermanos de su padre menos su tío Jesse Smith, aceptó el Evangelio. Ahora supongamos que uno de ellos hubiera muerto antes de tener la oportunidad de entrar en el convenio con el Señor por medio del Evangelio como ocurrió con su hermano Alvin; ellos hubieran estado en la misma posición que Alvin, concerniente a la cual el Señor, cuando José lo vio en el reino celestial, dijo: “Todo el que muere sin el conocimiento del evangelio, si lo hubiera recibido al escucharlo tendrá herencia en el reino Celestial. Por lo tanto todo el que muere sin este conocimiento pero que lo hubiera recibido con todo su corazón recibirá una herencia en su reino, porque Yo el Señor juzgaré a los hombres de acuerdo con sus obras y de acuerdo con los deseos de su corazón.” Así será con sus padres. Habrá muy pocos o tal vez ninguno que no aceptará el Evangelio. Jesús mientras Su cuerpo yacía en la tumba su espíritu predicaba a los espíritus que habían sido destruidos en los días de Noé. Después de un encarcelamiento tan largo de sufrimiento, ellos sin duda aceptaron el Evangelio con alegría para ser salvos en el reino de Dios. Los padres de este pueblo aceptarán el Evangelio. Es mi deber honrar a mi padre que me dio la vida en la carne. Es su deber hacer lo mismo. Al hacerlo, el Espíritu de Dios estará con ustedes. Y nosotros continuaremos esta obra, el Señor agregara luz a lo que ya hemos recibido. Yo tengo amigos que se han sellado a mí. Todos hemos hecho esto, más o menos. Pero he tenido sentimientos extraños acerca de esto últimamente. Hay hombres en esta congregación que quisieran ser sellados a mí.

Yo les digo, si me pueden escuchar, que vayan para ser adoptados a sus padres y que salven a sus padres para pararse en la cabeza de la casa de ellos, como salvadores sobre el Monte de Sión y Dios les bendecirá en esto. Esto es lo que yo quería decir y lo que quiero que se lleve a cabo en nuestros templos.
El Señor Todopoderoso está con este pueblo. Escucharemos todas las revelaciones que necesitamos si hacemos nuestro deber y obedecemos los mandamientos de Dios. Si alguno de nosotros llega al punto que no puede recibir estas revelaciones, el Señor nos quitará del camino y pondrá a alguien capaz en nuestros puestos. Se puede decir que estoy aquí con el tiempo prestado. Yo estaría en el mundo de los espíritus hoy, conversando con los espíritus en la presencia de Dios si no fuera por el grito de este pueblo para prolongar mi vida cuando yacía en las puertas de la muerte hace un año. He sido preservado por el poder de Dios. No sé cuanto tiempo más viviré. A mí no me importa mucho. Pero mientras yo vivo quiero cumplir con mi deber. Quiero que los Santos de los Últimos hagan su deber. Aquí se encuentra el Santo Sacerdocio en estas montañas. Su responsabilidad es grande y poderosa. Los ojos de Dios y todos los profetas santos nos están mirando. Esta es la gran dispensación de la cual se ha hablado desde el comienzo de los tiempos. Estamos reunidos en estas montañas de Israel por el poder y el mandamiento de Dios. Estamos haciendo la obra de Dios. Esta no es nuestra casa en términos de la mortalidad. Pronto pereceremos pero mientras estemos aquí vamos a cumplir con nuestra misión. Quiero decirle al hermano L. Snow, al hermano M. W. Merrill, al hermano J. D. T. McAllister y al hermano D. H. Cannon y a todos los que se asocian con ustedes que lleven estas cosas ante el Señor para ver por ustedes mismos. Si no están satisfechos con este orden de las cosas, vayan al Señor para preguntárselo y el Espíritu Santo os revelará la verdad de estos principios.

Esto es todo lo que debo decirles en este momento tal vez sobre este tema. Me alegro de poderme reunir con ustedes. He sentido una gran ansiedad sobre este asunto. He tendido un gran deseo de vivir para entregar estos principios a los Santos de los Últimos Días puesto que son verdaderos. Ellos representan un paso adelante en el trabajo del ministerio y en la obra de la investidura de estos templos de nuestro Dios. Cuando lleguen al último hombre del linaje, como lo he dicho antes, se sellará dicho hombre al profeta José Smith y entonces el profeta se encargará en cuanto a donde debe ir. Un hombre puede decir: “Soy un apóstol, o soy un sumo sacerdote, o soy un élder en Israel y si soy sellado a mi padre, ¿Se me quitará mi honra?” Yo digo que no. Si José Smith estaba sellado con su padre, a quien muchos de ustedes conocían, ¿Cuál efecto tendrá esto sobre su exaltación y gloria? Ninguno. José Smith poseerá las llaves de esta dispensación de las edades de los tiempos. Es la dispensación más grande que Dios jamás ha dado al hombre y él fue ordenado antes de este mundo para pararse en la carne y organizar esta obra. Fue martirizado por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús y cuando venga en las nubes del cielo él llevará una corona de martirio. Los de ustedes que están aquí—no me importa si son apóstoles o lo que sean—al honrar a su padre no quitará el honor de su cabeza; llevará las llaves de la salvación de la casa de su padre tal como José Smith. No perderá nada al honrar a sus padres y al redimir a sus muertos. Es una obra gloriosa.

Cuando volví de Inglaterra en 1841 para escuchar esta revelación de José Smith que teníamos el poder de redimir nuestros muertos, una de las primeras cosas que pensé fue, “Yo tengo una madre en el mundo de los espíritus.” Mi padre estaba en la carne. Yo lo bauticé y lo ordené y lo llevé a Sión donde está enterrado. Pero nunca conocí a mi madre. Ella murió cuando yo era un infante. Yo tuve el poder para sellar mi madre a mi padre. ¿No fue eso una causa de satisfacción? Para mí si lo fue. He ido a trabajar con la ayuda de mis amigos y he redimido la casa de mi padre y madre. Cuando fui para preguntarle al Señor cómo podía redimir a mis muertos cuando estaba en St. George, sin tener nadie de mi familia allí, el Señor me dijo que llamara a los Santos en St. George para dejarles oficiar por mí en aquel templo para que fuera aceptable para Él. El hermano McAllister y los otros hermanos y hermanas me ayudaron con esta obra, y les bendigo con cada sentimiento de mi corazón. Esto es una revelación para nosotros. Podemos ayudarnos el uno al otro en estos asuntos si no tenemos parientes para hacerlo lo que será agradable para el Señor.

Hermanos y hermanas, coloco estas cosas en su corazón. Déjenos seguir con nuestros registros para llenarlos dignamente ante el Señor y llevar a cabo este principio para que las bendiciones de Dios nos protejan y que los que son redimidos nos bendigan en los días venideros. Oro a Dios para que como un pueblo se abran nuestros ojos, que nuestros corazones comprendan esta obra grande y poderosa que descansa sobre nuestros hombros y que el Dios en los cielos requiere de nuestra mano. Grandes y gloriosos son estos principios que Dios nos ha revelado acerca de la redención de nuestros muertos. Les digo que cuando los profetas y apóstoles salgan para predicarles a los que estén encerrados en la cárcel y que no han recibido el Evangelio que miles de ellos aceptarán el Evangelio. Ellos saben más en ese mundo que aquí. Ruego a Dios que como pueblo tengamos el poder para magnificar nuestro llamamiento en esta gran y poderosa dispensación mientras existimos en la carne para que cuando se termine nuestra obra estemos satisfechos con esta vida y esta obra. Esta es mi oración y el deseo de mi corazón, en el nombre de Jesucristo. Amen

Fuente: Deseret Weekly (21 Abril 1894): 541-544

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